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www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS 68genealogía crítica del latinoamericanismo tal como lo conocemos hoy (genealogía, en granmedida, todavía por llevarse a cabo). 131 La cultura asumiría el papel de fuerza regulativa ymoderadora, una barricada de preservación contra los vientos de la modernización industrial. Laretórica “espiritualista” que barrió las letras latinoamericanas durante las dos primeras décadas delsiglo XX no estuvo, desde luego, exenta de contradicciones de clase: “mediante la educación, losensayistas refuncionalizan las retóricas literarias, normativas, contra el ‘caos’ social y lamasificación, reclamando para la disciplina de las humanidades un lugar rector en la administracióny control de un mundo donde proliferaba una nueva forma de la ‘barbarie’: la ‘masa’ obrera”. 132Si es cierto que esa estructura elitista fue sacudida por la reforma universitaria de 1918,que en sus momentos más radicales forzó al aparato educacional a concesiones de otra forma noobtenibles, las demandas reformistas fueron gradualmente absorbidas en el proceso demodernización de la universidad. Para las humanidades y específicamente para la literatura, lospapeles asociados con la elocuencia, la disciplina y la ciudadanía (Bello), la oposición culturalistaa la modernización (Rodó, Rojas) y la protección de la lengua materna contra la anarquíalingüística obrero-inmigrante (Rojas, Lugones) se habían vuelto flagrantemente anacrónicas. Endiversos ritmos en diferentes latitudes, la modernización educacional haría de la universidadlatinoamericana, fundamentalmente, un aparato de producción de ideólogos (políticos,legisladores, moralistas, administradores, etc.). Sistemáticamente absorbido por el aparato estatal(como en Brasil o México) o no (como en Argentina), y con variable rentabilidad para laproducción social de hegemonía - en Argentina el peronismo, el radicalismo y obviamente lasdictaduras gobernarían sin gran recurso a mediaciones discursivas universitarias - el ideólogo seríael producto por excelencia de la universidad moderna en América Latina.Sin embargo, habría que considerar la fisura moderna que permitió a la universidadformar no sólo ideólogos, sino también intelectuales. Se trata de dos categorías que seentrecruzan y se contaminan, pero que designan dos dimensiones mutuamente insubsumibles delsaber moderno. La modernización de la estructura educacional, en conformidad con los interesesde la burguesía liberal (pero también conquistada con las luchas de 1918, que a menudo lograronconcesiones no obtenibles de otro modo) trajo consigo un cambio significativo en el perfil socialdel estudiante universitario. Al ganar acceso a la universidad la clase media y, en menor medida, latrabajadora, el aparato de reproducción ideológica evolucionó hacia un terreno en que ya seformulaban universitariamente proyectos contrahegemónicos, ya emergían chispas de unacontrarracionalidad. La misma universidad que produjo a Roberto Campos creó también aFlorestan Fernandes. La misma profesionalización de la labor intelectual, prerrequisito de lamodernización del aparato institucional del saber, intensificaría la contradicción entre la función131 Como mapeo inicial de una genealogía del latinoamericanismo, ver el capítulo notable deJulio Ramos, “Masa, cultura, latinoamericanismo”, en Desencuentros, pp. 202-27, y el libro deSantiago Castro-Gómez, Crítica de la razón latinoamericana (Barcelona: Puvill, 1996). Vertambién el número especial de Dispositio/N sobre el tema editado por Alberto Moreiras (todavía enprensa), así como la próxima monografía de Moreiras, The Exhaustion of Difference (Durham:Duke UP, 2000).132 Ramos, 217.

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