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LA CONJURACION ANTICRISTIANA - AMOR DE LA VERDAD

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por intermedio de sus ministros y embajadores, otro a través de una diplomacia<br />

oculta cuyos agentes eran escogidos en las sociedades secretas 1. El objetivo es alcanzado.<br />

Hace cuarenta años Italia está unificada, el poder temporal existe apenas<br />

en estado de recuerdo o de sombra. No prejuzgamos nada acerca de los designios<br />

de la Providencia. Ignoramos si, cuándo y cómo Ella restituirá al Soberano Pontífice<br />

sus medios de acción ordinarios y necesarios en el orden temporal de las cosas;<br />

pero la secta está bien segura de que todo está acabado. Y si ella quiere una mudanza<br />

en lo que ella hizo, esta cosa es la transformación del régimen actual de Italia<br />

en república. Uniéndose a la república hermana de Francia, las repúblicas española<br />

y portuguesa, que se constituirán en el día y en la hora en que la masonería<br />

quisiere, las otras sin duda, ella contribuirá para formar el núcleo de la República<br />

universal, o del judaísmo que gobernará el mundo abiertamente, de una extremidad<br />

a otra del universo.<br />

Toda la política externa de Napoleón III fue inspirada y dirigida por la voluntad<br />

de liberar Italia y de realizar su juramento de carbonario. Por ella él hizo la<br />

guerra de 1859, sin poder realizar totalmente su programa. El vio en el conflicto<br />

austro-prusiano el medio de liberar Venecia, y este constituyó todo el secreto de su<br />

colaboración con los cínicos proyectos de Bismarck. “El emperador lo ayudó, dice<br />

Emile Olivier, no por flaqueza ni por artificios, sino con conocimiento de causa. El<br />

contribuyó, por su libre voluntad, para su fortuna, tanto cuanto para la de Cavour.<br />

El veía en él el instrumento providencial a través del cual se terminaría la liberación<br />

de Italia”. Cuando llegó a París, el día 3 de julio de 1866, la noticia de la victoria<br />

alcanzada en Sadowa por los prusianos sobre el ejército austríaco, victoria que<br />

significaba un golpe tan rudo al poderío francés, y los ministros insistieron en movilizar<br />

el ejército, el emperador subscribió inicialmente sus deseos: pero el príncipe<br />

Napoleón intervino el día 14 de julio y escribió al emperador una nota en la cual<br />

decía: “Aquellos que sueñan para el emperador el papel de la reacción y del clericalismo<br />

europeo, que triunfaría por la fuerza, deben insistir en una alianza con<br />

Austria y en una guerra contra Prusia. Pero aquellos que ven en Napoleón III no el<br />

moderador de la Revolución, sino su jefe esclarecido, estos quedarían bien inquietos<br />

en el día en que él entrase en una política que sería el derrumbe de la verdadera<br />

1 En septiembre de 1896, Le Correspondant publicó bajo el título Un ami de Napoléon III, le comte Arèse, documentos<br />

inéditos sobre las relaciones muy íntimas que existieron durante el segundo imperio entre el carbonario<br />

coronado y el sectario italiano. Entre esos documentos hay una carta que revela la hipocresía que él usó en la<br />

cuestión romana. En cuanto sus ministros proferían declaraciones propias para tranquilizar a los católicos<br />

franceses, él mantenía con el conde Arèse conversaciones que este último resumía como sigue en una carta<br />

dirigida al conde Pasolini:<br />

“Adormeced al Papa; dejadnos tener la convicción de que no lo atacaréis y nada de mejor pido para salir (retirar<br />

las tropas de Roma). Después, haréis lo que quisiereis”.<br />

Esta frase, atribuida al emperador por su amigo Arèse, ¿no trae a la memoria las palabras de Monseñor Pie:<br />

“¡Lava tus manos, oh Pilatos!”?<br />

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