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www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 13producción (y sus lógicas respectivas), el fundamento de esas tiranías o catástrofes se haceinvisible a los personajes, narrador y lector, inimputable a la voluntad o la acción de cualquiersujeto. La rígida circunscripción espacio-temporal común a estos textos se analiza dentro de estemarco: despliegan, al fin y al cabo, la petrificación de la historia característica de la alegoría. Estainmanentización radical se vincularía, a mi modo de ver, con la experiencia de la derrota, cuyaréplica tropológica reside en el concepto de alegoría: derrota histórica, inmanentización de losfundamentos de la narrativa y alegorización de los mecanismos ficcionales de representación,serían teóricamente coextensivos, cooriginarios. Se demuestra así que la alegoría no tiene nadaque ver con una simple sobrecodificación de un contenido idéntico a sí mismo, que se camuflaríapara escapar a la censura. En contraste con esta visión instrumentalista, se sostiene que el girohacia la alegoría equivale a una transmutación epocal, paralela y coextensiva a la imposibililidadde representarse el fundamento último: derrota constitutiva de la productividad de lo literario,instalación, en fin, de su objeto de representación en cuanto objeto perdido.Estas grandiosas máquinas alegóricas, empero, traicionaban inconfesada nostalgia por latotalidad infisurada del símbolo: revelaban, a contrapelo, su naturaleza híbrida. Aunque suinmanentización del principio narrativo organizacional, su petrificación de temporalidad, surechazo de cualquier recolección trascendental de la facticidad diegética, manifestaban, sin duda,un abrazo del imaginario alegórico, si bien su tono melancólico y doliente los volvía másconsonantes con la alegoría que con el símbolo, aún así estos textos poseían esa redondezacabada característica de los modos simbólicos. Su petrificación de la historia se inscribíainvariablemente en ciclos totalizantes - invasión de la ciudad, destrucción y alejamiento en J. J.Veiga y Daniel Moyano; opresión, revolución y contrarrevolución en José Donoso -, los cualeshacían de la derrota nada más que un momento en una progresión teleológica más amplia, decarácter casi siempre apocalíptico o redentor. Por debajo de la alegorización de la historia - supetrificación, su coagulación como mónada - uno podia aún vislumbrar el grandioso flujo de undevenir que procedía cíclicamente. Esto equivale a decir que la aceptación de la derrota era, enestos textos, parcial y contradictoria: al mismo tiempo que hacían ineludible la experiencia de laderrota (al retratar, en toda su irreductibililidad, la desolación de la catástrofe), la acolchonabanbajo la grandiosa narrativa de ascensos y descensos propia al símbolo. De ahí la naturalezatransparente de estos textos, la tabla de equivalencias - obvia en algunos casos - que se dejabaestablecer entre ellos y las historias a las que aluden (Casa de campo, de José Donoso esparadigmática en este aspecto: casi todos los elementos de la novela podían ser interpretadosdesde la perspectiva de la caída de Allende y el consiguiente ascenso de la dictadura dePinochet). Esta transparencia había ya sido observada por varios críticos y, de un modo algoligero, adscrita unilateralmente por algunos a la alegoría. El análisis que se llevará a cabo aquítratará de demostrar que la facilidad con que algunos de esos textos se prestaban a ladecodificación, no se debía a una supuesta transparencia necesaria del procedimiento alegórico,sino más bien a la naturaleza híbrida de esos textos, es decir, los modos específicos mediante loscuales la petrificación alegórica de la historia se subsumía bajo la marcha grandiosa de unateleología simbólica.El marco general desarrollado en los dos primeros capítulos, a pesar de la aparentemezcla caótica de referencias - el boom, el papel del intelectual y la universidad, la teoría socialcientíficadel autoritarismo y la renovada relevancia de lo alegórico -, tiene un hilo unificante:

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