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www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 5Mientras que en el símbolo, con la transmutación de la decadencia, el rostrotransfigurado de la naturaleza se revela fugazmente a la luz de una redención, laalegoría ofrece a la mirada del observador la facies hippocratica de la historia entanto paisaje primordial petrificado. La historia, en todo lo que tiene, desde elcomienzo, de extemporáneo, penoso, fallido, se acuña en un rostro, no, en unacalavera . . . Este es el núcleo de la consideración alegórica, de la exposiciónbarroca, mundana, de la historia como historia sufriente del mundo. 2De ahí la conexión entre los emblemas alegóricos barrocos y la mercancía moderna: se trata enambos casos de un tiempo caído, ajeno a toda redención. Un tiempo que sólo se deja leer en lacruda materialidad de los objetos, no en la triunfante epopeya de un sujeto. Los índices delfracaso pasado interpelan al presente en condición de alegoría. En la alegoría, según Benjamin,“no hay el más remoto vestigio de una espiritualización de lo físico, sino el último estadio de unaexternalización”, 3 afirmación del afuera más absoluto que sería la dimensión utópica propiamentedicha de la alegoría.Definición clásica, es decir, romántica, goetheana, de alegoría: relación convencional entreuna imagen ilustrativa y un sentido abstracto. Nada resume mejor la concepción de alegoría con laque hay que romper. Al interior de la estética romántica, la primacía de la interioridad de un yoque se quiere inmune a fracturas y el privilegio del símbolo sobre la alegoría son, rigurosamente,dos caras de la misma moneda. La lectura clásico-romántica de la alegoría recibe su formulaciónmás acabada en Goethe:Asimismo, Hegel:Hay una gran diferencia entre el poeta que busca lo particular desde lo general yel que contempla lo general en lo particular. Del primer procedimiento surge laalegoría, en la cual lo particular sólo sirve como instancia o ejemplo de lo general;el segundo, en cambio, es la verdadera naturaleza de la poesía: la expresión de loparticular sin ninguna referencia a lo general. 42 Walter Benjamin, Ursprung des deutschen Trauerspiels, 1928, Gesammelte Schriften,ed. Rolf Tiedemann y Hermann Schwepenhäuser (Frankfurt a.M.: Suhrkamp Verlag, 1982), I-2,289-90. En todo lo subsiguiente las citas de Benjamin se traducen desde esta edición. En esta cita enparticular, la traducción es mía hasta “petrificado.” La segunda parte es una apropiación de laversión de Pablo Oyarzún, citada en su “Sobre el concepto benjaminiano de traducción”,Seminarios de Filosofía 6 (1993): 88-9. También se citará aquí “Sobre el concepto de historia” enla luminosa traducción de Oyarzún al castellano. La dialéctica en suspenso: Fragmentos sobre lahistoria. Trad., intro. y notas de Pablo Oyarzún (Santiago: ARCIS-LOM, s.d.). 45-68.3 Benjamin, Ursprung, 312.4 Johann Wolfgang Goethe, Maximen und Reflexionen, Sämtliche Werke, vol. 17 (Munich:Carl Hanser, 1991), 767.

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