LA CONJURACION ANTICRISTIANA - AMOR DE LA VERDAD
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los que hacen profesión de negarla y de blasfemar contra ella. Era un nuevo y<br />
enorme incentivo a la indiferencia religiosa, último objetivo de los deseos y de los<br />
esfuerzos de la conjuración anticristiana.<br />
Luis Felipe estaba rodeado de todos los pontífices de la Francmasonería: Decaze,<br />
La Fayette, Dupont de l’Eure, Talleyrand, Charles Teste, etc. Así, una guerra<br />
sorda era hecha al catolicismo. No era más el exilio y el cadalso que se empleaba<br />
contra él, sino el desprecio público provocado por toda suerte de medios. La religión<br />
era insultada en casi todos los teatros, el clero era allí representado bajo los<br />
más odiosos caracteres; el libertinaje, el asesinato, el incendio eran allí llevados a<br />
cuenta de sus acciones ordinarias. Al mismo tiempo, la administración, en todos<br />
los niveles, se obstinaba en atormentarlo de todos los modos. Es preciso acompañar<br />
en el Ami de la Religion las injurias que le hacían sufrir diariamente.<br />
Fue en aquella época que nació la cuestión obrera, que debía en seguida, bajo<br />
el nombre de cuestión social, ocupar un lugar tan importante en la preocupación<br />
de todos, obreros y patronos, gobernados y gobernantes, y hasta en el pensamiento<br />
del propio Soberano Pontífice. La formidable insurrección lionesa constituyó la<br />
revelación y la primera hazaña de esa cuestión.<br />
La Restauración había inaugurado el gran impulso industrial que debía desarrollarse<br />
bajo los regímenes que siguieron. Durante esos quince años, no hubo ni<br />
una huelga importante. Por todas partes reinaba el acuerdo entre los patrones y los<br />
operarios. “Durante el invierno de 1829 a 1830, dice Le Play, observé en la mayor<br />
parte de las oficinas parisienses, entre el patrón y los operarios, una harmonía<br />
comparable a aquella que yo acababa de admirar en las minas, en las fábricas y en<br />
las haciendas de Hanover” 1 . Pero, con la llegada de 1830, un espíritu nuevo tomó<br />
cuenta de la industria. Los economistas oficiales colocaron como cuestión de honra<br />
la teoría según la cual el trabajo no pasa de una mercadería como cualquier otra.<br />
Muchos patrones la adoptaron apresuradamente, no pensando más que en hacer<br />
fortuna, y explotaron a sus operarios, en vez de esforzarse en educarlos con sus<br />
lecciones y sus ejemplos. Era la consecuencia necesaria de la disminución del espíritu<br />
de fe y del progreso de las doctrinas naturalistas que no veían para el hombre<br />
ningún otro objetivo más allá del gozo y del bienestar. Por su vez, los operarios<br />
deban oídos a los que les predicaban el progreso, después de haberlo colocado en<br />
1 La Réforme en Europe et le Salut en France, p. 51.<br />
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