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LA CONJURACION ANTICRISTIANA - AMOR DE LA VERDAD

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ios y de todas las conspiraciones. Ella había hecho de su logia el lugar de placeres<br />

de la aristocracia. En cuanto los conciertos y bailes ahí retenían a los I.: y las I.: de<br />

alto linaje, él se retiraba para un santuario en el cual era admitido después de jurar<br />

odio a todo culto y a todo rey. Allí quedaban los archivos de la correspondencia<br />

secreta, allí se realizaban los consejos misteriosos.<br />

“Había, dice Barruel, antros menos conocidos y más temidos aún. Ahí se evocaban<br />

a los espíritus y se interrogaban a los muertos, o, como en una logia de Ermoville,<br />

se entregaban a la más terrible disolución de las constumbres”.<br />

Para que la Masonería pasase de la propaganda doctrinaria y de la influencia<br />

moral a la acción política, era necesario un trabajo de organización y de concentración<br />

de todas las obediencias. Esto fue hecho, y el Duque de Chartres, más tarde<br />

Philippe-Ègalité, fue el agente principal. Este príncipe estaba designado para ser el<br />

jefe de los conjurados y para servirles de salvaguarda. “Era preciso que fuese poderoso,<br />

dice Barruel, para apoyar todas las atrocidades que debían cometer; era<br />

preciso que fuese atroz, para que se horrorizase poco con el número de víctimas<br />

que esas atrocidades deberían causar. Era necesario tener no un genio de Cromwel,<br />

más todos sus vicios. El quería reinar. Pero, semejante al demonio, que quiere por<br />

lo menos ruinas si no puede ser exaltad, Felipe había jurado sentarse sobre el trono,<br />

por el hecho de él encontrarse aplastado por su caída” 1 . Luis XVI fue advertido,<br />

pero permaneció en una seguridad cuya ilusión sólo reconoció cuando retornó de<br />

Varennes. “¡Por qué no creí hace once años! Todo lo que hoy veo me lo habían<br />

anunciado” 2.<br />

Felipe ya era Gran Maestra del cuerpo escocés, el más considerable de la época,<br />

cuando en 1772, se juntó a esa Gran-Maestría la del Gran Oriente. Sus conjurados<br />

le trajeron entonces la Logia-Madre inglesa de la Francia. Dos años después, el<br />

1 Stephane Pol publicó, en 1900, un manuscrito inédito de Elizabeth Duplay, viuda del convencional Le Bas. En<br />

las Notas Esparsas se lee: “Robespierre tuvo una impresión terrible del voto (por la muerte de Luis XVI) del<br />

duque de Orleans: “¡Cuál! Dijo él, como si él pudiese ser rechazado tan fácilmente!”<br />

La ciudadana Le Bas acrecienta: “Ese hombre profundamente inmoral y tan deseos de hacerse rey, había distribuido<br />

la mayor parte de su fortuna para alcanzar su objetivo: los Mirabeau, los Danton, los Camille Desmoulins,<br />

los Collot-d’Herbois, los Billaud-Varennes y tantos otros tan despreciables cuanto él tuvieran en sus<br />

prodigalidades corruptores”.<br />

Por ocasión de la muerte de Luis XVI, viendo que fuera usado, él envió a la francmasonería su demisión, en<br />

una carta llena de amargura.<br />

2 Histoire de la Révolution, t. II, p. 74 a 81.<br />

Visto como Varennes se presenta aquí bajo nuestra pena, recordemos que así que los ejércitos alemanes estaban<br />

en marcha sobre París, el rey de Prusia mandó detener sus tropas en Varennes, y ahí, teniendo a su lado a<br />

Bismarck y Moltke, los dos genios de la victoria, reunió en torno de sí los principales oficiales y les dirigió las<br />

siguientes palabras: “Sabéis donde nos encontramos y que atentado se perpetró aquí, hace veinticuatro años.<br />

De aquí salieron todas las infelicidades que cayeron sobre Francia. Cuando una nación trata así a su rey, la<br />

mano de Dios pesa sobre ella”.<br />

Hace algún tiempo de esa fecha, el rey Guillermo, proclamado emperador alemán, como fruto de la victoria,<br />

recordó él mismo el incidente el cardenal de Bonnechose y lo comentó de manera a hacer de eso una lección<br />

para Francia. (Vie du cardinal de Bonnechose, por monseñor Besson, t. II, p. 146).<br />

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