www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 86Fierro en los 1920 (Borges nunca se cansó de llamarlo “mi maestro”), Macedonio sólo publicósu primer libro, No toda es vigilia la de ojos abiertos (1928), a los 54 años de edad, trasenfática insistencia de Scalabrini Ortiz, Leopoldo Marechal y Francisco Luis Bernárdez. Desdeese momento, y culminando en la publicación póstuma del Museo de la novela de la Eterna(1967), Macedonio se convertiría en una de las mayores fuentes de alternativas al naturalismofotográfico y al costumbrismo pintoresco en el interior de la tradición literaria argentina.El primer rasgo del proyecto de Macedonio que adquiere especial interés para Piglia essu concepción de la literatura como desafío lanzado al futuro:Una de las aspiraciones de Macedonio era convertirse en inédito. Borrar sushuellas, ser leído como se lee a un desconocido, sin previo aviso. Varias veces insinuóque estaba escribiendo un libro del que nadie iba a conocer nunca una página. En sutestamento decidió que el libro se publicara en secreto, hacia 1980. Nadie debía saberque ese libro era suyo. En principio había pensado que se publicara como un libroanónimo. Después pensó que debía publicarse con el nombre de un escritor conocido.Atribuir su libro a otro: el plagio al revés. Ser leído como si uno fuera ese escritor. Por findecidió usar un seudónimo que nadie pudiera identificar ... Le gustaba la idea de trabajaren un libro pensado para pasar inadvertido. Un libro perdido en el mar de los librosfuturos. La obra maestra voluntariamente desconocida. Cifrada y escondida en elporvenir, como una adivinanza lanzada a la historia.La verdadera legibilidad siempre es póstuma.Un libro sin autor, una atribución falsa, un seudónimo: tres estrategias que operan diferentementesobre la función-autor 155 , tal como se ha entendido a ésta por lo menos desde la invención de laimprenta y el desarrollo de la intrincada red que liga la propiedad intelectual a la inmensa esferadelimitada por las muy inciertas nociones de autoría, estilo y expresión. Al final, Macedonio optópor la tercera alternativa, pero al concebir las dos primeras, mucho más raras y transgresoras,anunciaba unas cuantas paradojas sobre las que vale la pena reflexionar. El libro sin autorimaginado por Macedonio es un objeto singular, que bloquea toda referencia a cualquier origen, acualquier punto de anclaje trascendental (a diferencia de textos apócrifos como Las mil y unanoches, para los que se puede reconstruir un cierto suelo contextual). El libro sin autor sería eltexto utópico que exigiría ser leído en su pura inmanencia. Se trata de un objeto desprovisto detoda base que lo sostenga, que existe como pura mónada, más allá de la cual toda trascendenciaha sido eliminada. El libro sin autor imaginado por Macedonio sería una réplica del mundodespués de la muerte de Dios. Lo que interesa a Piglia es la idea de un libro anónimo queproponga un rompecabezas irresoluble, un texto necesariamente ilegible para su presente,jeroglífico utópico que fuera un puro anuncio de un porvenir inimaginable.Toda la obra de Macedonio no sería sino un anuncio de ese misterioso libro. Su obra155 La referencia al autor como función, más allá de todo contenido psicológico o biográfico,fue propuesta por Michel Foucault en “Qu’est-ce qu’un auteur?” Bulletin de la Société Françaisede Philosophie 63 (1969).
www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 87maestra, el Museo de la novela de la Eterna, se alimenta de un gesto doblemente utópico. Mirahacia atrás, al archivo de lo ya escrito, afirmando con humor y sin culpa la imposibilidad de laoriginalidad: “Todo se ha escrito, todo se ha dicho, todo se ha hecho, oyó Dios que le decían yaún no había creado el mundo, todavía no había nada. También eso ya me lo han dicho, repusoquizá desde la vieja, hendida nada. Y comenzó.” 156 Por otro lado, la novela mira hacia el futuro,multiplicando prefacios e introducciones a un texto que sigue para siempre no escrito, “un librocuya concepción misma excluye la posibilidad de darle fin” (PP 94). Todo en Macedonio tenía elcarácter de borrador inacabado o, como decía él, “novela que fue y será futurista hasta que seescriba” (211). Al “final” (el inconcluso final representado por la última versión corregida de sumanuscrito 157 ) Macedonio había acumulado un total de cincuenta y seis prefacios en que expusosu poética antinaturalista, anti-ilusionista, inventiva y autorreflexiva. Convertiría así la promesa deuna novela futura en la historia misma que había que narrar: explotan aquí todas las fronteras entrelo ficcional y lo teórico. A lo largo de los prólogos la novela macedoniana devela a sus mismospersonajes como seres de creencia y a su productor como un escritor indeciso. Este gesto seconvertiría en parte esencial de la práctica de Piglia, y de hecho confundió a algunos críticos. Unade las acusaciones lanzadas contra Respiración artificial era que “no contaba una historia”,cuando de hecho contaba tantas que el gran desafío para el lector era seguirle el hilo a todas ellas,juntarlas y componer el rompecabezas. De hecho, la queja revela la ansiedad provocada por lamezcla de géneros, especialmente la contaminación de la ficción por la teoría. No era la falta deuna historia, sino la presencia del pensamiento teórico en el interior de la ficción lo que molestabaa estos críticos, como si una novela que girara sobre sus propios códigos conceptuales de lectura,que hiciera de éstos su materia misma de reflexión, representara la amenaza de que, al fin y alcabo, los críticos literarios se habían vuelto obsoletos.Durante décadas Macedonio reescribiría el Museo sin publicarlo. Al alimentar lalegendaria expectativa por la novela, Macedonio insistía en dejar el futuro abierto como promesa:“Anhelo que me animó en la constitución de mi novela fue crear un hogar, hacerla un hogar parala no-existencia” (199), aserto en el que el término “no-existencia” designa el intervalo entre unapromesa y su realización; la verdadera inexistencia, para Macedonio, consistía en el aplazamientode algo al borde de su realización. Ahí armaba Macedonio el hechizo de su ficción: en el156 Macedonio Fernández, Museo de la novela de la Eterna, 1967, ed. César FernándezMoreno (Caracas: Ayacucho, 1982), 191. Los números de página se refieren a esta edición y sedarán entre paréntesis en el texto.157 Tras investigación textual minuciosa, de primer calibre, Ana María Camblong estableceel texto básico para la edición crítica de Archivos del Museo de la novela de la Eterna (1993)partiendo del último texto mecanografiado por Macedonio, cerca de 1947-8, y subsiguientementedado a Scalabrini Ortiz. Además de un dossier crítico con algunos de los mejores textos escritossobre Macedonio, la edición de Archivos incluye variaciones encontradas en varias otras copias yprólogos que Macedonio no incorporó a los últimos borradores. Se trata de una ediciónindispensable, que expande considerablemente sobre las otras tres, que habían sido organizadasimpecablemente, prologadas y anotadas por el hijo de Macedonio, Adolfo de Obieta: la primera enCentro Editor de América Latina (1967), la segunda como volumen IV de las Obras Completas deCorregidor (1975), y la tercera en Ayacucho (1982), con un prólogo de César Fernández Moreno.