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LA CONJURACION ANTICRISTIANA - AMOR DE LA VERDAD

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En otros términos, la separación entre la Iglesia y el Estado es una gran victoria<br />

obtenida en la lucha entre las dos civilizaciones. Pero para que la victoria sea<br />

completa, es necesario que ella sea buscada en el terreno político, en el terreno familiar<br />

y en el terreno social. También el Action exclamó: “El voto del parlamento<br />

francés marca una fecha histórica de la HUMANIDAD. La hija primogénita de la<br />

Iglesia se convirtió en la madre gloriosa de la Libre Humanidad”.<br />

Jaurès, lanzando una mirada sobre el conjunto de los debates que acababan<br />

de acontecer en la Cámara y en el Senado, sobre cuestión de tal importancia, hacía<br />

en su diario esta observación, que no nos honra:<br />

“¿Nuestros adversarios opusieron doctrina a doctrina, ideal a ideal? ¿Tuvieron<br />

el coraje de levantar contra el pensamiento de la Revolución el pensamiento<br />

integro católico, de reclamar para el Dios de la revelación cristiana el derecho no<br />

solamente de inspirar y de guiar la sociedad espiritual, sino de modelar la sociedad<br />

civil? No, ellos se esquivaron, ellos se enredaron en los detalles de la organización.<br />

Ellos no afirmaron con claridad el propio principio que es como que el alma de la<br />

Iglesia”.<br />

¡Pobres de nosotros! aquellos de entre nuestros representantes que hubiesen<br />

sido del porte ― si se encontrase alguno ― para desempeñar ese papel, no habrían<br />

sido sustentados desde fuera. Las palabras de Jaurès, reproducidas arriba, no carecían<br />

de fundamento. Estábamos desorganizados. ¿Qué digo? Nuestros adversarios<br />

tenían la voluntad del mal, nosotros perdimos la voluntad del bien. Los únicos<br />

que se agitaban eran los conciliadores. Durante toda la discusión de la ley, cada<br />

domingo, en un cierto atelier del callejón Ronsis, Desjardins reunía una quincena<br />

de personas, entre ellas a Buisson, presidente de la Comisión parlamentaria, abades,<br />

pastores protestantes y los judíos Joseph y Salomon Reinach. Buisson se informaba<br />

ahí sobre los sacrificios en que la Iglesia podría consentir y sobre las disposiciones<br />

inaceptables para Ella. Fue tal vez ahí que se llegó a un acuerdo sobre la<br />

enmienda del artículo 4°.<br />

Los abades que comparecían no estaban en el último lugar en la masa de los<br />

demócratas cristianos, de los sillonistas, de los modernistas que sueñan con un orden<br />

de cosas nuevo para la Iglesia y para el mundo. Esa masa enflaquece la Iglesia<br />

de Francia. Así, después de algunos gemidos, ella anunciaba el deseo de sacar partido<br />

del nuevo régimen: “Hay diarios católicos, decía el abad Lemire al director del<br />

Croix du Cantal, que dicen que la nueva ley es una ley cismática. No es nada de<br />

eso”. Ellos hablaban como el redactor de la Tribune de Genève, diario protestante,<br />

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