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www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 109políticas, y se asió al pequeño pájaro circular y melancólico como un emblema de su derrota.El testimonio concluyente de Russo nos trae de vuelta a los orígenes de la máquina, elduelo irresuelto de Macedonio por Elena:Pensaba en la memoria que persiste cuando el cuerpo se ha ido y en los nudos blancosque siguen vivos mientras la carne se disgrega. Grabada en los huesos del cráneo, lasformas invisibles del lenguaje del amor siguen vivas y quizás es posible reconstruirlas yvolver viva la memoria, como quien puntea en la guitarra una música escrita en el aire. Esatarde concibió la idea de entrar en el recuerdo y de quedarse ahí, en el recuerdo de ella.Porque la máquina es el recuerdo de Elena, es el relato que vuelve eterno como el río(162-3).El monólogo de la Elena virtual que cierra la novela exhibe trazas de muchas otras historias,internas y externas a La ciudad ausente, fundamentalmente la de Molly, heroína joyceana quesabe un par de cosas sobre el duelo: “Yo soy Amalia, si me apuran digo soy Molly, yo soy ellaencerrada en la casona, desesperada, la mazorca, soy irlandesa, digo, entonces, soy ella ytambién soy las otras, fui las otras, soy Hipólita, la renga, la cojita ... soy Temple Drake ... Esashistorias y otras historias ya las conté, no importa quién habla” (173-4). El monólogo de Elenacierra la novela al abrir la posibilidad de identificación con todos los nombres disponibles en laHistoria. De forma muy similar a Ossorio, quien, en Respiración artificial, alucina y se identificacon Rosas y con innumerables figuras, Elena hace de todo recuerdo una apuesta al futuro. Suexistencia virtual en la máquina disemina relatos en una ciudad controlada por un estadomedicalizado y que sufre de olvido crónico. Su voz hace perceptible los ecos de voces de otros,como la niña de “La Nena,” quien aparece silenciosamente con el anillo en el dedo,melancólicamente mirando al horizonte; también Rajzarov, amigo de Macedonio totalmentedesfigurado por una explosión de bomba en Odessa y que ahora vagabundea por Argentinacomo un Frankenstein post-revolucionario, con su cuerpo lleno de prótesis metálicas. Estoscuerpos intempestivos llevan la memoria de la polis en postdictadura, como una apuesta radical ala apertura de lo que aún está por venir. La restitución que prometen está encriptada en loscuentos que dejan como legado y don al futuro.“La muerte que hay en los olvidos es la que nos ha llevado al error de creer en la muertepersonal,” 179 afirmaba Macedonio en uno de los muchos prólogos al Museo. Los familiarizadoscon su obra saben que lo que está aquí en juego es algo radicalmente distinto a la noción cristianade un alma trascendente a la putrefacción del cuerpo. Para Macedonio, negar la muerte equivale anegar el olvido. La mímesis paga tributo a Mnemosyne. La máquina mimética elige a Mnemosynecomo inspiración en su guerra contrahegemónica. Piglia retoma este motivo y lo desarrolla en unprograma postdictatorial: en un momento en que el estado abandona el lenguaje quirúrgico de laamputación y asume una retórica recuperativa y psicologizante, Piglia insiste en que lo que se hadejado fuera de esta ecuación es la memoria de una experiencia. Como hemos visto, sin embargo,esta memoria no apunta hacia una interioridad, sino hacia un afuera radical. De ahí la paradoja dela máquina de relatos, metáfora de la posibilidad de crear nuevas historias, pero a la vez emblema179 Macedonio Fernández, Museo, 210.

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