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identidad como individuos sociales. Elementos que hemos
intentado mostrar a lo largo del presente texto y que dan
cuenta de un acontecimiento fundamental, aunque por lo
general inadvertido: nos referimos a la lenta, pero progresiva
afirmación de una identidad intelectual de lo femenino
que, como ya se dijo, al fortalecer su capacidad de expresión
en el espacio público, las ubicó como sujetos sociales y
potencialmente políticos.
En este sentido, a lo largo del periodo revisado ha
sido posible vislumbrar algunos de los elementos que dan
cuenta de dicho proceso, mismo que desde la perspectiva
antes mencionada, resulta un precedente fundamental
para comprender cómo décadas después, con el arribo
pleno del liberalismo decimonónico, las mexicanas consiguieron
pensarse a sí mismas como individuos capaces de
ejercer la ciudadanía, y luchar entonces por la obtención
de derechos de orden civil y político.
Así pues, y tal como veremos en el siguiente capítulo,
el surgimiento y la creciente consolidación de esta
identidad puede constatarse en uno de los registros históricos
más cercanos al universo de la subjetividad: la palabra
escrita. Para el caso que nos ocupa, un amplísimo acervo
de testimonios escritos (cartas, ensayos, traducciones, poemas)
que las mujeres envían a los medios impresos, y se
incrementa en muchos otros géneros a lo largo de todo el
siglo.
En nuestra opinión, la afirmación de esta Voz femenina
que a partir de entonces no dejará de contravenir
a quienes ponen en duda su inteligencia, o su derecho a
la libertad de pensamiento y acción, es un resultado contundente
del proceso a través del cual las mujeres supieron
beneficiarse de las nuevas formas y espacios de sociabilidad
inaugurados por la modernidad ilustrada. En otras palabras,
de cómo se apropiaron de una herramienta cultural
que les permitiría desarrollar las habilidades necesarias
para librar la primera y más importante batalla del siglo
xix y los primeros años del xx: el derecho a la educación
superior.