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LA CONJURACION ANTICRISTIANA - AMOR DE LA VERDAD

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Los Iluministas, que tenían F.: en la propia Corte, continuaron a realizar sus asambleas.<br />

En el mismo año, un profesor de Munich, Babo, desvendó lo que él sabía acerca<br />

de la existencia de los Iluministas y de sus proyectos en un libro intitulado Premier<br />

avis sur les franc-maçons. El gobierno depuso entonces a Weishaupt de la silla<br />

de Derecho que él ocupaba en Ingolstad, no porque supiese fuese él el fundador<br />

del Iluminismo, cosa que no estaba clara, sino en calidad de “famoso maestro de<br />

las logias” 1 . Al mismo tiempo dos profesores de humanidades en Munich, el padre<br />

Cosandey y el abad Benner, que, después haber sido discípulos de Weishaupt, se<br />

habían separado de él, recibieron la orden de comparecer delante del tribunal del<br />

Ordinario, para ahí declarar bajo juramento, lo que ellos habían visto de contrario a<br />

las costumbres y a la religión entre los Iluministas. No se sabía entonces que esas<br />

logias de retaguardia también tenían por misión conspirar contra los gobiernos.<br />

Barruel publicó los testimonios que ellos prestaron en los días 3 y 7 de abril de<br />

1786. El consejero palaciano Utschneider y el académico Grümberger, que se habían<br />

retirado de la orden desde que habían conocido todo el horror, prestaron<br />

igualmente, testimonio jurídico y que Barruel también publicó.<br />

1 Weishaupt, “el más profundo conspirador que jamás surgió”, dice L. Blanc, más conocido en los anales de su<br />

secta bajo el nombre de Spartacus, nació en la Baviera por vuelta de año 1748. Este es el retrato que de él traza<br />

Barruel: “Ateo sin remordimientos, el hipócrita profundo, sin ninguno de esos talentos superiores que dan a la<br />

verdad célebres defensores, pero con todos los vicios y todo ese ardor que dan a la impiedad, a la anarquía<br />

grandes conspiradores. Ese desastroso sofista no quedará conocido en la historia sino como el demonio, por el<br />

mal que hizo y por lo que pretendía hacer. Su infancia es obscura, su juventud ignorada; en su vida doméstica,<br />

un solo trazo escapa a las tinieblas de las cuales lo rodean, y ese trazo es el de la depravación, de la perfidia<br />

consumada (incesto e infanticidios confirmados en sus propios escritos).<br />

“Pero es más especialmente como conspirador que importa conocer a Weishaupt. Así que la Justicia lo descubre,<br />

ella lo ve al frente de una conspiración cerca de la cual todas aquellas de los clubes de d’Alembert y de<br />

Voltaire no pasan de juegos infantiles. No sabemos, es difícil comprobar, se Weishaupt tuvo un maestro, o si él<br />

fue el padre de los dogmas monstruosos sobre los cuales fundó su escuela”.<br />

Una tradición que Barruel no puede confirmar pretende que, por vuelta del año 1771, un negociante llamado<br />

Kolmer, después de haber estado en Egipto, se puso a recorrer Europa. Le dan por discípulo al famoso Cagliostro,<br />

y se afirma que él tuvo contactos con Weishaupt.<br />

Puede ser que Kolmer fuese un mensajero de la comisión central de las sociedades secretas internacionales, o<br />

del Patriarca que, de un santuario impenetrable, rige y dirige la guerra contra la civilización cristiana.<br />

El objetivo del Iluminismo, aquello a que él debía conducir jamás varió en el espíritu de Weishaupt: nada más<br />

de religión, de sociedad, de leyes civiles, de propiedades, fueron siempre los términos fijos de sus conspiraciones;<br />

pero él comprendía que era necesario conducir para ese fin a sus adeptos escondiéndoles su pensamiento<br />

último. De ahí las iniciaciones misteriosas y sucesivas, que ocupan una gran parte de la obra de Barruel. “No<br />

puedo, escribía Weishaupt a Xavier Zwack, emplear los hombres tales como ellos son: es preciso que yo los<br />

forme; es necesario que cada clase de mis órdenes sea una escuela de pruebas para la prueba siguiente”.<br />

Como su secreto, su pensamiento último podía ser, un día u otro, divulgado, él tomaba mucho cuidado en no<br />

exponer su persona. El escribía a sus confidentes: “Conocéis las circunstancias en que me encuentro. Es preciso<br />

que yo dirija todo a través de cinco o seis personas: es absolutamente necesario que yo permanezca desconocido”<br />

(escritos originales). “Cuando el objeto de ese deseo (el suyo), agregaba, es una Revolución universal, no<br />

seria posible divulgarlo sin exponer a aquel que concibió la venganza pública. Es en la intimidad de las sociedades<br />

secretas que es preciso saber propagar la opinión” (T. I. Letres à Caton, 11 y 25).<br />

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