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www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 57solidaridad. “La solidaridad, que sigue siendo la convocatoria esencial del texto testimonial, y laque lo distingue de forma radical del texto literario, se encuentra en perpetuo peligro deconvertirse en una tropología retórica”. 110 La derrota, definámosla aquí provisionalmente, es esemomento de la experiencia en que toda solidaridad se convierte en un troponecesariamente ciego a la estructura retórica que lo hace posible. Esta ceguera solo seráexacerbada si la crítica literaria insiste en sustituir la reflexión sobre la derrota por un simplepanegírico triunfante de una supuesta transparencia subalterna del testimonio.4 - La alegoría como fin epocal de lo mágicoAdemás del retorno al naturalismo y los testimonios, la narrativa escrita bajo dictadura viouna proliferación de grandiosas máquinas alegóricas que intentaban elaborar mecanismos derepresentación de una catástrofe que parecía irrepresentable. Retratando países ficcionalesaterrorizados por tiranos sangrientos, pequeños pueblos imaginarios ocupados por invasoresinicuos o animales misteriosos y terroríficos, misas negras repletas de alusiones satánicas ycuerpos sacrificiales, entre otras variantes, esta literatura nos confronta a varias réplicas delYoknapatawa County faulkeneriano o del Macondo de García Márquez: Hualacato en El vuelodel tigre, del argentino Daniel Moyano; Marulanda en Casa de campo, del chileno José Donoso,Manarairema en A Hora dos Ruminantes, del brasileño José J. Veiga, por nombrar aquéllos queserán aquí objeto de un breve análisis. Estas novelas son microcosmos textuales de una totalidadque ahora sólo se podía evocar de forma alegórica: en general, retratan un cierto intervalo, unperíodo circunscrito en que la historia se suspende, y el tiempo secular, progresivo, da lugar aexperiencias que parecen eternalizadas, desprovistas de progresión, como si el orden reinante nofuera otro que el de la naturaleza. La alegoría sería ese “extraño entrecruzamiento[Verschränkung] de naturaleza e historia” en la que ésta se representa como “paisaje primordialpetrificado”, 111 es decir, como historia natural. “Naturaleza” aquí, sin embargo, no representa laexuberancia trascendente que hizo famosa el Romanticismo, sino más bien un proceso inmanentede putrefacción: “A los escritores barrocos ... la naturaleza no se les aparecía [erscheint] encapullo y floración, sino en la sobremaduración y decaimiento de sus creaciones. En la naturalezaveían lo eterno transitorio, y sólo aquí reconocía [erkannte] la historia la visión saturnina de estageneración”. 112“Lo eterno transitorio” es el oxímoron benjaminiano que apunta hacia ese interludio en110 Alberto Moreiras, “The Aura”, 9. Si es cierto que gran parte del anterior triunfalismosobre el testimonio - como en los días en que de hecho se decía que el testimonio representaba unaforma de “posliteratura” - se ha desplomado, los debates sobre su canonización en los currículosuniversitarios sólo ha comenzado. En este contexto, es crucial mantener claros los límites delgénero. George M. Gugelberger ha editado un excelente volumen, The “Real” Thing: TestimonialDiscourse and Latin America (Durham: Duke UP, 1996), que sirve como obra iniciadora en estesegundo ciclo de crítica del testimonio.111 Benjamin, Ursprung, 344, 343.112 Benjamin, Ursprung, 355.

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