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www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 112para Nietzsche, caracterizaría todo poder creativo y afirmador de la vida.En el Brasil postdictatorial, donde últimamente el olvido más complaciente ha florecidohasta el punto de hegemonizar la polis y sus instituciones - determinando, incluso legislativamente,cómo se lidiará con el pasado -, hablar de cualquier tipo de olvido, no importa cuán activo, puedecausar algunos malentendidos. Al fin y al cabo, ¿no podría la literatura contribuir a preservar lamemoria nacional, garantizar aquella vigilancia mnemónica que evitaría que el pasado se repitiera?¿Sería la tarea nietzscheana del olvido activo aún válida cuando la derrota toma proporciones tangigantescas que parece haber destruido la misma memoria (o sea, aquello que, para Nietzsche,caracterizaría al derrotado en cuanto tal), impidiendo así incluso la consolidación de cualquierculpa, la admisión de cualquier deuda? ¿Cómo plantear la tarea del olvido activo cuando todoestá sumergido, no en la memoria, sino en el olvido pasivo, ese olvido que se desconoce a símismo, incapaz de sospechar de la poderosa operación represiva que subyace a su propioorigen? ¿Cómo avanzar el trabajo del duelo, la reconstitución y restitución del ego a su estadoprecario, pero indispensable, de equilibrio negociado, cuando uno es presa no del duelodepresivo (es decir, el rechazo a curarse), sino más bien del oximorónico duelo triunfante (esdecir, la ilusión de que uno sí se ha curado, ilusión mantenida a través de una retórica festiva yretumbante que impide que la pérdida se manifieste al nivel consciente)? ¿Puede uno, en estecontexto, plantear el tema del duelo sin hacer concesiones a cualquier teología negativa, acualquier absorción autodepreciativa en la abyección? ¿Puede el duelo ser una prácticaafirmativa? ¿Puede el duelo ser reinventado como positividad? ¿Se podría vislumbrar un trabajodel duelo que se realizara de la manera en que Nietzsche nos aconsejaba escribir, es decir, comosi estuviéramos aprendiendo a bailar?La decadencia del régimen militar brasileño a principios de los ochenta coincidió con unareevaluación del modernismo (de la vanguardia brasileña y de su herencia estética einstitucional) 183 en la que el crítico y novelista Silviano Santiago ocupó una posición fundamental.Santiago insistió en la necesidad de romper con una larga historia de lecturas celebratorias y abriralgunas fisuras en el monolítico y sofocante edificio del modernismo. “La cuestión es la siguiente:de qué manera la estética de la novela moderna genera hoy, para el joven escritor brasileño,trampas artísticas e ideológicas de las que se debe liberar, para cortar de una vez por todas elcordón umbilical que lo ata a esos ‘maestros del pasado.’” 184 Es difícil sobreestimar el alcance deesta pregunta. Más que las vanguardias hispanoamericanas, el modernismo brasileño enmarcódurante décadas el terreno en que tenía lugar el debate artístico. El examen del modernismopropuesto por Santiago incluía una reevaluación del canon, una relectura de las políticas literariasbajo el régimen de Vargas en los treinta y cuarenta, una interrogación del ideal letrado moderno y183 Se usan aquí los términos modernismo y modernista, subrayados, para aludir no sólo alfenómeno brasileño cuyo equivalente hispanoamericano se conoció como vanguardia, sino también yfundamentalmente al edificio institucional que se consolida a partir de los treinta alrededor del legadode la vanguardia del 1922, y que incluye una revisión del pasado brasileño, además de firmescriterios de canonización que sólo en los últimos años han sido cuestionados más enfáticamente.184 Silviano Santiago, “Fechado para Balanço (Sessenta Anos de Modernismo),” NasMalhas da Letra, (São Paulo: Companhia das Letras, 1989), 76.

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