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izquierdas

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Sebastián G. Mauro<br />

asumidas desde la instalación del discurso neoliberal, cristalizado en<br />

el consenso de Washington. se impuso así una visión de la democracia<br />

que presentaba a la política misma como obstáculo para la gobernabilidad<br />

y la modernización (Boron, 2004; strasser, 2001) y rechazaba,<br />

en consecuencia, toda referencia al conflicto político en pos de la racionalidad<br />

técnico-administrativa (canelo, 2001). si bien ya no existía<br />

una amenaza autoritaria a la democracia, las prácticas institucionales<br />

eran deficientes, marcadas por el decisionismo presidencial y por una<br />

degradada división de poderes (cheresky y Blanquer, 2003).<br />

tales procesos transformaron la relación entre la ciudadanía y<br />

sus canales de expresión, agregación y participación, erosionando<br />

sensiblemente la capacidad de los partidos políticos para organizar<br />

la dinámica política. de esta manera, los procesos de personalización,<br />

mediatización y territorialización de la política aparecían como marco<br />

de las transformaciones sufridas por el peronismo y el radicalismo,<br />

tanto a nivel identitario como organizacional. En el marco políticoinstitucional,<br />

el proceso de reforma del Estado derivó en una reestructuración<br />

del federalismo argentino, marco en el que debemos ubicar<br />

al proceso de autonomización de la capital Federal, iniciado con la<br />

reforma constitucional de 1994. Este proceso trastocaba uno de los<br />

elementos fundantes del Estado argentino vigente desde 1880, e inauguraba<br />

una esfera política propiamente local.<br />

la ciudad de Buenos aires fue uno de los primeros distritos en<br />

que tales fenómenos se presentaron concretamente. El triunfo del justicialismo<br />

en 1992 y, tiempo después, el surgimiento de una tercera<br />

fuerza electoralmente relevante, como el Frente Grande, significaron<br />

una novedad contundente en la dinámica política local –signada hasta<br />

entonces por el predominio del radicalismo–, así como también en<br />

la nacional, caracterizada por el bipartidismo. las condiciones de<br />

emergencia y predicamento del Frepaso deben buscarse, más allá del<br />

contexto que propiciaban la personalización y la mediatización de la<br />

política (y su desconexión del plano laboral o social), en primer lugar,<br />

en la (temporal) detención del péndulo ideológico peronista en el polo<br />

nacional-estatal (novaro, 2006) y, en segundo lugar, en la debilidad (y<br />

resignación) del radicalismo para ejercer una oposición políticamente<br />

eficaz y verosímil ante el electorado.<br />

Esta nueva fuerza política aglutinaba un heterogéneo conjunto de<br />

espacios políticos detrás de la figura de “chacho” Álvarez, temprano<br />

desertor del bloque justicialista en la cámara de diputados, que se había<br />

convertido en el más hábil enunciador del discurso antimenemista.<br />

El descontento presente en un electorado tendencialmente desleal<br />

(particularmente en la ciudad de Buenos aires) presentaba, ya con anterioridad<br />

a la reelección de menem, una multiplicidad de vectores. la<br />

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