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LA CONJURACION ANTICRISTIANA - AMOR DE LA VERDAD

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pronunciado en 1873, en la Casa Legislativa: “La Constitución de 1814 salió de las<br />

entrañas de la propia Revolución”. Ningún sistema político es más favorable a los<br />

designios de la secta, ninguno le da más facilidad de paralizar a la autoridad legítima,<br />

para acorralar y perseguir a la Iglesia. La masonería no lo dispensa, incluso<br />

bajo los reyes legítimos. Estos, sobre todo Carlos X, hicieron lo que pudieron para<br />

resistir a sus emprendimientos; el sistema era más fuerte que ellos. Así, no es de<br />

extrañar que, instruido por esa triste experiencia, Enrique V se haya rehusado a<br />

recomenzarla en su persona, en 1873. Era también el régimen constitucional que<br />

querían imponerle, con aquello que era el símbolo de ese régimen, hombres que no<br />

sabían a qué espíritu obedecían, ni incluso tal vez a qué influencias sufrían y para<br />

qué abismo nos iban a arrastrar.<br />

A pesar de las precauciones tomadas por la secta para impedir a la Restauración<br />

el favorecimiento del retorno a una civilización verdaderamente cristiana, la<br />

Restauración, entre tanto, hizo lo que pudo para secundar la acción del clero en su<br />

obra de renovación religiosa.<br />

A partir del 29 de febrero de 1816, los religiosos son autorizados a enseñar.<br />

Comisiones regionales son nominadas para fiscalizar e impulsar la instrucción; los<br />

curas no solamente participan de esas comisiones, incluso las presiden. Se concede<br />

permiso a los obispos para establecer escuelas eclesiásticas, los seminarios no están<br />

más obligados a seguir los cursos de los liceos, los obispos pueden ordenar a quien<br />

juzguen digno, sin autorización del poder. Las misiones parroquiales son promovidas,<br />

a pesar de los clamores y las calumnias, de las canciones y de las caricaturas<br />

de los liberales, y los misioneros son colocados bajo la protección del Capellán Mayor.<br />

Se designan capellanes al ejército. Una ley es hecha para la observación del<br />

domingo. Una comisión es nominada para estudiar los medios de devolver a la<br />

Iglesia su antiguo esplendor. El arzobispo de Reims queda encargado de presentar<br />

al rey a los súbditos que le parecen más dignos de ser elevados al episcopado. En<br />

fin, un acuerdo con el Soberano Pontífice aumenta el número de diócesis.<br />

En las instrucciones que fueron encaminadas al conde de Blacas para negociar<br />

un nuevo Concordato más favorable a la Iglesia de aquel concluido con Napoleón,<br />

al rey decía: “Su Majestad aprecia, como debe, la posición difícil en que se<br />

encontraba entonces la Santa Sede; pero ella también ve que las disposiciones tomadas<br />

en circunstancias tan diferentes, tan tempestuosas para la Iglesia de Francia,<br />

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