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www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 73novelas nunca escritas por Borges.Dentro de la reconstrucción pigliana de la serie literaria argentina, Borges ocupa, dehecho, una posición muy particular, como culminación de las dos grandes corrientes del sigloXIX: la tradición modernizante y europeísta que abarca desde Sarmiento a Mansilla y más allá,así como, por otro lado, la apropiación letrada de lo popular en la gauchesca de Hidalgo, DelCampo, Ascasubi y Hernández. Borges representa el momento en que las técnicas propias aambas formas se enfrentan a su demolición final a manos de la parodia:Para tomar el caso del europeísmo, del cosmopolitismo, la genealogía extranjera denuestra cultura: tradición nacional, habría que decir, ligada a problemas básicos que laobra de Borges expresa con nitidez. Bastaría hacer la historia del sistema de citas,referencias culturales, alusiones, plagios, traducciones, pastiches que recorre la literaturaargentina desde Sarmiento hasta Lugones para ver hasta qué punto Borges exaspera ylleva a la parodia y al apócrifo esa tradición. En realidad, el tratamiento borgeano de lacultura es un ejemplo límite del funcionamiento de un sistema literario que ha llegado a sucrisis y a su disolución (CF 107-8).En el momento de culminación de la tradición erudita en Borges, la productividad de lo literariocomo signo de distinción social ya se había debilitado considerablemente. Operando sobre estelímite histórico, el gesto de Borges vaciaría el mecanismo ostentatorio de la cita de todaautoridad y fiabilidad, transformando las técnicas retóricas del europeísmo en un capítulo más dela biblioteca de Babel. Borges cerraría, por así decirlo, el ciclo histórico de la cita como distinciónde clase. A la erudición se le desproveía así de todo contenido, se la convertía en puro artificio,pura técnica, sintaxis vacía, mero procedimiento estructurante. La parodia borgeana introducía laliteratura a su impotencia en mantener los papeles de civilizadora y disciplinadora de la barbarie(Sarmiento), espejo autobiográfico de la élite (Cané, Mansilla) y purificadora del lenguaje nacionalcontra la neobarbarie de la inmigración obrera (Lugones). Con Borges, la cita entra en unadialéctica bastante diferente, en la que ya no funcionaría como instrumento de regulación de lapropiedad (propiedad lingüística, corrección, decoro), ni su consolidación y reproducción(propiedad económica, posesión, dominio). El funcionamiento de la cita en Borges destruye lainviolabilidad del terreno económico-ontológico de lo propio. Borges des-apropia la cita alsubrayar, a través de las referencias erróneas y atribuciones falsas, las relaciones entre parodia ypropiedad. He aquí una de las posibilidades de leerlo políticamente, más allá de susdesafortunadas elecciones ideológicas. “La verdad de Borges hay que buscarla en otro lado: ensus textos de ficción” (RA 157).La otra cara de la moneda del europeísmo residiría en la doma de la voz popular en latradición que abarca de Hidalgo a Hernández. La gauchesca sería, en Borges, la contrapartida delcosmopolitismo decimonónico en el sistema literario argentino. Borges habría también, segúnPiglia, cerrado esa tradición:Por un lado, la gauchesca, de donde toma los rastros de la oralidad, el decir popular y susartificios, y en esto se opone frontalmente a Lugones, al que le gustaba todo de lagauchesca salvo el lenguaje popular, y entonces veía al Don Segundo Sombra como la

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