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izquierdas

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Las <strong>izquierdas</strong> latinoamericanas, de la oposición al gobierno<br />

reivindicatorias de las tradiciones políticas comunitarias de los pueblos<br />

indígenas, como las de perspectivas más reformistas, se presentan<br />

como alternativas al neoliberalismo en el contexto de la globalización.<br />

algunas de ellas ciertamente van más lejos en su ataque al<br />

neoliberalismo, pues su blanco último es –al menos en el nivel de la<br />

retórica– el propio sistema capitalista; sin embargo, es la oposición al<br />

capitalismo en su versión neoliberal la que constituye el denominador<br />

común a todas ellas.<br />

En verdad, estas <strong>izquierdas</strong> no se presentan solamente como alternativa<br />

a, sino también –y sobre todo– como instancia superadora<br />

de un modelo neoliberal perimido; en algunos casos, de hecho, llegan<br />

a pensarse a sí mismas en forma explícita como el resultado inevitable<br />

de los excesos y consiguientes fracasos del fundamentalismo del mercado.<br />

Emergen, pues, no sólo como expresión del anti-neoliberalismo<br />

sino también, y sobre todo, como expresión del pos-neoliberalismo.<br />

sólo en unos pocos casos la retórica beligerante de la izquierda ataca<br />

al neoliberalismo como si aún estuviera en su apogeo; en la mayoría<br />

de los casos, en cambio, el neoliberalismo es colocado en el pasado<br />

que estas <strong>izquierdas</strong> vienen, precisamente, a superar. así, pues, ellas<br />

se sitúan sobre el terreno heredado de ese neoliberalismo fracasado:<br />

desigualdades más pronunciadas, sociedades crecientemente polarizadas,<br />

espacios públicos privatizados, pobres criminalizados y sujetos<br />

a la vulneración de sus derechos civiles más básicos –por no hablar del<br />

retroceso de sus derechos sociales–. a ello se agregan la corrupción<br />

galopante alimentada por el estrechamiento de los vínculos entre el<br />

poder político y el poder económico-financiero y, como resultado de<br />

la repetida constatación de su incapacidad para responder a las demandas<br />

y expectativas de la ciudadanía, el fuerte desprestigio de los<br />

sistemas políticos y de sus actores tradicionales –que se manifestó, en<br />

algunos casos, en el estallido de agudas crisis de representación–. En<br />

más de un caso, de hecho, los actores de izquierda recién llegados al<br />

poder son ellos mismos hijos de esa crisis de representación, nacidos<br />

al calor del rechazo de las formas tradicionales de la democracia representativa<br />

y de la voluntad de remplazarlas con mecanismos participativos<br />

y dispositivos de democracia directa o, cuando menos, por<br />

una renovación del contrato entre gobernantes y gobernados.<br />

¿Qué es, entonces, ser “de izquierda” hoy? ¿Por qué seguir empleando<br />

esta designación cuando tantas voces afirman que pertenece<br />

a un sistema clasificatorio perimido? la respuesta es simple: porque<br />

ese sistema clasificatorio sigue funcionando como la brújula de nuestro<br />

mapa cognitivo de la política. Y lo hace, precisamente, porque la<br />

política es de naturaleza adversarial. “aunque lo que está ‘en la izquierda’<br />

o ‘en la derecha’ puede cambiar”, sostiene anthony Giddens<br />

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