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www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 38subsiguiente censura y espectacularización de la información, la dictadura chilena hizo de latelevisión el eje clave de su intervención cultural. 68 Tal iniciativa formaba parte de una separaciónviolenta entre una cultura erudita dirigida a los ricos (opera, teatro clásico, etc.), una cultura demasas estereotípica y paralizante, dirigida a sectores más amplios de la población y,concomitantemente, la guetoización de las producciones artísticas populares y vanguardistas,ahora forzadas a confrontar no sólo la represión y la censura, sino también duras restriccionesfinancieras en un contexto dominado por los valores de mercado. Las nuevas condicionesforzaron a las producciones culturales no oficiales a debatirse entre la institucionalización y lamarginalidad; la necesidad de ruptura política y simbólica y la necesidad paralela, a menudocontradictoria con la primera, de una interlocución social a un nivel más amplio. 69La represión política alcanzó su auge en 1978-9, preparando el camino para la victoria dePinochet en el plebiscito constitucional de 1980 (en el que el espacio de debate fue, naturalmente,nulo) y la extensión de su presidencia hasta 1989. De forma paralela a esta escalada, sinembargo, la sociedad civil reemerge lentamente de la derrota. 1983 marca una ruptura importante:los exiliados comienzan a regresar, se levanta la censura de libros, 200.000 personas seconcentran en las calles para conmemorar el décimo aniversario de la muerte de Pablo Neruda, yuna vigorosa secuencia de protestas culmina en la huelga general convocada por la Confederaciónde Trabajadores del Cobre en mayo de 1983. Hasta 1987 se llevan a cabo alrededor de veinte“jornadas de protesta” de un día de duración, sobre todo en Santiago. 70 A diferencia de laresistencia armada a la dictadura brasileña a principios de los setenta, este movimiento seorganiza, fundamentalmente, a partir de la clase trabajadora. Las protestas alcanzan mayor fuerzaen las poblaciones, zonas pobres donde los trabajadores llegan a levantar barricadas y enfrentanuna violenta represión, en un episodio luego conocido como la revuelta de los pobladores. Hastabien entrados en la década, cuando ya se había logrado la democratización en gran parte delsubcontinente, los sectores más pobres de la sociedad chilena todavía enfrentaban una horriblerutina de allanamientos, secuestros y palizas. Fue también en estos sectores, sin duda, donde ladictadura militar encontró la más fiera resistencia.En el área de las artes vanguardista y popular, la oposición a la dictadura también se hizomás firme. En un contexto en el que el folklore chileno y la cultura popular se asociaban a lamemoria de la Unidad Popular, tales manifestaciones habían sido violentamente reprimidas y sus68 Pablo Sapag, “Chile: Experiencia sociopolítica y medios de comunicación”, CuadernosHispanoamericanos 482-3 (1990), 63-7.69 Los mejores análisis sobre el arte chileno sobre la dictadura se encuentran, por la finurade sus razonamientos e incomparable conocimiento del material analizado, en Pablo Oyarzún, “Arteen Chile de veinte, treinta años”, y Nelly Richard, Márgenes e instituciones: Arte en Chile desde1973, edición bilingüe (Melbourne: Art and Text, 1986). José Joaquín Brunner, Alicia Barros yCarlos Catalán ofrecen una compilación útil de las transformaciones culturales durante ese período,junto con una bibliografía social-científica, en Chile: Transformaciones culturales y modernidad(Santiago: FLACSO, 1989).70Gabriel Salazar, “Historiografía y dictadura en Chile (1973-1990)”, CuadernosHispanoamericanos 482-3, vol. 2 (1990), 87.

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