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LA CONJURACION ANTICRISTIANA - AMOR DE LA VERDAD

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CAPITULO III<br />

EL RENACINIENTO, PUNTO <strong>DE</strong> INICIO<br />

<strong>DE</strong> <strong>LA</strong> CIVILIZACIÓN MO<strong>DE</strong>RNA<br />

En su admirable introducción a la Vida de Santa Isabel, M. de Montalembert dice<br />

del siglo XIII, que fue – al menos por lo que se refiere al pasado – el apogeo de la<br />

civilización cristiana: “Nunca quizás la Esposa de Cristo había reinado por un imperio<br />

tan absoluto sobre el pensamiento y sobre el corazón del pueblo… Entonces,<br />

más que en ningún otro momento de este rudo combate, el amor de sus hijos, su<br />

dedicación sin término, su número y valor cada día crecientes, y los santos que cada<br />

día veía nacer entre ellos, ofrecían a esta Madre inmortal, fuerzas y consolaciones,<br />

hasta el momento en que le fueron cruelmente arrebatadas. Gracias a Inocencio<br />

III, que continuó la obra de Gregorio VII, la cristiandad era una extensa unidad<br />

política, un reino sin fronteras, habitado por múltiples razas. Los señores y los reyes<br />

habían aceptado la supremacía pontifical. Fue necesario que viniera el protestantismo<br />

para destruir esta obra.”<br />

Antes mismo del protestantismo, un primer y rudo golpe se dio a la sociedad<br />

cristiana de 1308. Lo que la sustentaba era, como dice M. de Montalembert, la autoridad<br />

reconocida y respetada del Soberano Pontífice, el jefe de la cristiandad, el<br />

árbitro de la civilización cristiana. Esta autoridad fue contradicha, insultada y golpeada<br />

por la violencia y por la astucia del rey Felipe IV, en la persecución que hizo<br />

sufrir al Papa Bonifacio VIII; esa misma autoridad fue también reducida, por la<br />

complacencia de Clemente V hacia este mismo rey, que llegó hasta trasladar temporalmente<br />

la sede del papado a Avignon en 1305. Urbano VI no debía volver a<br />

entrar a Roma hasta 1378. Durante este largo exilio, los papas perdieron una buena<br />

parte de su independencia y su prestigio se vio singularmente debilitado. Cuando<br />

volvieron a entrar en Roma, después de setenta años de ausencia, todo estaba listo<br />

para el gran cisma de Occidente que iba a durar hasta 1416 y que descabezó por un<br />

tiempo al mundo cristiano.<br />

De esta manera, el poder comenzó a prevalecer sobre el derecho, como era antes<br />

de Jesucristo. Se ve renacer el carácter pagano de conquista y perderse el carác-<br />

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