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LA CONJURACION ANTICRISTIANA - AMOR DE LA VERDAD

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gran finalidad que le conviene tener en vista, cuando las cualidades de gentilhombre,<br />

de patriota, de sabio, de artesano, de cristiano o de judío estuvieren subordinadas<br />

a la de ciudadano”<br />

Es exactamente la idea napoleónica: Napoleón quiso realizar ese programa<br />

trazado veinte años antes.<br />

Después de largos debates, él logró introducir en el propio Concordato, y sobretodo<br />

depositó en los artículos orgánicos, que subrepticiamente lo acompañan,<br />

un germen que se desenvolvería espontáneamente para transformarse en esa otra<br />

constitución civil del clero, que Briand forjó en la ley de separación y que él tenía la<br />

firme esperanza de hacernos aceptar.<br />

El Concordato dice lo siguiente: “El gobierno de la República reconoce que la<br />

religión católica, apostólica y romana, es la religión de la gran mayoría del pueblo<br />

francés”. En esas palabras nada más hay de que el reconocimiento de un hecho, de<br />

un hecho que podría no existir en aquel momento y que puede mudar con el tiempo;<br />

no hay el reconocimiento del derecho que su origen divino confiere a la Iglesia<br />

católica, ni el reconocimiento de la situación única que ese origen le proporciona.<br />

El Concordato, con esa redacción, reconocía al protestantismo y al judaísmo, en<br />

razón de la fracción de ciudadanos que lo profesaban, derechos en el Estado semejantes<br />

haciéndose luego derechos iguales, y, actualmente, es a los protestantes y a<br />

los judíos, que permanecen siempre en pequeño, muy pequeño número, que es<br />

concedida una situación privilegiada.<br />

El Papa, en fecha 12 de mayo de 1801, escribió al primer Cónsul para expresarle<br />

su dolor ante esa exigencia: “Nos no os esconderemos, bien al contrario, de<br />

eso os haremos manifiesta confesión, que viva alegría experimentamos en las primeras<br />

negociaciones que fueron hechas para el restablecimiento de la religión católica<br />

en Francia; y la esperanza deleitable de que esa religión sería restablecida en su<br />

antiguo esplendor como dominante, nos hizo ver con mucho dolor el artículo desagradable<br />

que, en el proyecto oficial, fue propuesto como base para todos los<br />

otros… No podemos impedirnos de recordaros que, habiendo sido constituido por<br />

Dios para la defensa de esa religión y para su propagación, … no podemos, por un<br />

artículo de un solemne acuerdo, sancionar su degradación… Si la religión católica<br />

es la religión de la mayoría del pueblo francés, ¿podéis dudar de que sus deseos<br />

sólo puedan ser atendidos si le fuere restituido su primer esplendor? ¿Seréis impe-<br />

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