LA CONJURACION ANTICRISTIANA - AMOR DE LA VERDAD
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“Ese libro y el de Prevost-Paradol, La France Nouvelle, tuvieron, dice Hanotaux,<br />
sobre los designios de Francia y sobre las disposiciones de la Asamblea Nacional,<br />
una influencia inmediata”.<br />
Los “fusionistas” quisieron una restauración de la monarquía con la conciliación<br />
de dos principios, de dos órdenes de gobierno hasta entonces contrarias. La<br />
fusión consistía, de un lado, en hacer reconocer por los príncipes de la Casa de Orleans<br />
los derechos hereditarios del conde de Chambord, y, de otro lado, en ganar al<br />
nieto de Carlos X para la monarquía constitucional y parlamentaria de 1830. Doble<br />
operación, en que cada uno de los términos era excluyente del otro<br />
El conde de Chambord quería la fusión en la medida en que ella constituía el<br />
reconocimiento puro y simple del principio monárquico, del cual él era el representante,<br />
y la leal reaproximación de las dos ramas de la familia real.<br />
La cuestión de la bandera fue, a partir de 1848, el principal obstáculo a la fusión.<br />
En cuanto que para el conde de Chambord la bandera blanca, símbolo del<br />
derecho dinástico de los Bourbons, era el emblema necesario de la monarquía tradicional<br />
y hereditaria, los parlamentarios y los liberales, reclamaban irreductiblemente<br />
la mantención de la bandera tricolor, representativa de las ideas de 1789 y<br />
de 1830.<br />
“Se yo hubiese admitido todas las concesiones que me eran solicitadas, aceptado<br />
todas las condiciones que me querían imponer, dice el conde de Chambord al<br />
cado de la cabeza augusta de nuestro soberano; y ese gorro frigio, signo pavoroso de una licencia sin límites,<br />
ese penacho ensangrentado de todos los criminales; uno y otro sobre la misma línea, en un mismo y perfecto<br />
nivel, he aquí el emblema bajo el cual los monárquicos se anuncian, he aquí la libertad que prometen, presumiéndose<br />
que sean libres, he aquí la divisa de esos modernos caballeros” (p.8). “No se debe creer que ellos<br />
hayan visto en el sistema que se esforzaban en sustentar, la felicidad de su patria; no está ahí el motivo de su<br />
predilección por esa forma de gobierno, cuyo ejemplo los ingleses nos ofrecieron; pero cada uno de ellos encontró<br />
ahí, en su conjunto o en sus partes, con qué satisfacer su pasión dominante” (p. 10).<br />
Después de esa acusación, el autor, en los capítulos siguientes, examina el sistema de los monárquicos: 1° relativamente<br />
al rey y la monarquía (p.12), 2° relativamente al pueblo (p. 20), 3° relativamente a la nobleza (p. 26),<br />
4° relativamente a la religión y a sus ministros (p. 34). Después, acrecienta (p. 46): “Ellos dijeron que el rey,<br />
convencido de la pureza de sus intenciones, aprobaba sus planes, y es con las apariencias de una misión de<br />
parte de él que procuran engañar la buena fe de los ingenuos”. “Lo que pido es la constitución francesa en su<br />
pureza primitiva. Ellos dicen que querer restablecer la constitución francesa es una quimera: que todo está<br />
destruido, desorganizado, y que el único partido que resta para adoptar en tales circunstancias es el de pensar<br />
solamente en colocar al rey sobre el trono, dándole por consejos y por fiscales dos casas tal y cuales ellos proponen”<br />
(p. 52). “Pero, en fin, pregunta el autor, ¿Qué títulos tienen ellos para hacerse así de mediadores entre<br />
la nación ultrajante y la nación ultrajada? ¿Cuál es la misión de ellos? ¿A respecto de qué pretenden ellos que<br />
transijamos?”<br />
El autor termina diciendo que “la búsqueda de esa quimera impediría definitivamente el restablecimiento del<br />
trono”.<br />
La historia poco sirve de lección, incluso para las personas más interesadas en oírla.<br />
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