LA CONJURACION ANTICRISTIANA - AMOR DE LA VERDAD
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El artículo 19 del Título II decía: “El nuevo obispo (electo por un colegio electoral<br />
lego) no podrá dirigirse al Papa para obtener ninguna confirmación; pero él le<br />
escribirá como al jefe visible de la Iglesia universal, en testimonio de la unidad de<br />
fe y de comunión que debe mantener con él”.<br />
Era el cisma, no solamente organizado, sino ordenado, puesto que, de un lado<br />
era prohibido a toda la iglesia y a todo ciudadano francés reconocer, en cualquier<br />
caso, la autoridad de un obispo extranjero en Francia, y, de otro lado, era igualmente<br />
prohibido a los obispos nominados en virtud de la nueva constitución, dirigirse<br />
al Papa para obtener alguna confirmación”. Pensaban con razón que, privados<br />
de la savia de vida espiritual cuya fuente Jesucristo colocó en el Vaticano, la<br />
Iglesia de Francia no tardaría en morir de inanición.<br />
Sabemos que el clero y los fieles, por la efusión de su sangre, obtuvieron que<br />
las relaciones entre la Iglesia de Francia y su Jefe fuesen restablecidas de conformidad<br />
con la institución de Nuestro Señor Jesucristo.<br />
Lo que fue intentado a finales del primer período de la acción masónica fue<br />
intentado nuevamente a finales del segundo período. La ley de separación entre la<br />
Iglesia y el Estado fue elaborada para retomar la obra de la Constitución civil del<br />
clero, y, como ésta, con la misma finalidad, organizar el cisma. La secta experimenta<br />
la misma resistencia y tendrá el mismo fracaso. Cuatro leyes fueron sucesivamente<br />
forjadas para sorprender, por la astucia, el consentimiento del clero cuanto a<br />
la entrada en una vía obscura que quería llegar al cisma, y se anuncia una quinta,<br />
pero el Vigía tenía el ojo abierto y la tripulación era dócil a sus palabras de orden.<br />
Así como el caso Ferrer, la preparación, la confección y la aplicación de la ley<br />
de separación muestra a toda luz la manera de actuar de la Francmasonería, y nos<br />
dicen como ella sabe imponer sus voluntades a los poderes públicos. Por esa razón<br />
debemos considerar esto ahora<br />
Ya en 1868, por consiguiente bajo el Imperio, Jules Simon, al exponer el programa<br />
de los “republicanos”, prometía la laceración del Concordato y la separación<br />
entre la Iglesia y el Estado.<br />
Jules Simon era apenas el porta voz de la secta anticristiana. Hacía más de<br />
medio siglo que ese programa era uno de los capítulos del plan trazado por la masonería<br />
para la guerra contra la civilización cristiana, y se ejecutaría sin interrupción<br />
desde entonces.<br />
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