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LA CONJURACION ANTICRISTIANA - AMOR DE LA VERDAD

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Copin-Albancelli hizo una observación muy justa: “Para llegar a tomarse los<br />

destinos de Francia, la francmasonería precisó de setenta años de preparación.<br />

“¿Por qué tanto tiempo? Esto está relacionado al método que ella estaba obligada<br />

a emplear.<br />

“Cuando la masonería apareció en Francia, venida de Inglaterra, bajo la Regencia,<br />

ella era totalmente impotente. No obstante, ella tenía en vista desde luego<br />

destruir las tradiciones francesas, es decir, los elementos de que se componía el ser<br />

llamada Francia. ¡Hacer de Francia otra Francia! ¿Cómo llegar a la realización de<br />

ese objetivo, tan loco como si se intentase hacer de un hombre un anti-hombre, de<br />

la Humanidad una anti-Humanidad?<br />

virtud del juramento masónico, y de anunciarles que era el tiempo al fin de dar cumplimiento a ese juramento<br />

por la muerte de los tiranos.<br />

“Aquel de entre los grandes adeptos que tuvo por misión las provincias del norte, era un oficial de infantería<br />

llamado Sinetty. Sus marchas revolucionarias lo llevaron a Lille. El regimiento de Sarre estaba entonces sirviendo<br />

en esa ciudad. Importaba a los conjurados garantizar sobre todo a los hermanos con los cuales contaban<br />

entre los militares; la misión de Sinetty tuvo el suceso del cual él se vanagloria, pero la manera por la cual<br />

él se des incumbió de ella basta para nuestro objetivo. Para contarla, voy a penas repetir aquí la exposición<br />

que me quiso hacer un testimonio ocular, entonces oficial de ese regimiento de Sarre, escogido por Sinetty para<br />

escuchar el objetivo de su apostolado, así como los varios otros del mismo regimiento.<br />

“Nosotros teníamos, me decía aquel digno militar, nuestra logia masónica; ella era para nosotros, como para la<br />

mayoría de los otros regimientos, apenas un verdadero juego; las pruebas de los nuevos que llegaban servían de<br />

diversión para nosotros; nuestras refecciones masónicas hacía encantador nuestro ocio y nos servían de descanso<br />

de los trabajos. Vosotros os dais bien cuenta que nuestra libertad y nuestra igualdad no eran nada menos de<br />

que la libertad y la igualdad de los jacobinos. La gran generalidad y casi universalidad de los oficiales lo supieron<br />

demostrar cuando la Revolución llegó.<br />

“No pensábamos en nada menos de que en esa Revolución, cuando un oficial de infantería llamado Sinetty,<br />

famoso francmasón, se presentó en nuestra logia. Fue recibido como hermano. Inicialmente no manifestó<br />

ningún sentimiento contrario a los nuestros. Pero pocos días después, él mismo convidó a veinte de nuestros<br />

oficiales para una asamblea particular. Creímos que ella quería simplemente retribuirnos la fiesta que le habíamos<br />

ofrecido.<br />

“Accediendo a su convite, nos encontramos en una pequeña quinta llamada La Nueva Aventura. Esperábamos<br />

una simple cena masónica, cuando he aquí que él tomó la palabra, como orador que tiene importantes secretos<br />

a desvendar de parte del Gran Oriente. Nosotros escuchamos. Imagine nuestra sorpresa cuando lo vimos súbitamente<br />

adoptar el tono de énfasis, de entusiasmo, para decirnos que era tiempo en fin; que los proyectos tan<br />

dignamente concebidos, tan largamente meditados por los verdaderos francmasones, se debían cumplir; que el<br />

universo en fin iba a ser liberado de sus amarras; que los tiranos llamados reyes serian vencidos; que todas las<br />

supersticiones religiosas darían lugar a la luz; que la libertad, la igualdad, irían a substituir la esclavitud en la<br />

cual el universo gime; que el hombre, en fin, iría a retomar sus derechos.<br />

“En cuanto nuestro orador se aplicaba a esas declamaciones, nos mirábamos unos para los otros como diciendo:<br />

¿Quién es ese loco? Nos propusimos escucharlo durante más de media hora, reservándonos de reír libremente<br />

entre nosotros. Lo que nos parecía más extravagante era el tono de confianza con el cual él anunciaba<br />

que de ahí en adelante los reyes o los tiranos se opondrían en vano a los grandes proyectos; que la Revolución<br />

era infalible y que estaba próxima; que los tronos y los altares iban a caer.<br />

“El percibió, sin duda, que no éramos masones de su especia; nos dejó para ir a visitar otras logias. Después de<br />

habernos divertido con lo que tomábamos como el efecto de un cerebro perturbado, cuando nos habíamos<br />

olvidado de esa cena, la Revolución no vino a enseñar cuánto nos habíamos engañado” (BARRUEL, Mémoires,<br />

tomo II, p.446). En Notas sobre algunos puntos de los dos primeros volúmenes, Barruel acrecienta otros testimonios<br />

de ese hecho que él acaba de relatar aquí.<br />

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