LA CONJURACION ANTICRISTIANA - AMOR DE LA VERDAD
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das estas palabras: “Su culto será público”. Los comisarios franceses tenían la orden<br />
para exigir esa adición: “Conforme a las reglas de la policía”. Consalvi presentía<br />
una trampa. El no se engañaba, esa trampa eran los artículos orgánicos que el<br />
gobierno mantenía en reserva y de los cuales jamás hiciera mención en el curso de<br />
las negociaciones. La Santa Sede protestó solemnemente contra ese acto extradiplomático.<br />
Los artículos orgánicos fueron mantenidos, fueron presentados como<br />
formando un solo y mismo todo con el Concordato. Conocemos los abusos que<br />
fueron practicados en el curso del siglo XIX. Las reglas de policía invadieron todo,<br />
y se permitió al prefecto de la más humilde villa formularlas libremente. Luego el<br />
culto público existe apenas como estado de recuerdo. No solamente las manifestaciones,<br />
sino toda señal exterior de religión acabará siendo prohibido bajo el bello<br />
pretexto de que no se debe jamás agredir la conciencia de los señores librepensadores.<br />
La Iglesia no puede ser enteramente reducida a la esclavitud durante mucho<br />
tiempo si el Papa está libre; así, no hay nada que la francmasonería perseguirá con<br />
tanta perseverancia como la abolición del poder temporal de los Papas, necesario a<br />
su independencia.<br />
¿Había sido bajo la inspiración de la francmasonería, o fue siguiendo los impulsos<br />
de su propia ambición, que Napoleón I intentó hacer del Papa su vasallo? El<br />
todavía no era sino el general Bonaparte, comandando los ejércitos de Italia, cuando,<br />
después de la capitulación de Mantua, él se dirigió a Bolonia para allí, dice<br />
Thiers, “imponer la ley al Papa”. De ahí él escribió a Joubert: “Estoy negociando<br />
con toda esa clerecía, y, esta vez, San Pedro todavía salvará la capital, cediéndonos<br />
sus más bellos Estados”. Al día siguiente él escribía al Directorio: “Mi opinión es<br />
que Roma, una vez privada de Bolonia, Ferrara, Romania, y de los treinta millones<br />
que le hemos quitado, no podrá existir más: ESA MAQUINA SE <strong>DE</strong>SARMARA<br />
SO<strong>LA</strong>”. En esa carta se encuentra la primera manifestación diplomática de la idea<br />
napoleónica, que veremos buscada por Napoleón I, después por Napoleón III, idea<br />
idéntica al ideal masónico. El 22 de septiembre, en razón del rumor de la enfermedad<br />
del Papa, él prescribía a su hermano José, “si el Papa muriese, debemos emplear<br />
todos los medios para evitar que fuese electo otro y para suscitar una revolución”.<br />
Thiers vincula a ese hecho la razón última de todo lo que venía siendo hecho<br />
hace un siglo contra el Papado: “El Directorio veía en el Papa el jefe espiritual del<br />
partido enemigo de la Revolución”, esto es, de la civilización pagana. He aquí por qué<br />
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