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www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 183imagínese” (83). Al final muestra una foto vieja y amarillenta de un terreno baldío con una cruzsobre la cual se leía la palabra PAX: “En ese campo los fusilaron. Al mío lo cogieron con otrostreinta y cinco, en los barcos, el 24 de junio . . . Al monumento le hizo el mismo Franco en loscincuenta” (84). Con la visita a Asturias ella comienza la lenta transición del regreso a su propiatierra. De nuevo, la narrativa progresa a través de sustituciones; esta vez, el papel sustituto delviaje se basa en un destino común a los exiliados españoles y argentinos, separados por cuarentaaños, víctimas de dos diferentes giros de la rueda de la reacción.Esa voluntad restitutiva debe combinar, por un lado, la convergencia entre la desolaciónpasada y la presente y, por otro, el Unheimlichkeit, la extrañeza de lo que parece ser máscercano. Hay un juego notable entre estos dos movimientos en el texto. La acumulación dederrotas populares a lo largo de la historia le habla como una alegórica figura familiar, mientrasque los objetos del hogar que llevan la impronta de su experiencia reciente parecen desplazados,extraños, incapaces de llevar a cabo la misión restitutiva que se espera de ellos, la de atestiguar.La restitución, fuerza propulsora del texto, se paraliza, se bloquea, se mezcla inevitablemente conla más completa destitución: el esfuerzo restitutivo sólo se lleva a cabo cuando no se niega aaceptar y abrazar la destitución más absoluta. Tras el regreso del exilio, ella experimenta la totaldesintegración de su sentido de posesión, provocada por el perenne estado provisorio en que havivido. La sobrecoge una frase: “nada de lo que me rodea me pertenece. Y, en efecto, miraba losmuebles, las camas, los libros, y tenía una comprensión clarísima e irrefutable de que nada de loque había en la casa era mío” (118), aunque todo en la casa de hecho le pertenecía. Como en laapertura de los viejos baúles llenos de recuerdos, lo siniestro se manifiesta cuando lo familiar derepente comienza a ser habitado por lo extraño. Su deseo se encuentra escindido por esadimensión unheimlich del recuerdo, como si sus posesiones hubieran sido simbólicamentearrancadas de su morada, extrañadas de ella. “Desposeída de esa lógica de la apropiacióncomún a los humanos” (117), ella experimenta el vaciamiento del concepto mismo de lo propio,en los inseparables sentidos de identidad ontológica y de posesión económica.En estado de memoria narra, entonces, la crisis epocal de lo propio. La incapacidad “dehacer mía la casa que ocupaba” (117) señala una imposibilidad fundamental de habitar que vamás allá, incluso, del fenómeno más literal de pérdida de morada representado por el exilio. Elexilio sería aquí una manifestación de una crisis epocal no resoluble con un mero “regreso acasa”. Si la misma naturaleza del habitar es, para tomar la reflexión heideggeriana, un “estar juntocon las cosas”, una preservación que “protege cada cosa en su esencia,” 305 la ruptura de esaarmonía con las cosas disuelve la fundación misma de la morada. La ausencia de una casaaparece, por tanto, no como un estado temporario en que el sujeto se encontraría divorciado deuna morada aún reconocible en algún otro sitio; se trata más bien de una ruptura en el principiomismo de la morada, operativa no sólo en el presente, sino también retrospectivamente -alienándo al sujeto de su propio pasado, diseminando extrañeza en el pasado - y prolépticamente- impidiendo cualquier reconciliación utópica en el futuro. Ella debe, por lo tanto, aprender a lidiarcon la ruptura de la morada como condición constitutiva, y no como una mera contingencia305 Martin Heidegger, “Building Dwelling Thinking”, 1951, trad. Albert Hofstadter, BasicWritings, ed. David Farrel (San Francisco: HarperCollins, 1977), 353, 351.

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