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De su existencia las tranquilas horas<br />
Allí del ruido mundanal no turba<br />
La algazara constante y fatigosa<br />
Ni se escucha del alma acongojada<br />
El ¡Ay! doliente que derrama a solas<br />
Tan sólo turba la apacible calma<br />
que reina siempre en la tranquila alcoba,<br />
Murmullos de plegarias y de besos<br />
Que suenan como notas armoniosas,<br />
Unidas al trabajo que allí reina<br />
A las iguales y apacibles notas. 6<br />
Es oportuno señalar que la preceptiva moral implícita<br />
en este imaginario cultural responde a la intención<br />
expresa de las élites sociales en el poder, por establecer una<br />
función social única para la población femenina, y promover<br />
así el tipo de comportamiento que se considera deseable.<br />
En este sentido, y tal como observa la historiadora Julia<br />
Tuñón, no debe olvidarse que los estereotipos “muestran<br />
rasgos de la ideología dominante que seguramente incidían<br />
en las mujeres de carne y hueso, pero [además] sugieren<br />
datos de esa realidad con la que se debía mediar: cuando<br />
se insiste en que un sujeto, niño, obrero, hombre o mujer<br />
actúe de determinada manera se nos da, entre líneas, la<br />
pauta de cómo sí actúa [...]”. 7<br />
En otras palabras, ante la evidencia histórica de<br />
tantas y diversas conductas femeninas como diferentes<br />
clases sociales y etnias en que se inscriben las mujeres; la<br />
permanente preocupación que durante la segunda mitad<br />
del siglo xix se observa por difundir el modelo angelical de<br />
La permanente preocupación que<br />
durante la segunda mitad del siglo<br />
xix se observa por difundir el modelo<br />
angelical de la mujer como sacerdotisa<br />
del ámbito doméstico y familiar, nos<br />
lleva a pensar en el abismo que muy<br />
probablemente existía entre el ideal<br />
prescrito y la realidad.<br />
la mujer como sacerdotisa del ámbito doméstico y familiar,<br />
nos lleva a pensar, más bien, en el abismo que muy probablemente<br />
existía entre el ideal prescrito y la realidad.<br />
Desde una perspectiva semejante, y tal como revisaremos<br />
más adelante, ante la insistencia de un discurso<br />
que buscaba excluir a las mujeres del espacio público: “Cuida<br />
de tu familia y no salgas a menudo de tu casa, ni te vean<br />
por las calles y por la plaza del mercado [...]”, 8 es bastante<br />
previsible que desde tiempo atrás las mujeres se ocuparan<br />
en actividades que presumiblemente no les correspondían.<br />
Experiencia que, de seguro, les fue útil para concebirse a<br />
sí mismas como individuos no determinados necesaria, o<br />
solamente a partir de la experiencia del matrimonio y la<br />
maternidad.<br />
Desde esta misma lógica, también es importante<br />
subrayar que, aun cuando por supuesto El Ángel del Hogar<br />
reforzó durante casi toda la segunda mitad del siglo<br />
el modelo de la domesticidad femenina, no debe pasarse<br />
6 “El Ángel del Hogar”, Violetas del Anáhuac, México, núm. 42, 1888.<br />
7 Julia Tuñón, El Álbum de la mujer. Antología ilustrada de las mexicanas.<br />
Volumen iii. El siglo xix (1821–1880), México: conaculta, 1991, pp.<br />
11 y 13.<br />
8 Agustín Rivera, “Pensamientos filosóficos sobre la educación de la<br />
mujer en México”, en El Correo de la tarde, Mazatlán–México, 1889.