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liberales-liberadas-2da

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79<br />

En el plano central, aparece una suerte de ángel<br />

femenino (así lo sugiere el largo de sus cabellos y el pronunciamiento<br />

de senos bajo la túnica que la cubre), a su<br />

lado se encuentran una mujer y una pequeña niña; llama la<br />

atención el vestuario de esta última, no tanto porque, como<br />

era entonces usual, asemeje al de una mujer adulta y, a tono<br />

con la moda europea en boga, porte un vestido a la rodilla<br />

que se adorna con un grueso listón en la cadera, bies de<br />

estola blanco, y sombrero de plumas, sino más bien por los<br />

zapatos de tacón que calza y que, inevitable, recuerdan el<br />

resonar cotidiano de la ya referida duquesita Job por las<br />

calles de la Ciudad de México.<br />

Esta imagen, que fácilmente podemos ubicar en un<br />

espacio cerrado e incluso familiar, contrasta con las otras<br />

escenas que le acompañan. En la primera, dos mujeres<br />

se encuentran en una sala de estar conectada al exterior<br />

por medio de una enorme ventana; una toca el piano, la<br />

otra lee lo que parece ser una revista mientras mece una<br />

cuna. En la segunda, una joven pinta en una terraza desde<br />

cuyo horizonte se observan las torres de la catedral<br />

metropolitana. 37<br />

La imagen descrita entrelaza un referente puntual<br />

de la vida urbana –la catedral metropolitana– con la privacidad<br />

del espacio hogareño, lugar donde las mujeres<br />

desempeñan labores tradicionalmente asignadas a su sexo,<br />

37 Esta portada apareció tal cual sólo durante los primeros cuatro ejemplares.<br />

A partir del quinto número, se desdibujan los caracteres femeninos<br />

del ángel: los senos se adivinan apenas bajo una larga y holgada túnica<br />

de color blanco; el cabello que antes caía abundante sobre los hombros es<br />

ahora muy corto y alisado en extremo hacia atrás, por lo que el aspecto<br />

del ángel no se asemeja al de una mujer de aquella época. No tiene ya<br />

los pies desnudos, calza una especie de sandalias que se confunden con<br />

la túnica, sus alas tienen ahora una apariencia menos algodonada y los<br />

bordes son más agudos; ahí incluyó la siguiente especificación: Ilustración<br />

Hispano–Americana; desapareció entonces la litografía descrita, se incrementó<br />

al doble el tamaño del formato, y el número de páginas.<br />

como el cuidado y educación de los niños o el aprendizaje<br />

de labores manuales y disciplinas artísticas. No obstante,<br />

otros muchos registros de la época dan cuenta de la manera<br />

en que éstas y otras actividades, propias de la entonces llamada<br />

economía doméstica, se convierten en una fuente de<br />

ingreso cuando se llevan a cabo fuera del núcleo familiar.<br />

En este sentido, gracias al amplio conjunto de litografía,<br />

acuarela, obra plástica, crónica y novela producida<br />

a lo largo de todo el siglo xix, sabemos que el ejercicio de<br />

labores domésticas como lavar, cocinar, planchar, barrer<br />

y sacudir, fue un importante rubro de la actividad económica<br />

urbana. 38 De acuerdo con el censo realizado en la<br />

Ciudad de México hacia 1811, de sus entonces 137 000<br />

habitantes, las mujeres representaban 32.4 % de la fuerza<br />

de trabajo; y hacia 1857, cuando la población sumaba ya<br />

200 000 habitantes, más de 4 200 mujeres formaban parte<br />

del servicio doméstico. 39<br />

La inclusión de “La recamarera” en el primer autorretrato<br />

del imaginario sobre lo nacional, Los Mexicanos<br />

pintados por sí mismos. Tipos y costumbres nacionales, publicado<br />

en 1854, da cuenta del arraigo que ya entonces<br />

tiene dicha actividad; pública, si la consideramos parte<br />

del intercambio de bienes y servicios que se dan cita en<br />

la ciudad; privada, desde la diferenciación de género que<br />

la define como propia de lo femenino y, por tanto, del<br />

espacio doméstico, aun cuando, como refiere el texto que<br />

acompaña la litografía de Hiriarte, la recamarera mantiene<br />

una interrelación permanente con las calles y sucesos de la<br />

ciudad.<br />

38 Algunos autores: Hesiquio Iriarte, Casimiro Castro, E. Pringet, Carl<br />

Nebel, entre otros. Para el caso de la producción literaria, Fernández de<br />

Lizardi, Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Payno, José Tomás de Cuéllar,<br />

Manuel Gutiérrez Nájera.<br />

39 Julia Tuñón, Mujeres en México. Recordando una historia, México:<br />

conaculta, 1ª. Edición en Regiones, 1998, p. 113.

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