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www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 61con las manos en forma de copa para evitarle al perro la inconveniencia de beber de lafuente (36-7). 117Cuando los perros se van es hora de tragarse la humillación, fingir que nada ha pasado y abrazarel olvido: “nadie quería hablar de los perros; pero el recuerdo de ellos estaba en todas partes”(38). Con la segunda invasión el pueblo queda prácticamente destruido. Miles de bueyesaparecen como de la nada, atascando las calles, la iglesia, llenando las carreteras hasta lospueblos vecinos e impidiendo que la población salga de sus casas: “cuando una ventana eraabierta no se la podía ya cerrar, no había fuerza que pudiera tirar de aquella masa elástica decuernos, cabezas y pescuezos que habían ocupado el espacio” (84). La ocupación parece duraruna eternidad: muchos habitantes del pueblo se mueren de hambre, mientras otros mueren en elintento de llegar a casas de familiares andando sobre las espaldas de los bueyes. Tras una largaestancia los bueyes desaparecen del mismo modo que vinieron, y los sobrevivientes se juntan,eufóricos con las noticias pero completamente incapaces de reconstruir un pueblo lleno de barro yexcrementos. Encienden una hoguera en la cima de una colina y miran incrédulamente al paisajedesolado. Alguien les informa que también los extranjeros se han ido.Las tres novelas nos retrotraen al inmenso problema de la alegoría. La primeraobservación crucial que hay que hacer tras leer estas representaciones alegóricas de la dictadura(y las décadas recientes han testimoniado una verdadera proliferación de ellas) 118 es que la antiguaconfrontación mágico-realista entre una visión de mundo subalterna, “maravillosa”, y el lugar deenunciación moderno o secular desde el que esa subalternidad precapitalista era representada (o,mejor aún, la sumisión de la primera a la segunda) ha desaparecido. En otras palabras, el efectomágico en Asturias, García Márquez, o el Carpentier de El reino de este mundo, o incluso elelemento fantástico en Cortázar, surgían de alguna instancia irreductible al mundo moderno delcapitalismo, de la separación de esferas y de la racionalización, sea la calidad seductora de lascosmogonías indígenas o precapitalistas en lo real maravilloso o mágico, sea, en lo fantástico, lasingular epifanía estética que desautomatizaba la repetición insoportable de la atrofiadaexperiencia moderna. Los realismos mágico y fantástico dependían, entonces, para su efecto, delconflicto, o al menos de la yuxtaposición, de dos lógicas irreconciliables. En el caso de lassociedades más rurales en que floreció el realismo mágico de estirpe asturiana, este conflicto eraprontamente reconocible como el de dos modos de producción: un aparato narrativo yamodernizado luchaba con un material folklórico o cosmogónico que no se dejaba incorporar adicho aparato sin una previa domesticación, subyugación constitutiva de ningún modo desprovista117 Los números de página se refieren al original portugués, A Hora dos Ruminantes, 1966,decimosexta edición (São Paulo: DIFEL, 1984).118Véase, entre otros, Cuarteles de invierno, de Osvaldo Soriano (Buenos Aires:Sudamericana, 1988), en que el mundo de los deportes alegoriza la lucha entre varias clasesargentinas respecto al legado del peronismo, o Incidente em Antares, de Érico Veríssimo, 1971, 29aedición (Rio: Globo, 1978), en que el imaginario pueblo de Antares - representación microcósmicade la política oligárquica brasileña - sirve como perturbador escenario en que los muertos selevantan para afirmar sus derechos.

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