www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 156Lo que Benjamin teorizó como la imposibilidad de convertir el momento vivido [Erlebnis]en materia narrable - o sea, “experiencia” en el sentido fuerte de Erfahrung - tiene raíces en larepetición interminable de la cadena de montaje. En la cadena de montaje, tomada como unemblema de la vida moderna, el sujeto se ve forzado a relacionarse con el tiempo como unaentidad externa a su existencia e historia personal. La producción automatizada sería el paradigmade este vaciamiento del tiempo: “el trabajador no especializado es el más degradado por la rutinade las máquinas. Su trabajo ha sido aislado de la experiencia.” 260 Si “los hábitos son la armazónde la experiencia,” 261 la cadena de montaje moderna transforma el hábito en un automatismo en elque ningún movimiento depende de ni aprende con el anterior. El pasado del sujeto se encontraríaasí bloqueado de su presente. Su trabajo no construiría ninguna memoria, sino que contribuiría asu liquidación. Cada operación del obrero moderno está disociada de la anterior precisamentepor ser su exacta repetición. Incluso los momentos de placer se transforman en huecostemporales, ya que la atrofía experiencial - la imposibilidad de organizar lo vivido en una narrativacoherente y significativa - vacía, de antemano, la relación del sujeto con el tiempo: “el hombre quepierde su capacidad de tener experiencias se siente arrojado hacia fuera del calendario. Elhabitante de la ciudad conoce esta sensación los domingos.” 262 Para Benjamin los domingos en laciudad serían la encarnación de la experiencia atrofiada, en una metáfora en que “domingo” noevoca ocio, mucho menos entretenimiento, sino más bien experiencia que es vivida, sufrida, perono procesada como material narrable, es decir, Erlebnis que nunca adquiere del todo el estatutode Erfahrung. Benjamin se refirió a este declive de la experiencia a partir de una crítica de lanoción nietzscheana del eterno retorno de lo mismo. 263 La expresión de Nietzsche describiría,para Benjamin, el estado preciso de la experiencia en el mundo moderno: una secuencia deretornos en que ningún presente acumula ni aprende nada del pasado, en otras palabras el eternoretorno como lugar absolutamente sin memoria - imagen, desde luego, apocalíptica paraBenjamin. La teoría de la experiencia en la modernidad sería así una teoría del empobrecimientode la experiencia, una teoría de su imposibilidad de constituirse en cuanto tal, precisamente por notransformarse en materia narrable, o por haber caído presa del eterno retorno.El carácter sintomáticamente epocal del flâneur surge de esta crisis en la transmisibilidad260 Benjamin, “Über einige Motive,” 632.261 Benjamin, Passagen, 355.262 Benjamin, “Über einige Motive,” 643.263 Varios fragmentos del Passagen-Werk, de Benjamin, hablan de la doctrina de Nietzschecomo la contrapartida cómplice del progresivismo historicista: “La creencia en el progreso y en unperfeccionamiento infinito - una tarea interminable para la moral - y la representación del eternoretorno son complementarios” (144); “El eterno retorno es la forma fundamental de la concienciamítica y prehistórica” (143); “En un fragmento, Nietzsche deja la exposición de su doctrina alcuidado de César, en lugar de Zarathustra. Es ello de gran importancia, pues revela percepción deNietzsche de la complicidad entre su doctrina y el imperialismo” (142). Quizás no se deba, sinembargo, abandonar la hipótesis de que la teorización benjaminiana acerca de lo mesiánico se podríareconciliar con un entendimiento diferencial y no cíclico del eterno retorno.
www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 157de la experiencia: el flâneur es testigo de un mundo en que las memorias individuales le han sidoarrebatadas a la tradición colectiva. Lo que distingue al flâneur como figura moderna sería lamezcla particular y paradójica de complicidad y desdén que estructura su relación con las masasmetropolitanas. Parte de ellas, teniendo en ellas una precondición para su propia existencia (laflânerie es un fenómeno urbano por excelencia), y a la vez tomando de estas masas una distanciadespectiva, el flâneur habría representado esa reserva de ocio aún posible en un estadiomoderno e incompleto de la evolución del capital: “el ocio del flâneur es una protesta contra ladivisión del trabajo” 264 . En una comparación entre el “hombre de las masas” de Edgar Allan Poecon el flâneur baudeleriano, Benjamin señala que para el segundo aún era posible una ciertacompostura, pues “el París de Baudelaire preservaba algunos rasgos de los buenos, viejostiempos,” 265 por ejemplo en la seguridad de una mirada protegida de la calle por un vidrio o uncristal, mirada que ve sin ser vista. El flâneur es, entonces, un espécimen propio del momento delcapital en que aún se puede mantener algún punto ideal, arquimediano, al cual se confiere unacierta visión privilegiada de la totalidad. Tal figura depende, para su supervivencia, de lapersistencia de la tradición dentro de la metrópoli moderna. Tras la puesta en práctica deltaylorismo como lógica organizadora de la producción, el flâneur encontraría su límite histórico:la relación del flâneur con el tiempo sería de puro gasto, claramente en oposición al principiotaylorista de la máxima producción en el mínimo tiempo. “La obsesión de Taylor, y la de suscolaboradores y sucesores, es la ‘guerra a la flânerie’” 266 . El flâneur sería aquí emblema de unafigura moderna en todos los sentidos, posibilitada por la modernización y expulsada por estamisma modernización cuando ésta llega a un estadio más adelantado.El arte que atestigua la emergencia del flâneur - la tradición que va de Baudelaire a lavanguardia - es también el arte construido a partir de la voluntad de ostranenie, ese choque de lanovedad que desautomatizaría la percepción. Según Benjamin, Baudelaire era consciente, cuandopublicó Les fleurs du mal, de que “las condiciones de recepción de la poesía lírica se habíanvuelto más desfavorables” 267 , debido al hecho (moderno) de que “sólo esporádicamente lapoesía lírica preserva [wahrt] la experiencia de sus lectores” 268 . Reside aquí el origen de laobsesión vanguardista con la novedad: un arte ahora obsoleto en un mundo mercantilizado severía forzado a “hacer de lo nuevo su más alto valor” 269 . Lo que caracteriza el gesto baudelerianoes su creencia en el potencial redentor del choque de la novedad, la esperanza de que se pudieraallí ofrecer un vistazo al núcleo eterno escondido tras el velo mercantil. “Para Baudelaire, se264 Benjamin, Passagen, 445.265 Benjamin, “Über einige Motive bei Baudelaire,” 1939, G.S. I-2, 607.266 Friedmann cit. en Benjamin, Passagen, 453.267 Benjamin, “Über einige Motive,” 607.268 Benjamin, “Über einige Motive,” 608.269 Benjamin, “Paris, die Haupstadt des XIX Jahrhunderts.” G.S. V-1, 55.