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LA CONJURACION ANTICRISTIANA - AMOR DE LA VERDAD

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su felicidad allí donde le plazca ponerla, en lo que es realmente bueno, y, por encima<br />

de toda bondad, que es el bien absoluto, Dios; o en lo que tiene apariencias de<br />

bien, o en lo que no es más que un bien relativo.<br />

Desde la creación del género humano el hombre fue engañado. En lugar de<br />

creer en la palabra de Dios y de obedecer a sus mandamientos, Adán escuchó la<br />

voz seductora que le decía poner su fin en sí mismo, en la satisfacción de su sensualidad,<br />

en las ambiciones de su orgullo. “Seréis como dioses”; “el fruto del árbol<br />

era bueno al paladar, bello a la vista, de un aspecto que excitaba el deseo”.<br />

Habiéndose así desviado, y una vez dado el primer paso, Adán comprometió a<br />

toda su descendencia en la falsa dirección que acababa de elegir.<br />

En esa dirección marchó, avanzó, y se extravió durante el transcurso de los siglos.<br />

La historia, se puede decir, son los males que encontró en su largo extravío.<br />

Dios tuvo piedad de él. Bajo su designio de infinita misericordia y de infinita sabiduría,<br />

resolvió volver a poner al hombre en la vía de la verdadera felicidad. Y con<br />

el fin de hacer su intervención más eficaz, quiso que una Persona divina viniera<br />

sobre la tierra a mostrar el camino por su palabra, y guiarlo con su ejemplo. El<br />

Verbo de Dios se encarna y viene a pasar treinta y tres años entre nosotros, para<br />

sacarnos de las vías de la perdición y abrirnos el camino de una felicidad verdadera.<br />

Su palabra como sus acciones invertían todas las ideas vigentes hasta entonces.<br />

El decía: ¡Bienaventurados los pobres! ¡Bienaventurados los mansos, los pacíficos,<br />

los misericordiosos! ¡Bienaventurados los puros! Antes de Él venir al mundo,<br />

se decía: ¡Bienaventurados los ricos! ¡Bienaventurados los que dominan! ¡Bienaventurados<br />

los que están en condiciones de no rechazar en nada a sus pasiones! Nació<br />

en un establo, se hizo siervo de todos, sufrió muerte y pasión, para que no se tomen<br />

sus palabras para declamaciones, sino que por medio de lecciones, las lecciones<br />

más persuasivas que se puedan concebir, siendo otorgadas por Dios y un Dios<br />

que se inmolaba por amor a nosotros.<br />

El quiso perpetuar su palabra, hablándonos siempre en forma activa, a los<br />

ojos y a los oídos de todas las generaciones que debían venir. Para eso, funda la<br />

santa Iglesia. Establecida en el centro de la humanidad, no sólo dejó, por las enseñanzas<br />

de sus doctores y los ejemplos de sus santos, de decir, a todos los que Ella<br />

ve pasar ante sus ojos: “buscáis, oh mortales, la felicidad, y buscáis una cosa que es<br />

buena, pero advertid que la buscáis donde no la está. La buscáis sobre la tierra, y<br />

no es allí donde ella se encuentra, como bien nos dice el divino Salmista: Diligit dies<br />

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