www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 108Además de entrar en la línea argumental de La ciudad ausente como parte delaprendizaje político y filosófico de Junior, “La Isla” le presenta la imagen de un pájaro mecánicode un solo ojo que solía volar sobre la isla y sobrevivía en un museo, fascinando a un hombre quellegó a colaborar con Macedonio en su procesador de relatos: Russo, inmigrante cuyo singularcastellano le valió su alias entre la gente del pueblo. Escondiéndose de la represión política yproduciendo réplicas del pájaro mecánico y de la máquina de relatos de Macedonio, Russo es unemblema de lo discordante: visionario interesado en pequeños artefactos y máquinas de todo tipo,experto mundial en autómatas, Russo le había convencido a Macedonio, desde sus primerosencuentros, de que podrían trabajar juntos en una máquina de relatos. Recordando a Richter, elfísico alemán que había vendido una bomba atómica imaginaria a Perón, engañando al engañadorsupremo, Macedonio apuntó: “Vea, dijo, los políticos les creen a los científicos (Perón - Richter)y los científicos les creen a los novelistas (Russo - Macedonio Fernández). Los científicos songrandes lectores de novela, los últimos representantes del público del siglo XIX” (149). Russoconvergía con Macedonio hacia aquel mundo en que las invenciones mecánicas tomaninvariablemente un carácter poético y político. Lo más singular en Russo, sin embargo, era sufascinación con un pájaro mecánico equipado con un mecanismo de reloj que le hacía volar encurva, de manera a determinar la proximidad o la probabilidad de lluvia. Reconstruyendo eimaginando este pequeño pájaro circular ad infinitum - de forma muy similar a Macedonio enrelación con la máquina - Russo lo vio como un modelo fundamental del universo, una metáforaUr: su propia vida había sido una sucesión de catástrofes, pena, aflicción y persecucionesse dado. Debe serlo, a fin de que sea posible volver a darlo (wiedergeben), a rendirlo: traducir. Y sies imposible en general que un original se dé para aquél que quisiera volver a darlo -puesto que lopropio suyo es sustraérsele -, el efecto de origen queda garantizado inapelablemente en cuanto seconstituye lo dado en exigencia. El don impositivo es, entonces, también imperativo, es mandato: lodado es legado y delegado. El traductor se halla, pues, bajo el mandato --es decir, el dictado-- de loque le es dado (a) traducir, y en el compromiso de un cuidado: el cuidado de lo (de)legado.” PabloOyarzún, “Sobre el concepto benjaminiano de traducción,” 94. Al mismo tiempo que la tarea seimpone como don -- el legado del don--, ella es interrumpida por un Aufgabe que también nombrauna imposibilidad: “Pero Aufgabe es también renuncia, abandono. La exigencia de lo dado -- eldictado del don, el dictado en que consiste el don -- que constituye e instituye a la traducción en tal,que define la misión (envío, encomienda, recado) del traductor, está determinado, en éste, pero a lavez antes de éste, por una renuncia igualmente constitutiva.” Para la genealogía del abrazo a latraducción como fracaso, véase la ruta de Oyarzún en el mentado artículo, que incluye cuidadosaconsideración del rescate benjaminiano del nombre -- por oposición al mero signo instrumental yvehicular --, vislumbre de los vínculos entre alegoría y duelo, y fina reflexión sobre los vértigos de lateoría benjaminiana de la traducción. Véase también, apuntando hacia un horizonte convergente,Paul de Man, “Walter Benjamin´s ‘The Task of the Transla tor’.” The Resistance to Theory.Minneapolis: Minnesota UP, 1986, 73-105, notable en su análisis de la traducción comoprosaicización del original y revelación de que el original ya está, desde siempre, muerto. Otrareferencia imperativa es el texto de Derrida sobre la traducción, “Des Tours de Babel,” Differencein Translation, ed. Joseph F. Graham. Ithaca: Cornell UP, 1985, 165-207 [traducción inglesa] y209-48 [original francés], especialmente en lo que refiere la traducción al multilingüismopostbabélico y lo inaugura como tarea y don.
www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 109políticas, y se asió al pequeño pájaro circular y melancólico como un emblema de su derrota.El testimonio concluyente de Russo nos trae de vuelta a los orígenes de la máquina, elduelo irresuelto de Macedonio por Elena:Pensaba en la memoria que persiste cuando el cuerpo se ha ido y en los nudos blancosque siguen vivos mientras la carne se disgrega. Grabada en los huesos del cráneo, lasformas invisibles del lenguaje del amor siguen vivas y quizás es posible reconstruirlas yvolver viva la memoria, como quien puntea en la guitarra una música escrita en el aire. Esatarde concibió la idea de entrar en el recuerdo y de quedarse ahí, en el recuerdo de ella.Porque la máquina es el recuerdo de Elena, es el relato que vuelve eterno como el río(162-3).El monólogo de la Elena virtual que cierra la novela exhibe trazas de muchas otras historias,internas y externas a La ciudad ausente, fundamentalmente la de Molly, heroína joyceana quesabe un par de cosas sobre el duelo: “Yo soy Amalia, si me apuran digo soy Molly, yo soy ellaencerrada en la casona, desesperada, la mazorca, soy irlandesa, digo, entonces, soy ella ytambién soy las otras, fui las otras, soy Hipólita, la renga, la cojita ... soy Temple Drake ... Esashistorias y otras historias ya las conté, no importa quién habla” (173-4). El monólogo de Elenacierra la novela al abrir la posibilidad de identificación con todos los nombres disponibles en laHistoria. De forma muy similar a Ossorio, quien, en Respiración artificial, alucina y se identificacon Rosas y con innumerables figuras, Elena hace de todo recuerdo una apuesta al futuro. Suexistencia virtual en la máquina disemina relatos en una ciudad controlada por un estadomedicalizado y que sufre de olvido crónico. Su voz hace perceptible los ecos de voces de otros,como la niña de “La Nena,” quien aparece silenciosamente con el anillo en el dedo,melancólicamente mirando al horizonte; también Rajzarov, amigo de Macedonio totalmentedesfigurado por una explosión de bomba en Odessa y que ahora vagabundea por Argentinacomo un Frankenstein post-revolucionario, con su cuerpo lleno de prótesis metálicas. Estoscuerpos intempestivos llevan la memoria de la polis en postdictadura, como una apuesta radical ala apertura de lo que aún está por venir. La restitución que prometen está encriptada en loscuentos que dejan como legado y don al futuro.“La muerte que hay en los olvidos es la que nos ha llevado al error de creer en la muertepersonal,” 179 afirmaba Macedonio en uno de los muchos prólogos al Museo. Los familiarizadoscon su obra saben que lo que está aquí en juego es algo radicalmente distinto a la noción cristianade un alma trascendente a la putrefacción del cuerpo. Para Macedonio, negar la muerte equivale anegar el olvido. La mímesis paga tributo a Mnemosyne. La máquina mimética elige a Mnemosynecomo inspiración en su guerra contrahegemónica. Piglia retoma este motivo y lo desarrolla en unprograma postdictatorial: en un momento en que el estado abandona el lenguaje quirúrgico de laamputación y asume una retórica recuperativa y psicologizante, Piglia insiste en que lo que se hadejado fuera de esta ecuación es la memoria de una experiencia. Como hemos visto, sin embargo,esta memoria no apunta hacia una interioridad, sino hacia un afuera radical. De ahí la paradoja dela máquina de relatos, metáfora de la posibilidad de crear nuevas historias, pero a la vez emblema179 Macedonio Fernández, Museo, 210.