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alegorias.pdf

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www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 141(10) y “el frío en esta plaza es el tiempo que se ha marcado para suponerse un nombre propio,donado por el letrero que se encenderá y se apagará, rítmico y ritual” (7). El texto pasa aestablecer un vínculo entre la esfera pública, el nombre propio y el campo semántico armado apartir de “lumen”: espacio onírico que anuncia una restitución posible dentro de lo que, por lodemás, es un acumulación de residuos y vestigios. Djelal Kadir ha apuntado queEl lumpen de América en la Lumpérica de Eltit tiene su personificación, su prosopopeyairónica y paradójicamente desenmascarada en la figura femenina de la protagonista de lanovela, L. Iluminada. Figura deslumbrante, ella es la solidez iluminada que despedaza suvestimenta institucional para que los vestigios destitucionales puedan venir a ser,adquirir peso discursivo y visibilidad política, fisurar su calidad fantasmal y reclamar surealidad exilada, haciéndolo todo en el centro espacial y simbólico del habitat de lasociedad--la plaza, ahora convertida en morada permanente de los desabrigados a horassancionadas del día y alumbradas por el letrero durante la noche. 238El cuerpo y la voz de L. Iluminada reúnen estos restos destitucionales y les ofrecen la ficción deuna utopía restitutiva: “la plaza que prendida por redes eléctricas garantiza una ficción en laciudad” (7). El poder nombrador del luminoso da forma a esta escena utópica. Cuando la plazase vacía y el foco se apaga, la masa de cuerpos tiende a desaparecer en el telón de fondo de untexto que se deja leer como un guión de cine. Este es el momento de disolución y pérdida de losnombres propios. El reino de terror que se cierne sobre la ciudad en Lumpérica no tiene,entonces, nada que ver con el “terror a las masas” retratado en la tradición moderna del“flâneur,” sino que es instaurado por el terror provocado por la ausencia de los mendigos. En larelación de L. Iluminada con las masas no hay ningún voyeurismo dandista, sino una completainmersión en lo colectivo. La única mirada externa que queda es la de la cámara y las luces queoperan desde arriba, recordatorios de las amenazas que merodean más allá de la plaza.El primer capítulo, compuesto de una serie de tomas cinematográficas de la plaza, asocialos tres grandes ejes semánticos condensados en el título. Como Eugenia Brito ha señalado, “laescitura de Lumpérica se sumerge (se hunde) en esos tres cruces: mujer, lumpen, américa.” 239Eltit asocia una “américa” minoritaria e indigente, sofocada por el frío aire de la ciudad, con uncuerpo femenino en que convergen el maquillaje y la herida, la performance y el sacrificio. Lasdimensiones escénicas del primer capítulo incluyen acotaciones y críticas posteriores de cadatoma, anclajes brechtianos por los que la identificación con los cuerpos del lumpen (Lumpe-) y dela mujer (érica) se frustra en medio de interrupciones metacinematográficas cuidadosamenteintercaladas. Se muestra al lector una escena, y se le muestra que también él es mostrado, que seencuentra, también él, petrificado en imagen.La cámara es fuente de verdadero terror en Lumpérica: objeto fálico y poderoso quepreside sobre la feminización de los destituidos cuerpos de los mendigos en la plaza pública, asícomo sobre la transformación de L. Iluminada en una figura de comunión prosopopéyica con238 Kadir,183.239 Brito, 129.

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