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LA CONJURACION ANTICRISTIANA - AMOR DE LA VERDAD

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es moderados; pero cuando ese gobierno pase para las manos de hombres ardorosos,<br />

incluso radicales, no abandonaré por eso mi causa; siempre seré del partido<br />

de la Revolución”.<br />

La tradición continúa.<br />

Por ocasión del centenario del Código Civil, el príncipe Víctor-Napoleón escribió<br />

a Albert Vandal una carta en que dice: “Vamos a celebrar el centenario del<br />

Código que resumió la obra social de la Revolución francesa en sus datos fundamentales,<br />

la liberación de las personas y de los bienes… Los hombres de 1789 habían<br />

proclamado los principios del nuevo orden social. El se apoderó de esos principios;<br />

les dio una forma clara y precisa; de eso hizo un monumento legislativo que<br />

Europa saludó más tarde con el nombre de “Código Napoleónico”. El Código Napoleónico<br />

consagró en Francia las doctrinas de 1789. El las llevó incluso más allá de<br />

nuestras fronteras”.<br />

Napoleón I tuvo siempre, como vimos, herederos de su pensamiento y de su<br />

obra. Como Napoleón III, como el príncipe Jerónimo, el príncipe Víctor los recibió<br />

en depósito, es su fiel guardián.<br />

Desde el primer día Napoleón III mostró que era efectivamente el hombre de<br />

la Revolución, creyendo tener o dándose la misión de “Enraizarla en Francia y de<br />

introducirla en todos los cantos de Europa”. Mal las tropas francesas habían abierto<br />

las puertas de Roma a Pío IX, él escribió a Edgar Ney: “Resumo así el restablecimiento<br />

del poder temporal del Papa; amnistía general, secularización de la administración,<br />

código Napoleónico y gobierno liberal”. La amnistía general era un nuevo brindis<br />

de aliento ofrecido a sus F∴ , los carbonarios; la secularización de la administración<br />

era la laicización sin otros límites que no fuesen la liquidación absoluta del<br />

poder eclesiástico 1 ; el código Napoleónico significaba: destrucción de la antigua<br />

propiedad y abolición de una legislación presidida por el nombre y autoridad de<br />

Dios; el gobierno liberal Napoleón no lo quería ni para él mismo, sino que pretendía<br />

imponerlo al Papa.<br />

La masonería quería más que todo eso. El atentado de Orsini vino a recordar<br />

eso al emperador, y él tuvo que mostrarse fiel a sus juramentos. Se colocó, pues, en<br />

la obligación de ejecutar aquello que la primera República y después el primer emperador<br />

habían intentado: la destrucción del poder temporal de los Papas. Conocemos<br />

esa historia lamentable: el emperador, preso entre los intereses evidentes de<br />

Francia y de su dinastía, y su deseo de constituirse, junto a su tío, en ejecutor testamentario<br />

de la Revolución, avanzaba, retrocedía, hacía el juego doble, uno oficial,<br />

1 Según los levantamientos establecidos entonces por Fr. de Corcelles, había en la administración de los Estados<br />

Pontificios 6.838 funcionarios laicos contra 289 eclesiásticos, entre estos comprendidos 179 capellanes de<br />

presidios y subordinados al Vicariato de Roma. Los oficiales del ejército no figuraban en ese cuadro comparativo.<br />

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