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www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 131presente que no sería más que su repetición compulsiva. Se trata, más bien, de recibir de unfuturo abierto - de lo que Benjamin llamó índice de la redención, la angosta puerta por la que elMesías puede en cualquier momento entrar (representada en Em Liberdade por la irrupción de1975 en 1937 cuando éste último soñaba con 1792) - el impacto que hace que el pasado serepita en tanto pasado en el presente, es decir, que interrumpe la coincidencia del presenteconsigo mismo, develando así la autodiscordia que fisura el presente y le confiere su fundamentointempestivo. No se trata, naturalmente, de que la muerte de Herzog retrospectivamente redimaalgo para Graciliano (esta sería la ideología del martirio), sino que la emergencia de aquél en elpresente de éste abre las puertas para que el pasado se inscriba como pasado, en toda suirreductibilidad. Y que el pasado se inscriba como pasado, como irreductiblemente fallido, seconvierte para él en la condición misma para que lo radicalmente otro sea imaginado.Em Liberdade no pone en escena, por tanto, una confrontación entre una concepción dehistoria que se basa en la repetición y otra que no. Más bien, la novela asume el atisbo de que nohay historia fuera de la repetición - siendo éste su gesto antivanguardista, o posmoderno - y pasaa oponer una interpretación de la repetición como la identidad de lo que regresa en el ciclo a otra,que la toma como el momento autodiferenciante del presente al ser interrumpido por lointempestivo. La primera da lugar a una concepción fatalista de la historia, según la cual el pasadoy el presente están ligados por enlaces de identidad, que invariablemente implican también unacierta relación de necesidad (el presente como consecuencia “natural” del pasado); la segunda,por otro lado, establece el fundamento de una concepción secular, pero mesiánica, de historia,en el sentido de que la posibilidad de un vínculo entre pasado y presente nunca está dada, sinoque debe ser inventada, redimida, rescatada de la narrativa histórica de modo que el futuro sigasiendo una promesa abierta, más que un telos necesario. 211 La concepción fatalista o cíclica de la“Ve este portón, ¡enano! Tiene dos rostros. Dos caminos se encuentran aquí; nadie haseguido a cualquiera de ellos hasta el fin. Esta larga pista a la vuelta dura una eternidad. La de allá,otra eternidad. Ellos se contradicen, estos caminos; se golpean cara a cara. Es aquí, en este portón,donde ellos se encuentran. El nombre del portón se inscribe arriba: “Instante.” ... ¿crees, enano, queestos caminos se contradicen eternamente?“Todo lo recto miente,” murmuró desdeñoso el enano. “Toda verdad es tortuosa; el tiempomismo es un círculo.”“¡Pesado espíritu! dije enfadado, no te lo hagas tan fácil! O te dejo postrarte donde ahora tepostras, pie-cojo; y ya te he traído alto.” (Also sprach Zarathustra, 1883-6, S.W IV., 200). De ahíparte Zarathustra para instalar la pregunta acerca de la dimensión pesadillesca del eterno retorno delo mismo. Para una crítica de la hipótesis cíclica, véase también Giles Deleuze, Différence etrépetition y Nietzsche et la philosophie (París: PUF, 1962).211 Desde su incepción, la deconstrucción ha insistido en que la concepción metafísica deltiempo asigna al futuro, ya sea en su versión escatológica, teleológica, apocalíptica, o cualquier otra,un locus inseparable de la presencia en cuanto tal. Es decir, el futuro imaginable por la metafísica--nunca a oponerse, desde luego, a otra representación “más verdadera,” “más adecuada”de aquél --está enteramente circunscrito en tanto futuro presente, es decir, aquello que será presencia[Anwesenheit] en un presente [Gegenwart] que aún no es. Para una confrontación con lamanifestación más vigilante de esta reducción, es decir, la analítica heideggeriana del Dasein, véaseJacques Derrida, “Ousia et Grammè: note sur une note de Sein und Zeit,” 1968, Marges de la

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