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www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 63como para los anonadados personajes. Estas alegorías nos presentan, por tanto, un mundodesprovisto de todo afuera, donde el fundamento último se ha hecho invisible. No por casualidad,todas ellas tienen lugar dentro de un espacio circunscrito: una casa, un pueblo o una repúblicaimaginaria, imágenes de la petrificación de la historia característica de toda alegoría. Mas allá delos muros alegóricos, puede existir un dominio o una lógica alternativa, pero ese espacio se havuelto innarrable. El lenguaje de la derrota sólo puede narrar la radical inmanencia de la derrota.La historia se presenta en esas alegorías como proceso absolutamente destrascendentalizado,en el cual ya no se puede atribuir hecho alguno a la acción de una concienciao sujeto. El orden en que se transita revela tal arbitrariedad o gratuidad que viene a ser asociado,intra y extradiegéticamente, con la naturaleza misma. Los bueyes vienen y se van por ningunarazón en A Hora dos Ruminantes, los adultos defienden un orden sobre el cual no ejercen ningúncontrol en Casa de campo. Es casi como si los opresores fueran tan accidentales al marco de ladominación como los oprimidos, ambos superfluos ante el desarrollo de una pesadilla que pareceoperar de acuerdo a sus propias reglas inmanentes, como una ley gravitacional o atracciónmagnética. Inescapable, inexplicable e inatribuible a cualquier principio trascendental, la derrotasurge, en estos textos, como una experiencia irreductible. Mientras que en una poética simbólicala inmanencia del acontecimiento era siempre recuperable desde un principio ontológico, laalegoría desafía toda trascendentalización, es decir toda interpretación: “la interpretaciónalegórica es entonces, fundamentalmente, una operación interpretativa que comienza porreconocer la imposibilidad de la interpretación en el sentido antiguo, y por incluir esa imposibilidaden sus propios movimientos provisionales o incluso aleatorios”. 120La alegoría se arrastra, entonces, en la inmanencia. Si la llegada de las dictaduras y laconsiguiente transición del Estado al Mercado son coextensivas a la decadencia del boom (el finde la posibilidad de una sustitución compensatoria de la política por la estética), la emergencia deesas máquinas alegóricas que intentan elaborar la catástrofe dictatorial también sería coextensiva ala decadencia definitiva de las poéticas mágico-realista y fantástico-realista en América Latina.Mientras que éstas últimas hicieron del símbolo el principio de unificación por el cual la dispersiónde los hechos podía ser recogida y alzada por una clave maestra (de ahí todas la metáforas deidentidad nacional o continental en el boom), el fin de la posibilidad de un capitalismoindependiente, autosostenido nacionalmente, el paso al horizonte planetario del Mercado bajo lasdictaduras, la sumisión de todos los enclaves pre-modernos a la lógica del capital global (del talmanera que esos enclaves pueden continuar existiendo, pero ahora producen valor para elmovimiento desigual y combinado del capital, más que formas alternativas de valor) coinciden conla primacía de lo alegórico. Si el principio fundamental se ha hecho invisible, si uno ya no puedehistorizar un mapa que ha cubierto todo el territorio (como en el célebre cuento de Borges, élmismo una anticipación alegórica de la actual pesadilla), la totalidad infisurada del símbolo darálugar a la vacilación fragmentaria de la alegoría. Mientras que el boom narraba el singular poderde la literatura para presentar una síntesis nacional o continental, las alegorías de la dictadura no120 Jameson, Postmodernism, or, the Cultural Logic of Late Capitalism (Durham: DukeUP, 1991), 168. Ver también el comentario de Paul de Man: “Las narrativas alegóricas cuentan lahistoria de un fracaso en la lectura”. Paul de Man, Allegories of Reading: Figural Language inRousseau, Nietzsche, Rilke and Proust (New Haven y Londres: Yale UP, 1986), 205

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