www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 34letras e institutos históricos y geográficos (IBGEs). La contradicción residía en el hecho de queesos intelectuales, residuos de la sociedad latifundista, operaban dentro de un humanismoconservador ya fuera de compás con la tecnocracia modernizante de la dictadura.La ideología del mestizaje, en tanto ontología nacional, se mantuvo como eje organizadorde esos dos momentos del pensamiento conservador brasileño. En el paso de la culturabacharelesca, retoricizante, humanista del antiguo estado agroexportador, al imaginariotecnificado de la dictadura militar, se mantuvo intacta la apelación a una ontología en que elmestizaje era celebrado como una identidad lograda, realizada, del Brasil, una especie de extrañautopía en la que, se supone, uno vive sin saberlo. Un pedazo sólido de ideología se desplaza,entonces, de las teorías de armonía racial de Gilberto Freyre, elaboradas en los años 30, a lacelebración, por parte de la dictadura, del mestizaje brasileño como prueba de una democraciasocial lograda. Mientras los medios de comunicación de masas se ponían en manos del capitalprivado, el estado encontraba su función cultural alrededor de la preservación y del patrimonio,legitimándose a sí mismo en una genealogía de la nación que excluía cualesquier rupturas oconflictos. Pedro Demo, secretario de asuntos culturales en 1979, ofrece una de las perlas de laretórica oficial:Esa cultura intelectualizada, que considera importante saber nombres de cocina francesa,conocer música clásica, tener buenos modales, ir al teatro, apreciar películas herméticas ycanciones de protesta política, tiene su valor, porque a nadie le hace daño apreciar laliteratura, la música, el teatro, el ballet, etc. Pero es preciso saber que esto nada tiene quever con los problemas sociales del país. 57Esa cultura “ajena” tenía su contrapartida positiva en la alabanza que hacía el secretario al “apegodel criollo por el bosque amazónico, los cantantes folklóricos, la literatura de cordel, lafarmacología popular”. Esta extraña oposición muestra cómo el estado se hizo cargo de la laborde preservar la memoria nacional al apropiarse de los tropos de la misma izquierda nacionalpopular.En la primera enumeración, el enlace curioso entre comida francesa y música clásica ode protesta yace en su no pertenencia a las vidas de ciudadanos pacíficos y dóciles, suexterioridad a la verdadera identidad brasileña. Como pasatiempo y entretenimiento, dosismoderadas de folklore y mitología eran inofensivas, siempre que las fronteras socialespermanecieran claramente determinadas. El anti-intelectualismo toma entonces una formaperversa en Brasil: en lugar de atacar la falta de acceso de la población a la cultura letrada, ocriticar los vicios que dicha disimetría había producido en la intelligentsia, se demonizaba a lareflexión intelectual en cuanto tal. Aquí se nota otra convergencia entre los militares y la izquierdapopulista-reformista: una valoración mítica de lo popular, por oposición a una cultura “noauténtica” o “no nacional”. El discurso de la identidad permitiría al régimen negar a las clasesmedias y trabajadoras cualquier derecho a los bienes culturales, a la vez que se estigmatizabanesos bienes como elitistas. El régimen canalizaba entonces el odio de clases hacia un terreno enque la cultura se había convertido en un sustituto inofensivo de la política, y conseguía ese57 cit. en Ortiz, 119-120.
www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 35objetivo al aparecer como un aliado de los pobres en su guerra santa contra “la cocina francesa yla música clásica y de protesta”. Al intensificar la represión contra la producción culturalopositora, el régimen también la aislaría de los sectores más pobres para, en un segundomovimiento, acolchonar la cultura popular, envolviéndola en un puro folklorismo ornamental.El régimen militar se apropia, entonces, de una cierta retórica populista nacionalizante deorigen izquierdista y la transforma en parte integral de su política cultural. Si los años sesentahabían presenciado el desarrollo de un etos populista y anti-intelectual en la izquierda, era laderecha la que ahora se hacía cargo de proteger una identidad nacional por definición alienada, ala vez, obviamente, que vendía el país al capital multinacional. La televisión, al igual que losórganos estatales a cargo de la cultura, fueron vitales en ese proceso: la primera se convirtió envehículo privilegiado de una representación abyecta y escandalosa de lo popular, especialmente através de los programa-verdad o “reality-shows”, instancias de la verdadera obsesión con la“realidad” que barrió la sociedad brasileña en los años setenta, paralelamente a la hegemonía deun neonaturalismo documental en las artes. Mientras tanto, el estado cooptaba y absorbía eseetos populista en vías a convertir el folklorismo en apéndice dócil y compensatorio de latecnología. La evolución de la literatura brasileña bajo dictadura tuvo mucho que ver con esteclima: representaciones naturalistas de escándalos rimbombantes en los medios de comunicaciónprodujeron algunos de los best-sellers del período. Otro ejemplo del Zeitgeist populista fue lapolémica bastante violenta dirigida contra un enemigo identificado bajo el nombre de “teoría”, enla cual escritores, periodistas y catedráticos se lamentaban, en las páginas de algunos de losperiódicos de más tirada del país, de que el placer único y etéreo que proveía la literatura estabaen peligro de desaparecer a causa de métodos ajenos a la identidad brasileña y castradores de lasinterpretaciones “personales” - léase impresionistas. En aquel momento el estructuralismo seconvertía, debido a su creciente hegemonía en las facultades de ciencias humanas, casi en unsinónimo metonímico de la teoría, y aunque hay que admitir que su legado en los estudiosliterarios brasileños no fue muy inspirador, la reacción furiosa que provocó decía mucho mássobre sus detractores que sobre sus logros o fracasos en la crítica brasileña. 58El aumento gradual, paulatino de la represión que se observa en Brasil no se aplica aChile. En los primeros días que siguieron al golpe del 11 de septiembre de 1973, la maquinariapinochetista de torturas y asesinatos ya funcionaba a toda marcha. El exilio y el encarcelamientode aquellos conectados con o vagamente sospechosos de tener simpatías por el gobierno de laUnidad Popular se empezó a llevar a cabo inmediatamente después del golpe. El impacto delexilio en la cultura chilena fue, sin duda, mucho mayor que en Brasil. A finales de los setentadecenas de miles de chilenos o habían sido forzados o escogieron - no hace falta decir que entales circunstancias ésta es una distinción innecesaria - vivir en el extranjero. La consecuenciaspara la crítica literaria se hacen sentir inmediatamente después del golpe. La reforma universitariade 1967 había coincidido con un salto cualitativo en la crítica literaria chilena, producto de una58 Para un un excelente estudio sobre políticas estatales para la cultura en Brasil durante ladictadura, ver Renato Ortiz, Cultura Brasileira, 79-142. Sobre la polémica acerca de la “teoría” enlos departamentos de literatura, Süssekind, Literatura, 28-34; acerca de la hegemonía naturalistadurante los años setenta, Flora Süssekind, Tal Brasil, Qual Romance? (Rio de Janeiro: Achiamé,1984), 172-94.