www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 170aquél que no quiere ir a punto alguno, aquél que en microexplosiones se disuelve en la lisa pantalladel ciego” (H 80). Este es el lenguaje que lo reconecta con las fundaciones de la polis: un lenguajeque se abre a lo contingente, lo aleatorio, como en el balbuceo puramente afectivo de un niñomudo.Harmada revisita así el romance de fundação, la tradición novelística brasileña que sepregunta por el momento fundacional de la polis. Tal tradición, de José de Alencar a JorgeAmado y João Ubaldo Ribeiro, ha ofrecido algunas de las versiones más ideológicas y totalitariasde la historia brasileña. De modo teatral y estilizado, Harmada revisita esta tradiciónirónicamente: el retrato ya no es de una fundación heroica, sino más bien un acto de memoria queintenta reconstruir las ruinas. Mientras que los textos previos de Noll deconstruíancuidadosamente la experiencia individual y el nombre propio, Harmada representa el regreso auna imagen fantasmal, espectral, del pasado colectivo. El encuentro entre la figura histórica delprotagonista y el fundador mítico de la ciudad en la escena que cierra de la novela, nos sitúa entreel regreso espectral de fragmentos pasados y la imagen de un futuro que permanece abierto. Elregreso de la dimensión colectiva no implica aquí una afirmación confiada y activista de unprograma político. El momento afirmativo del texto yace en la sugestión de que en el lenguajebalbuceante y presimbólico del niño mudo se vislumbraría una relación alternativa con la polis.Los murmullos incoherentes del niño parecieran preservar espectros y fantasmas supuestamenteexorcizados. En un círculo completo, entonces, desde la deconstrucción del nombre propio a unvago, frágil regreso de lo colectivo, Noll parece sugerir que la literatura aún podría, al menos,tener una tarea afirmativa: develar la melancolía y el duelo irresuelto enterrados bajo los heroicosmitos de fundaciones e identidades.CAPÍTULO 8LA ESCRITURA DEL DUELO Y LA PROMESA DE RESTITUCIÓNLa ciudad real se despedaza en la memoria, ahora es sólo una estampagolpeteada y cincelada para el sueño, irregular, antigua, con ese aireespeso anterior a la tormenta que agrava los monumentos y las fachadasde piedra.. . . Es la misma, pequeña ciudad. Pero ¿por qué vuelve? ¿Quécuentas viene a saldar, qué recriminaciones lanza, qué amargos reprochessegrega? El sueño es también eso: un recordatorio de lo que no se havivido, de lo que pugnaba por dejar una huella en nosotros, sinconseguirlo.(Tununa Mercado) 283283 Tununa Mercado, Canon de alcoba (Buenos Aires: Ada Korn, 1988), 52-3.
www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 171me pruebo en el lenguaje en que compruebo el peso de mis muertos.(Alejandra Pizarnik, 1970-71) 284En un artículo sobre lo que llama la “crisis del acto testimonial” [crisis of witnessing]desencadenada por el Holocausto, Dori Laub, psicoanalista y fundador del Archivo Fortunoff deVídeos sobre Testimonios del Holocausto, recuerda a un sobreviviente que hizo la siguienteafirmación: “Queríamos sobrevivir a Hitler por un día, para poder contar nuestra historia”. 285 Lacrisis del testimonio emergería entonces del abismo que existe entre el imperativo irreductible denarrar y la percepción angustiosa de que el lenguaje no puede expresar completamente talexperiencia, de que ningún interlocutor consigue capturar su dimensión real, ni siquiera escuchar elrelato con suficiente atención. Si el trabajo del duelo sólo puede llevarse a cabo a través de lanarración de una historia, el dilema del sobreviviente reside en el carácter inconmensurable eirresoluble de esa mediación entre experiencia y narrativa: la organización diegética misma delhorror vivido es percibida no sólo como una intensificación del propio sufrimiento, sino, lo que espeor, como una traición al sufrimiento de los demás. El sobreviviente de la hecatombe es víctimade esa parálisis simbólica: nunca narra lo que hay que narrar. La narrativa estaría siempreatrapada en un plus o en una falta, excesiva o impotente para capturar el duelo en toda sudimensión. Llevar a cabo el trabajo de duelo presupone, sin duda, la elaboración de un relatosobre el pasado, pero el sobreviviente del genocidio tiene que enfrentarse con un escollo en elmomento en que intenta transmitir su experiencia: la trivialización del lenguaje y la estandarizaciónde la vida, que vacían de antemano el poder didáctico del relato y lo sitúan en una aguda crisisepocal, derivada precisamente de ese divorcio entre la narrativa y la experiencia. 286 En el casorelatado por Dori Laub, el sobreviviente ve en la nueva y recompuesta familia un conjunto deseres extraños y hostiles, quienes “se negaban a sustituir y a encajar en el mundo de los padres,hermanos e hijos que había sido destruido tan abruptamente”. 287 La imposibilidad de reemplazaral objeto perdido es reforzada por la supuesta indiferencia del objeto substituto, lo cual, a su vez,agudiza la sensación de que la experiencia de la pérdida no puede ser traducida al lenguaje.El sobreviviente confronta así un agujero negro en la función restitutiva del duelo. Tododuelo demanda restitución, no porque se desee restaurar el estado anterior a la pérdida - el284 Alejandra Pizarnik, Textos de sombra y últimos poemas, Obras completas: Poesía yprosa (Buenos Aires: Corregidor, 1998), 223.285 Dori Laub, “Truth and Testimony: The Process and the Struggle ”, en Trauma:Explorations in Memory, ed. Carol Caruth (Baltimore y Londres: Johns Hopkins UP, 1995), 63.286 Acerca de la crisis de la transmisibilidad de la experiencia en su relación con un decliveepocal del arte del relato, véase Walter Benjamin, “Der Erzähler. Betrachtungen zum Werk NikolaiLesskows” 1936, G..S., II-2, 438-65.287 Dori Laub, “Truth and Testimony”, 63. Sobre las vicisitudes del acto testimonial en lapostcatástrofe, véase también Shoshana Felman y Dori Laub, Testimony; Crisis of Witnessing inLiterature, Psychoanalisis and History (Nueva York y Londres: Routledge, 1992).