www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 74culminación del género, la temática del género pero en lengua culta y modernista. Laguerra gaucha. Adecentar la épica nacional. Borges, en cambio, percibe la gauchesca, porsupuesto, antes que nada como un efecto de estilo, una retórica, un modo de narrar.Aquello de que saber cómo habla un hombre, conocer una entonación, una voz, unasintaxis, es haber conocido un destino (CF 124).Para reevaluar el locus de lo nacional en Borges sería imperativo empezar con la lectura de lagauchesca en tanto tono, lectura que alimentaría sus tres colecciones de ensayos publicadas enlos años veinte (Inquisiciones, El tamaño de mi esperanza, El idioma de los argentinos, obrasde las que después renegaría), así como los duelos de honor y exhibiciones de coraje en suficción posterior. Hay, es cierto, una fuerte vena populista que atraviesa toda la obra de Borges,“la idea de que la biblioteca, los libros, empobrecen y que las vidas elementales de los hombressimples son la verdad” (CF 131). Esa oposición, a pesar de su simplismo, sigue siendo esencialpara definir la relación de Borges con la gauchesca. Piglia recuerda cómo, en el prólogo a Elidioma de los argentinos, Borges se definía como “enciclopédico y montonero” (AP 103), dospalabras que condensaban los cuerpos de las dos tradiciones - populismo versus vanguardia,digamos - que seguirían produciendo una de las grandes tensiones de toda la literatura argentina.En la apropiación letrada de la voz del gaucho por la gauchesca, la emergencia del mismo génerosería un marco de la derrota histórica del gaucho, como si el culto al heroísmo - ver MartínFierro, la ida - y al patriotismo - ver Martín Fierro, la vuelta - compensaran imaginariamente susojuzgamiento y proletarización. En este sentido el género no fue sino un réquiem: su tono épico yaltisonante replicaba negativamente la derrota histórica del gaucho. Borges exacerba esa derrota,hace visible su ineluctabilidad. El universo gaucho, desde Borges, no puede ser otra cosa que unobjeto perdido: el gaucho se convertía ahora en orillero, habitante de esas zonas limítrofes queespacialmente alegorizan la transición temporal de una estructura social a otra. Al tematizar laimposibilidad del heroísmo en un mundo que cada vez prescindía más de él, Borges escribiría elepitafio del género. “Borges trabaja muy explícitamente la idea de cerrar la gauchesca, escribirle‘el fin’” (CF 125).Desde “Hombre de la esquina rosada” y “El fin” hasta “Historia de Rosendo Juárez,” 137Borges desarrollaría una microscopia de la decadencia gradual de la gauchesca. Se trataba deretratar el código de honor del gaucho en tanto anacronismo, es decir, en su condición de objetoperdido. En “Hombre de la Esquina Rosada,” el foco no es la defensa del honor en el duelopúblico, sino el asesinato cobarde cometido por el narrador. No se lleva a cabo ningunavenganza: el hombre desafiado se va sin vengar su honor. El cuento disuelve el principio deinteligibilidad del género gauchesco, manteniendo, a la vez, su tono, escenas, y especialmente lamúsica de su voz; para Borges, la materia prima del género había que encontrarla en “el truco ysu conversación hecha de desafíos, donde el idioma es otro de golpe, en el ritmo de guerra yfiesta conversada de la milonga, en las narraciones de duelos y venganzas que se dicen entre sí los137 Publicados, respectivamente, en Historia Universal de la infamia, 1935, Prosacompleta, vol. 1 (Buenos Aires: Emecé, 1979), 291-8; Ficciones, 1944, Prosa completa, vol. 2,221-4 y El informe de Brodie, 1970, Prosa completa, vol. 4, 25-30.
www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 75pobres.” 138 El análisis de Josefina Ludmer hace visible cómo Martín Fierro, el héroe popular de lagauchesca, termina la Vuelta (1879), de José Hernández -- el retorno del héroe siete añosdespués de su debut en La Ida (1872) -- hablando un lenguaje legalista e impersonal,(con)fundiendo justicia y ley, hablando, de hecho, desde el punto de vista de la ley. Lo queBorges hizo con el Martín Fierro de Hernández fue ponerlo en la posición en que Hernández lohabía dejado en la Vuelta, es decir, como un representante de la emergente legalidad estatal. En“El fin” borgeano, Fierro, convertido en funcionario estatal, encuentra la derrota a manos de lajusticia popular representada ahora por un sirviente negro. El momento de cierre del género habíasido el abandono definitivo, por parte de Hernández, del ventriloquismo de la “voz” del gaucho -intento de representación de una autoctonía gaucha, visible en la Ida - en el momento en que lafigura del gaucho pasa a confundirse, en la Vuelta, con la del estado. Borges restaura la justiciapopular oral - en su no coincidencia, su diferendo irreductible con la ley estatal codificada - alhacer que el criado se vengue de un Martín Fierro ya completamente convertido en funcionarioestatal. De cierto modo, Borges le hizo a Hernández lo que Hernández le había hecho a Fierro: lamemoria del héroe popular se había convertido, en la apropiación letrada de Hernández, en unazona de tránsito cubierta ya por la unificación jurídica estatal. Borges procede llevando a suslímites la estrategia más propia del género. Si Fierro había abandonado las filas de la memoriapopular, convirtiéndose en ejemplo de patriotismo domesticado, entonces había que sacrificarlo amanos del miserable anónimo: el sirviente negro vence a Fierro en un duelo abierto, justo, utópico.La justicia popular se venga de la ley, y la ley del género encuentra su cierre epocal.Borges clausura, entonces, según la interpretación de Piglia, las dos líneas maestras de laliteratura argentina del siglo XIX. De ahí la afirmación de Renzi, en Respiración artificial, de queBorges fue el mejor escritor argentino del siglo XIX, “lo que no es poco mérito si uno piensa queen ese entonces escribían Sarmiento, Mansilla, Del Campo, Hernández” (CF 123). Elanacronismo deliberado del aserto, pronunciado en esos términos epigramáticos y concluyentesque reserva Piglia para las proposiciones teóricas intercaladas en la ficción, 139 producía el138 Josefina Ludmer, El género gauchesco: Un tratado sobre la patria (Buenos Aires:Sudamericana, 1988), 225. La hipótesis de Ludmer acerca del género se estriba en la fórmula “lavoz (del) ‘gaucho’,” donde son significativos tanto las comillas como el genitivo entre paréntesis. Elgénero separa la legalidad de la ilegalidad, define el espacio de enunciados posibles sobre el gaucho,mapea y disciplina los cuerpos. El género elabora el sistema de leyes según el cual la representacióndel gaucho se hace concebible: “el género es un tratado sobre los usos diferenciales de las voces ypalabras que definen los sentidos de los usos de los cuerpos” (31). Para el género, el gaucho existecomo un cuerpo usable, coextensivo a la emergencia del signo social del gaucho patriota. Comotales, los gauchos se vuelven citables por el género a cambio de ser al final incorporados a laempresa unificadora estatal. La gauchesca hace legible esa época, “porque está escrita en la voz, enla escritura de la voz del otro” (43). El género hace la crónica del exilio de la voz “gaucha.” Si elcierre del género tiene lugar con la Vuelta de Martín Fierro, de José Hernández (1879), donde lavoz “gaucha” se convierte en una institución absorbida por la legitimidad estatal, Borges pone fin almomento histórico caracterizado por “el uso del género para pasar a otro género literario” (41).139 Sobre lo epigramático en la ficción de Piglia, véase la interesante entrevista de MarinaKaplan, “Between Arlt and Borges: Interview with Ricardo Piglia,” New Orleans Review 16(1989): 64-74.