LA CONJURACION ANTICRISTIANA - AMOR DE LA VERDAD
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otros cuerpos religiosos caerán por sí mismos”. Sabemos cómo llegaron a la supresión<br />
de los religiosos.<br />
El tercer medio fue la propaganda. La correspondencia de esos conjurados<br />
muestra como estaban atentos y mutuamente se comunicaban las acciones que<br />
emprenderían contra el cristianismo, de los resultados que esperaban, de las artimañas<br />
que empleaban para garantizar el éxito. Ellos las mandaban a imprimir la<br />
mayoría de las veces a Holanda, y cada mes sacaban un nuevo ejemplar.<br />
Para obtener la facultad de divulgarlas, ellos tenían hombres poderosos en la<br />
corte, incluso ministros que sabían hacer callar la ley y favorecer ese comercio de<br />
impiedad. Fue en reconocimiento a ese extraño uso de la autoridad que le era confiado,<br />
que Voltaire exclamaba: “¡Viva el ministerio de Francia! ¡Viva Choiseul!” 1<br />
Malesherbes, que tenía la superintendencia de la biblioteca, estaba, para esa propaganda,<br />
de acuerdo con D’Alembert. El mostraba en sus funciones una parcialidad<br />
odiosa a favor de los Enciclopedistas. El suprimía de los artículos de Frénon<br />
todo lo que pudiese molestar la obra de ellos. Ese hombre, guillotinado a los 70<br />
años, hizo todo lo que estaba en su poder para propagar las ideas por las cuales<br />
debería morir y combatir aquellas que habrían podido salvar la sociedad.<br />
En su correspondencia, los conjurados se felicitan por los sucesos que obtienen<br />
en Suiza, Alemania, Rusia, España, Italia. Lo que muestra que en su pensamiento<br />
la conjuración confesada de destruir el cristianismo no estaba limitada a Francia.<br />
Brunetière señala: “La Enciclopedia era una obra internacional”. Relativamente a<br />
Inglaterra, ellos no tienen ninguna solicitud; ella rebosaba, dicen, de socinianos. En<br />
lo que dice respecto a Francia, Voltaire y D’Alembert lamentan los obstáculos que<br />
ahí encontraban, a pesar de lo que acabamos de decir relativamente a la ayuda que<br />
ellos encontraban en los estratos elevados de la sociedad. Donde ellos no podían<br />
difundir los escritos abiertamente impíos, o licenciosos, ellos publicaban otros que<br />
tenían por finalidad colocar en boga las grandes palabras como tolerancia, razón,<br />
humanidad, de las cuales la secta no dejó de hacer uso, fiel a la recomendación de<br />
Condorcet que decía de ellas hacer su grito de guerra 2 .<br />
Bertin, encargado de la administración del tesoro particular del rey, comprendió<br />
el peligro de esa propaganda y llamó la atención sobre los propagandistas. El<br />
vio qué libros ellos diseminaban en sus campañas. Interrogados por él, dijeron que<br />
esos libros no les costaban nada, que ellos los recibían por lotes, sin saber de dónde<br />
venían, con la recomendación de apenas venderlos en su trayecto al precio más<br />
módico posible. Los preceptores eran igualmente gratificados. En días y horas<br />
marcados, ellos reunían a los obreros y a los campesinos, y uno de ellos leía en voz<br />
1 Carta a Marmontel, 1767.<br />
2 Esquisse du tableau historique des progrès. Época 9.<br />
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