www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 154descritos arriba tienen el objetivo común de restaurar una cierta narrabilidad a la experiencia,¿puede uno imaginar una literatura que fuera completamente extraña a esa empresa? Si laliteratura se rinde a su divorcio de la experiencia, si acepta ese divorcio como un dato, ¿qué es loque todavía puede hacer? Estas son las preguntas que enmarcan mi discusión de la ficción delbrasileño João Gilberto Noll.Noll debuta en 1980 con una colección de cuentos titulada O Cego e a Dançarina. Lasiguió con A Fúria do Corpo, Bandoleiros, Rastros do Verão, Hotel Atlântico, O QuietoAnimal da Esquina, y Harmada, 255 las dos primeras más cercanas a las problemáticas de unanovela, mientras que las demás muy próximas a la nouvelle: narraciones de ochenta, noventapáginas sobre personajes completamente ajenos al drama psicológico de la novela burguesaclásica. La longitud de los textos de Noll es en sí un elemento importante para el análisis: suconcisión funciona como índice de su autoborramiento, de su impulso hacia el silencio. La ficciónde Noll se escribe a partir de una crítica a lo que los brasileños llamamos un romanção, lamaquinaria narrativa cosmogónica y totalizante que encuentra su apogeo en La comédie humainede Balzac, modelo privilegiado de las varias sagas regionalistas y naturalistas modernas.Trataremos aquí principalmente de Bandoleiros y de las cuatro nouvelles que lo siguen, puestoque constituyen un grupo relativamente homogéneo de textos en que se desarrolla un mismoproyecto narrativo. 256 Como sugieren los títulos, los textos de Noll aluden invariablemente alugares transitorios, peregrinaciones, trazas y restos de la experiencia, escenarios sin historicidad,vaciados de progresión y tiempo:secándome las manos en el papel tuve un impulso de mirar alrededor buscando unreloj. Ahí me vino un suspiro, como si dijese: ¿para qué? (RV 9);esto era antiguo en mí: tener la noción de que precisaba hacer alguna cosa sinsaber exactamente qué. Mi costumbre era parar a medio camino, entretenido conalgún detalle que acababa cambiando mi rumbo. Hoy ya perdí las esperanzas derecuperar el recuerdo de lo que tenía que hacer al principio (RV 60).La acción se desplaza a oscuras calles laterales que han perdido sus nombres, casasabandonadas, basureros, plazas públicas en estado de descomposición, imágenes metropolitanascaracterizadas no por la profusión de signos y choques que marcaban la deriva del flâneurmoderno, sino más bien por escenarios como los de Quieto Animal da Esquina: “una callejuela255 Joâo Gilberto Noll, O Cego e a Dançarina, 1980, segunda edición (Porto Alegre:L&PM, 1986); A Fúria do Corpo (Rio: Rocco, 1981); Bandoleiros (Rio: Nova Fronteira, 1985);Rastros de Verão (Río: Rocco, 1986); Hotel Atlântico, cuarta edición (Río: Rocco, 1989); OQuieto Animal da Esquina (Río: Rocco, 1991); Harmada (Sâo Paulo: Companhia das Letras,1993), en lo sucesivo referidas por sus iniciales.256 A Fúria do Corpo es una novela notable, de hecho una de las mejores de las últimasdécadas en Brasil, pero difiere considerablemente de las otras y merecería un tratamiento separado.Para un análisis de A Fúria do Corpo, véase Silviano Santiago, “O Evangelho Segundo São João,”Nas Malhas da Letra 62-7.
www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 155fría que nunca baña el sol, de tan estrecha, sólo para peatones, con un constante olor a meados”(QAE 7). 257 No quedan en la ciudad marcas históricas; la metrópoli vive en un perpetuo dayafter, llevando en sí las marcas de una destrucción ya bloqueada de la memoria. Unos pocospersonajes, sobrevivientes, intentan extraerle significado al espacio desierto. Los frecuentes viajes- siempre sin equipaje: “antes de mirar compulsivamente al compartimiento de equipajes, se meocurrió el recuerdo de que no tenía nada conmigo” (RV 7-8) 258 - contrastan con la fuerteimpresión de que todos los lugares se parecen y de que la alteridad, en cuanto tal, corre el riesgode extinción. En la ficción de Noll, es totalmente indiferente estar en Río de Janeiro o en el Sur, enel Amazonas o el Noreste. Incluso en un país supuestamente tan diversificado como Brasil, labanal mismidad posmoderna cubre todo el territorio. Pasando por experiencias desprovistas decualquier marco temporal más allá de la sucesión esquizofrénica, no causal de los hechos, losnarradores-protagonistas de Noll obtienen y pierden empleos, son arrestados o llevados a algúnhospital psiquiátrico, escapan, son atracados o apaleados por la policía, se encuentran con genteque no parece tampoco ir a ningún sitio e invariablemente desaparecen sin dejar trazas. Tras unaspocas páginas el texto hace un alto, en una coda anticlimática y aparentemente arbitraria, dejandoal lector una incómoda sensación de incompletud. La labor textual de Noll consiste en convertiresa secuencia banal de hechos en una reflexión sobre la crisis de la narrabilidad de la experiencia.La paradoja propia de los textos de Noll es que nada parece permanente, todo está enflujo, pero las mismas nociones de devenir y cambio parecen inadecuadas. Noll seríaparadigmático de una antinomia contemporánea señalada por Fredric Jameson: “la equivalenciaentre un ritmo sin paralelo de cambio a todos los niveles de la vida social y la estandarización sinparalelo de todo - sentimentos y bienes de consumo, lenguaje y espacio construido - queparecería incompatible con tal mutabilidad.” 259 La incomodidad producida por los textos de Noll- la impresión de que todo está en flujo pero nada cambia, ya que la experiencia nunca seconvierte en saber narrable - tiene mucho que ver con un desplazamiento que impone la ficción deNoll a la tradición moderna y baudeleriana del flâneur. La figura del flâneur representa, en lareflexión de Benjamin, una clave alegórica de la crisis en la transmisibilidad de la experiencia.Radicalizadores de tal crisis, los personajes de Noll parecerían anunciar un mundo en que inclusola experiencia superficial y desatenta del flâneur ya no sería posible.257 Véase también el escenario en Rastros do Verão: “profundo silencio. Yo no veíapeatones ni autos. Aproveché la primera calle lateral para mear. En una punta de la calle se veía elpuerto, en la otra, casas de pequeño comercio, todas cerradas, ... pasos después yo veía el viejoMercado que bordea la Praça Quinze. Por la Praça Quinze caminaba sobre restos de frutas, sentíaconsistencias variadas sobre los pies, aplastaba uvas de días atrás. Nadie pasaba. Unos pocoscolectivos descansaban en sus terminales (10-1) . . . Una vitrina apagando sus luces, un hombrerecostado en un poste mirando su uñas, a cada cuadra, las calles más desiertas (92).258 En Hotel Atlântico el protagonista se registra en un hotel bajo nombre falso, mientesobre su estado civil e intenta eludir las sospechas del recepcionista cuando ve que no lleva equipaje(8-10).259 Fredric Jameson, “The Antinomies of Postmodernism,” The Seeds of Time (NuevaYork: Columbia UP, 1994), 15.