www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 50postdictaduras conosureña y brasileña. Ninguna otra palabra resume de modo tan sucinto el rolde las ciencias sociales en la legitimación de la transición epocal. La gobernabilidad es unproblema que, por definición, sólo puede ocupar a los vencedores. Para los vencidos no hacefalta decir que la cuestión de la gobernabilidad no se plantea. Desde el punto de vista de losvencidos, en el concepto mismo se vislumbra una complicidad irrevocable con los vencedores.Habría que decir una palabra, sin embargo, acerca de la especificidad de la experienciaargentina respecto al significado de la palabra “transición”. En Brasil y Chile, las transicionesepocales del Estado al Mercado tuvieron lugar durante las dictaduras mismas, a lo largo deprocesos que duraron dos décadas y en los que incluso el retorno a la democracia fueestrechamente controlado y en última instancia hegemonizado por los mismos regímenes militares.Por otro lado, de la dictadura argentina (1976-1983), a pesar de que hizo lo que pudo paradesmantelar cualquier planificación estatal y desregular la economía, no se puede decir que hayarealizado esa transición epocal, al menos no de un modo tan claro. Es bien sabido que en 1983 elestado aún era responsable de una porción comparativamente grande de la economía argentina,en un momento en que la privatización se había realizado ya, en gran medida, en el resto delsubcontinente. Por numerosas razones históricas la transición argentina al mercado global tuvo uncarácter mucho más inestable que la de sus vecinos. Aunque la posibilidad de una resistenciasignificativa ya se había eliminado en 1976, los generales argentinos se enfrentaban a una clasetrabajadora cuyo grado de organización y sindicalización no tenía paralelo en el continente.Además de todo esto, Argentina, a diferencia de Brasil, vio surgir el fenómeno de las guerrillasurbanas armadas antes del golpe, especialmente en el período de 1973 a 1976, marcado por unaviolencia generalizada entre la izquierda y la derecha, violencia que progresivamente tomó, dehecho, el carácter de una masacre generalizada de la primera por la segunda (sobre todo a travésde la malhadada AAA - Alianza Anticomunista Argentina). Realizado este trabajo preparatorio, ladesregulación y privatización se lleva hoy a cabo por el mismo peronismo que una vez fue - o secreía que era, dicha ambigüedad siendo la marca misma del peronismo - el mayor obstáculo a suimplementación.Desalojados del poder de manera mucho más abrupta, los generales argentinos nuncadisfrutaron el control que tuvieron sus colegas chilenos y brasileños sobre la “transicióndemocrática”. La insistencia actual, por parte de intelectuales argentinos progresistas, en lanecesidad de defender y preservar la democracia institucional como un valor en sí, esconsiderablemente más enfática que en el resto de la región, y sin duda está relacionada con laespecificidad adquirida por la expresión “transición a la democracia” para los argentinos. Elúltimo y desesperado intento dictatorial de recuperar legitimidad sería la guerra suicida contraGran Bretaña, obvia maniobra en búsqueda de apoyo popular - más allá, claro, del hechoindisputable de que las Islas Malvinas pertenecen por derecho a la Argentina. Tras la derrota en elAtlántico sur los argentinos entrarían en el terreno afectivo propio de la postdictadura: laexperiencia de la derrota y la destitución. Un corto período de euforia seguiría la elección de RaúlAlfonsín en 1983, con el subsiguiente desencanto tras las sistemáticas concesiones de Alfonsín alos militares respecto a sus crímenes, así como al FMI en asuntos de política económica - por lacual se empezaría a realizar, en efecto, la transición definitiva al mercado transnacional. Estamodificación se emblematiza en la trayectoria de la palabra “imposible” en la cultura políticaargentina, como nota Oscar Landi: hasta el gobierno de Alfonsín, “la Argentina imposible”
www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 51designaba la pesadilla militar a la cual el país casi unánimamente se negaba a regresar. Después dela ascención al poder de la versión neoliberal-kitsch del peronismo representada por CarlosMenem, y de la puesta en marcha de la desregulación total de la economía argentina, “imposible”pasa a designar no el pasado distópico que se rechazaba, sino el proyecto utópico que se debíaabandonar. Se pedía ahora al país que renunciara a los sueños de un “futuro imposible” yacogiera el “realismo” del mercado. 99 Así, incluso en la dictadura argentina, más corta yeconómicamente menos fundacional, sigue siendo correcto hablar de una transición epocal delEstado al Mercado, quizás no llevada a cabo completamente, pero sin duda posibilitada ypreparada por el régimen militar. 1983 fue, no lo olvidemos, la primera vez en 40 años que elperonismo fue derrotado en elecciones libres; el candidato vencedor fue precisamente aquél cuyaretórica giraba alrededor del eje democracia / autoritarismo, este último asociado repetidamente,en los discursos de Alfonsín, no sólo a la dictadura de los años anteriores, sino también alautoritarismo de la izquierda armada de principios de los setenta, como si se tratara de dosviolencias del mismo orden. La polaridad entre democracia y autoritarismo se había convertido enla doxa de nuestra actualidad.3 - El giro naturalista y el imperativo confesionalEn la narrativa brasileña de los setenta el llamado romance-reportagem disfrutó unasólida, aunque no incontestada, hegemonía. Bajo la forma de ficcionalizaciones de noticiasescandalosas vehiculadas en los medios - estructuradas básicamente a partir de una estéticanaturalista - el romance-reportagem combinaba de forma paradójica un culto a la objetividad yla neutralidad con el mito del periodista valiente e intrépido que supera todos los obstáculos en labúsqueda de la verdad. 100 El romance-reportagem llenó, aunque de forma imaginaria, el vacíode información en la sociedad brasileña durante un período de censura en los medios. Lageneralizada sensación de que “están pasando muchas cosas de las que no sabemos nada”reforzó la fetichización de la información como una mercancía preciosa en sí, separada de losprocesos sociales a través de los cuales es producida y circulada. Ello coincidió con la llegada deuna serie de tecnologías de la comunicación en Brasil, en el contexto de modernizacióndependiente impulsada por la dictadura. Una versión completamente despolitizada de las cienciasde comunicación se convertiría, entonces, en el eje, tanto de la retórica modernizante de losmilitares - la nueva tecnología se presentaba como prueba de que “Brasil había llegado por fin al99 Ver el interesante análisis que ofrece Oscar Landi de este fenómeno discursivo, enReconstrucciones: Las nuevas formas de la cultura política (Buenos Aires: Puntosur, 1988).100 Dos de los textos típicos del giro periodístico de la novela brasileña del período son lasobras de Aguinaldo Silva, O Crime Antes da Festa (Rio de Janeiro: Lidador, 1977) y de JoséLouzeiro, Infância dos Mortos (Rio de Janeiro: Record, 1977). Flora Süssekind ofrece unabibliografía completa en Tal Brasil y Literatura. Ver también el notable análisis de Davi Ariguccien “Jornal, Realismo, Alegoria: O Romance Brasileiro Recente”, Achados e Perdidos (São Paulo:Polis, 1979), 79-115.