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www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 157de la experiencia: el flâneur es testigo de un mundo en que las memorias individuales le han sidoarrebatadas a la tradición colectiva. Lo que distingue al flâneur como figura moderna sería lamezcla particular y paradójica de complicidad y desdén que estructura su relación con las masasmetropolitanas. Parte de ellas, teniendo en ellas una precondición para su propia existencia (laflânerie es un fenómeno urbano por excelencia), y a la vez tomando de estas masas una distanciadespectiva, el flâneur habría representado esa reserva de ocio aún posible en un estadiomoderno e incompleto de la evolución del capital: “el ocio del flâneur es una protesta contra ladivisión del trabajo” 264 . En una comparación entre el “hombre de las masas” de Edgar Allan Poecon el flâneur baudeleriano, Benjamin señala que para el segundo aún era posible una ciertacompostura, pues “el París de Baudelaire preservaba algunos rasgos de los buenos, viejostiempos,” 265 por ejemplo en la seguridad de una mirada protegida de la calle por un vidrio o uncristal, mirada que ve sin ser vista. El flâneur es, entonces, un espécimen propio del momento delcapital en que aún se puede mantener algún punto ideal, arquimediano, al cual se confiere unacierta visión privilegiada de la totalidad. Tal figura depende, para su supervivencia, de lapersistencia de la tradición dentro de la metrópoli moderna. Tras la puesta en práctica deltaylorismo como lógica organizadora de la producción, el flâneur encontraría su límite histórico:la relación del flâneur con el tiempo sería de puro gasto, claramente en oposición al principiotaylorista de la máxima producción en el mínimo tiempo. “La obsesión de Taylor, y la de suscolaboradores y sucesores, es la ‘guerra a la flânerie’” 266 . El flâneur sería aquí emblema de unafigura moderna en todos los sentidos, posibilitada por la modernización y expulsada por estamisma modernización cuando ésta llega a un estadio más adelantado.El arte que atestigua la emergencia del flâneur - la tradición que va de Baudelaire a lavanguardia - es también el arte construido a partir de la voluntad de ostranenie, ese choque de lanovedad que desautomatizaría la percepción. Según Benjamin, Baudelaire era consciente, cuandopublicó Les fleurs du mal, de que “las condiciones de recepción de la poesía lírica se habíanvuelto más desfavorables” 267 , debido al hecho (moderno) de que “sólo esporádicamente lapoesía lírica preserva [wahrt] la experiencia de sus lectores” 268 . Reside aquí el origen de laobsesión vanguardista con la novedad: un arte ahora obsoleto en un mundo mercantilizado severía forzado a “hacer de lo nuevo su más alto valor” 269 . Lo que caracteriza el gesto baudelerianoes su creencia en el potencial redentor del choque de la novedad, la esperanza de que se pudieraallí ofrecer un vistazo al núcleo eterno escondido tras el velo mercantil. “Para Baudelaire, se264 Benjamin, Passagen, 445.265 Benjamin, “Über einige Motive bei Baudelaire,” 1939, G.S. I-2, 607.266 Friedmann cit. en Benjamin, Passagen, 453.267 Benjamin, “Über einige Motive,” 607.268 Benjamin, “Über einige Motive,” 608.269 Benjamin, “Paris, die Haupstadt des XIX Jahrhunderts.” G.S. V-1, 55.

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