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izquierdas

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Sebastián G. Mauro<br />

En este escenario de fragmentación de los bloques y fluctuación<br />

de los posicionamientos ideológicos y políticos, el incendio del microestadio<br />

república de cromañón durante un recital, con un saldo<br />

de 194 muertos, puso en crisis al Ejecutivo local y al espacio progresista.<br />

la crítica a la ineficiencia del gobierno porteño, combinada con<br />

la suposición de sobornos a los organismos de control, hizo factible<br />

la articulación entre la inseguridad –entendida como la desprotección<br />

de los ciudadanos por parte del Estado frente a la falta de escrúpulos<br />

de los empresarios, es decir, como la desprotección de todos frente a<br />

los intereses de algunos– y la corrupción 6 –definida, como señaláramos<br />

anteriormente, como la gestión de los bienes de todos en beneficio de<br />

los intereses de algunos–. El incumplimiento de la protección de los<br />

ciudadanos por parte del Estado fue entendido como síntoma de una<br />

estafa de los políticos, que prometen para hacerse con el cargo y luego<br />

no cumplen con una gestión eficiente.<br />

resulta de interés señalar hasta qué punto el tratamiento de la<br />

catástrofe por los medios y las instituciones y, con sus matices, la<br />

construcción del reclamo de justicia por parte de los familiares de las<br />

víctimas, se mantuvieron en un registro personalista. la desconfianza<br />

frente a la posibilidad de que las responsabilidades se diluyeran en<br />

una discusión más general sobre las transformaciones culturales en<br />

las prácticas de los jóvenes y el rol del Estado como regulador de la<br />

vida social llevaron a los actores involucrados a plantear el problema<br />

en los términos de castigo a los culpables. Ello impidió que el reclamo<br />

se articulase efectivamente con otras demandas sociales, y dificultó la<br />

instalación de una lectura política sobre el caso, que trascendiera los<br />

estrechos márgenes moralistas.<br />

En esta concepción que hilvanaba inseguridad-ineficiencia-<br />

corrupción-impunidad, las protestas de los familiares de las víctimas<br />

se acercaron al marco interpretativo que había ofrecido mauricio macri<br />

en 2003. la fuerza política de este último se encontró entonces no<br />

sólo con la ventaja institucional que se derivaba de la posesión de un<br />

bloque numeroso y relativamente homogéneo, sino también con la<br />

6 si bien no forma parte de los objetivos de este trabajo, cabe analizar la articulación<br />

discursiva que diversos grupos de familiares de víctimas han establecido entre<br />

la noción de corrupción (con consignas como “la corrupción mata” o “no los mató<br />

una bengala; a nuestros pibes los mató la corrupción”), y el repertorio de las organizaciones<br />

de derechos humanos en torno de la impunidad (la consigna “los pibes de<br />

cromañón/ presente/ ahora/ y siempre”, por ejemplo, es una parte constitutiva de las<br />

protestas de estas últimas). tal articulación es de interés para esclarecer hasta qué<br />

punto la forma que asumió parte de la izquierda para construir demandas presenta<br />

las mismas dificultades que el progresismo, en tanto obtura el conflicto político con<br />

una autodenominación en términos morales y victimistas.<br />

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