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www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 71posible.Derrotado por el experto, vuelto obsoleto juntamente con el ideólogo, el intelectualmoderno subsiste residualmente como especialista académico o comentarista cultural. Enrealidad, la emergencia misma de los estudios culturales no sería sino una expresión, un síntoma,por así decirlo, del proceso de inmanentización que impide la formulación de proyectos críticosintelectuales en el sentido moderno. Si el pensar de la totalidad se encuentra hoy obstaculizadopor una instrumentalización que reduce todas las disciplinas a su estatuto técnico, si todas lasepistemologías han sido reducidas a un tratamiento técnico de su objeto, si, por consiguiente, elproyecto kantiano - la investigación del suelo último - ya no es posible, ¿habría algo accidental enel hecho de que la única politización reciente del conocimiento tenga lugar desde una apelaciónantiteórica a la especificidad - ese caballo de batalla más propio al experto técnico? El empirismoque subyace a los estudios culturales - su visible resistencia a la teorización - sería comprensibleen este contexto. Habiendo heredado la voluntad política del intelectual moderno, pero siendo unproducto de la misma inmanentización, compartimentalización y tecnificación que han eliminado alintelectual, los estudios culturales se enfrentan a la tarea de reconciliar su vocación política con suestatuto epistemológicamente técnico: de hecho, la “cultura” se ha hoy transformado en unamanera técnica de hablar de política. En este sentido los estudios culturales vienen a sustituir, nouna moribunda institución literaria, como se ha afirmado - pueden aquéllos coexistir pacíficamentecon ésta, sin amenazarla, durante décadas, como en realidad ya ocurre - sino sintomatizar laimposibilidad de la filosofía. Su estatuto privilegiado como síntoma - los estudios culturales son, alfin y al cabo, el gran espacio donde pensarse hoy los vínculos entre polis y episteme - emerge dela misma tecnificación que ha sustituido al intelectual politizado de antaño por el expertopresuntamente neutral de hoy. Permanece por verse si la voluntad política que es parte vital de laempresa de los estudios culturales revertirá los efectos de esa división del trabajo, de esa sumisiónde lo político a lo técnico que es la condición de posibilidad de los estudios culturales tal comoactualmente los conocemos. 135CAPÍTULO 3UNA LECTURA ALEGÓRICA DE LA TRADICIÓN ARGENTINA135 A partir de la comprensión de esta conjunción entre tecnificación del saber y voluntadpolítica residual, se podría vislumbrar una crítica de la empresa de los estudios culturales que, alcontrario de los ataques recientes de Beatriz Sarlo y Leyla Perrone-Moisés, ya no sería una críticaesteticista, nostálgica, axiológica, sino que interrogaría a los estudios culturales por su voluntad depresente, por su reducción de todo lo otro, todo lo intempestivo, al horizonte de la cultura que, comotal, no puede sino ser el horizonte del presente, de la actualidad. En un castellano a la vez cristalino ybarroco, densamente conceptual y radicalmente poético, Federico Galende nos ha brindado el primertexto de esta crítica gaya de los estudios culturales, crítica que por ahora sólo podemos anunciarcomo promesa abierta por su texto: promesa de una práctica del pensar - pensar siempre opuesto,según Galende, a la gregariedad del saber - que pudiera “desamarrar al otro de su expropiación enla categoría, librar el presente a su desgobierno, perturbar la espera, extraer al cálculo surudimentaria y profética instrumentación, ... despojar a la política de la técnica con el fin dehospedarla en el corazón de un porvenir inconsumado.” Federico Galende, “Un desmemoriadoespíritu de época: Tribulaciones y desdichas en torno a los Estudios Culturales,” Revista de CríticaCultural 13 (1996), 54.

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