www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 160Monroe y Bette Davis, escucha insultos humillantes del director: “levanta ese rifle firme, imbécil!”(CD 36). La historia se cierra con el joven agarrando uno de los caballos en el escenario ycorriendo por las calles en un galope frenético que termina enfrente de un cine que da una películade Kung Fu. Allí el caballo arroja al chico, quien desgarra el poster de la puerta, límite metafóricoentre el miserable mundo de Caxias y las glamorosas fantasías de estrellato del protagonista. Laimagen final es de una caída en un abismo sin fondo, representada por el poster roto de Kung Fu,emblema del límite entre una realidad insoportable y un deseo inalcanzable.La mayoría de los cuentos de O Cego e a Dançarina dramatizan la desproporción entreel atractivo de la cultura de masas y la indigencia material y simbólica en que florece. Sinembargo, a diferencia de los días de críticas de la americanización informadas por la teoría de ladependencia, en las historias de Noll no hay traza de rechazo a ese imaginario. En “Marilyn noinferno,” al dejar el final abierto y nunca juzgar los sueños de estrellato del chico, Noll eligesimplemente señalar la estructura formal de su fantasía: nada más que un poster, imagendesprovista de toda profundidad, cuya destrucción le obliga a una caída libre hacia un más alládesconocido. La caída del chico sobre el poster de película puede ser tomada como un salto alsimulacro - un abrazo absoluto de su fantasía - o también como una caída a través de la fantasíaa lo real - entendido precisamente en el sentido lacaniano de núcleo traumático no simbolizable,estructurante de la fantasía. 275 En cualquier caso, el punto crucial es que el texto no provee unpunto de referencia seguro desde el cual el lector pueda observar y juzgar la caída. En los textosde Noll se vislumbra esa complicidad con los desamparados, hijos de la derrota que ahora hacende la basura de la televisión y las películas B su único hogar posible. Se trata de una complicidadresistente a definiciones, puesto que nunca está contaminada por ninguna piedad, resentimiento nisentimentalismo. Las hipérboles, exclamaciones y excesos sentimentales tan predominantes en laficción testimonial y periodística escrita en los setenta no está presente aquí. En una analogía a unmundo estimado por Noll, el de la música pop, se diría que sus narradores tienen mucho menosque ver con la ingenuidad sonriente de los tempranos Beatles o con la gesticulación explosiva delos Rolling Stones, que con el pesimismo oscuro y cínico de los Velvet Underground.La segunda novela de Noll, Bandoleiros, tiene lugar durante la visita del narrador a losEstados Unidos, tras la cual a él - también escritor - le preocupa el sentimiento de que se va sinnada que contar: “Eso nadie me lo perdonaría: haber conocido la América-América y no haberextraído de ella ninguna ficción” (B 144). Bandoleiros sería una contrapartida melancólica anumerosas narrativas de viajes en que los europeos regresaban de América enriquecidos enexperiencia, renovados por un contacto de primera mano con una alteridad incontaminada.Alrededor suyo el narrador sólo ve réplicas paródicas del más americano de todos los mitos, lahistoria de vida singular, individual. A lo largo de su estancia en EEUU escucha ecos de la retóricade una nueva cruzada moral, que sugerentemente recuerda el puritanismo e individualismo de laera Reagan. Tras subir al avión hacia Brasil, el protagonista da con un último espécimen de lapanglossiana doxa americana, esa creencia imbatible de que uno vive en el mejor de los mundos275 Para una instigante articulación de la noción lacaniana tardía de fantasía como el ejeestructurante a través del cual se puede lanzar un ancla a lo real, véase Slavoj Zizek, The SublimeObject of Ideology (Londres y Nueva York: Verso, 1989), 43-9, passim.
www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 161posibles:La chica me atendió con la cortesía monótona del personal de servicios americano. Noque yo prefiriese una chica malhumorada, pero era indiscutiblemente monótonoconfrontarme una vez más con aquella presteza impecable, aquella simpatía discreta dequien hace la cosa más importante del mundo, la creencia ciega de que cada uno da loque le corresponde por la grandeza de algo que termina siempre siendo un país (B 152).Sería instructivo comparar el relato de su estancia en Boston con otras narrativas de viaje en laAmérica contemporánea, sobre todo las de Wim Wenders y Baudrillard. En cuanto a áquel,César Guimarães há señalado que tanto en Der kurze Brief zum langen Abschied, de PeterHandke, así como en las varias películas de Wenders sobre América, “los mitos construidos porlos americanos para explicar su propia historia (y cuya gran fábula sigue siendo la conquista delOeste) representan no sólo una posibilidad de conocimiento, sino una oportunidad de contarhistorias,” 276 mientras que para Noll la banalidad ha saturado el horizonte de lo visible hasta talpunto que sólo en un momento en la narrativa puede el narrador anticipar, de mala fe, que“volvería al Brasil lleno de cosas nuevas para contar en los libros” (B 57). Mientras que elprotagonista de Der kurze Brief “aprende con los mitos americanos” y cree que “todavía hayalgo que ver y contar. No sólo en el paisaje, en la arquictectura de las ciudades, autopistas ydesiertos, sino también en las historias contadas por el cine americano” 277 , los narradores de Nollno reconocen en la cultura de masas ninguna historia de experiencias ya vividas, sino más biencontemplan una experiencia cosificada y saturada de clichés condenada a repetir, ad infinitum, losgiros lingüísticos de alguna película B o comedia de televisión: “pero todas las palabras quedecía, aquella casa, todo aquello me parecía de una película antigua” (HA 38). Como enAmérique, de Baudrillard, el simulacro impera. La diferencia entre Baudrillard y Noll, sinembargo, es que en el segundo no encontramos trazas de la fascinación que atraviesa el libro deBaudrillard, todavía demasiado moderno en su añoranza europea por una “utopía realizada” enAmérica. Baudrillard está sin duda más cerca de Humboldt y Tocqueville que de Noll, en el cultoanti-intelectual de la experiencia vivida (de cuya resurgencia estetizada en el siglo XX, apropósito, Benjamin sospechaba tanto, viendo en tal culto las huellas del fascismo): “Recorre diezmil millas en América y sabrás mucho más sobre este país que todos los institutos de sociología ode ciencias políticas juntos” 278 . Noll ciertamente se distanciaría de tal optimismo de viajero, yciertamente no por alguna confianza especial en la sociología o las ciencias políticas.Al volver a Río el narrador de Bandoleiros reflexiona sobre el fracaso de su último libro,Sol macabro, y sobre su matrimonio abortado con Ada, quien intenta a su vez recuperarse deuna desastrosa estancia en Boston. Al examinar su pasado, ve a su mejor amigo, João - su276 Guimarães, 161.277 Guimarães, 161-2.278 Jean Baudrillard, Amérique (París: Bernard Grasset, 1986), 109.