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LA CONJURACION ANTICRISTIANA - AMOR DE LA VERDAD

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Petrarca a quien se le conoce como “el primero de los humanistas”, encontró<br />

en la corte de Avignon la más alta protección y obtuvo el cargo de secretario<br />

apostólico. Por lo tanto, se establece en la corte pontifical, la tradición de reservar<br />

las altas funciones de secretarios apostólicos a los escritores de mayor reputación,<br />

de suerte que pronto se volvió uno de los hogares más activos del Renacimiento.<br />

Hay santos religiosos como el camáldulence Ambrosio Traversarui, pero desgraciadamente<br />

también los groseros epicuros como Pogge, Filelfe, Arétin y otros. A<br />

pesar de la piedad, y a pesar mismo de la austeridad personal de los papas que en<br />

ese tiempo edificaron la Iglesia 1, no supieron, en razón de la atmósfera que los envolvía,<br />

defenderse de una condescendencia demasiado grande para con los escritores,<br />

quienes, a pesar de estar a su servicio, pasaron a ser pronto, por la pendiente a<br />

la cual se abandonaron, los enemigos de la moral y de la Iglesia. Esta condescendencia<br />

se extendió a las propias obras de ellos, en resumen, ellos llegaron a ser la<br />

negación del cristianismo.<br />

Todos los errores que vinieron a pervertir el mundo cristiano, todos los atentados<br />

perpetrados contra sus instituciones, tuvieron allí su fuente; se puede decir<br />

que todo esto que asistimos fue preparado por los humanistas. Ellos son los iniciadores<br />

de la civilización moderna. Ya Petrarca había dibujado en el comercio de la<br />

antigüedad sentimientos e ideas que habrían afligido a la corte pontifical, si hubiera<br />

medido las consecuencias. Él obviamente se inclinó siempre ante la Iglesia, su<br />

jerarquía, sus dogmas, su moral; pero no fueron así los que lo siguieron, y se puede<br />

decir que fue él quien los puso en el mal camino por donde entraron. Sus críticas<br />

contra el gobierno pontifical autorizaron a Valla a minar el poder temporal de los<br />

papas, acusarlos de enemigos de Roma y de Italia, y presentarlos como enemigos<br />

del pueblo. Llegó incluso hasta negar la autoridad espiritual de los Soberanos<br />

1 Martín V tuvo un gusto constante por la justicia y la caridad. Su devoción era grande; dio pruebas brillantes<br />

en sucesivas ocasiones, sobre todo cuando trajo de Ostia las reliquias de Santa Mónica. Soportó con una resignación<br />

profundamente cristiana los lutos que vinieron a afectarlo golpe sobre golpe en sus más costosos afectos.<br />

En su juventud, había distribuido la mayor parte de sus bienes entre los pobres.<br />

Eugenio IV conservó en el trono pontificio sus prácticas austeras de religioso. Su simplicidad y su frugalidad le<br />

habían hecho llamar por su ambiente con el apodo de Abstenius. Es con razón que Vespasiano celebró la santidad<br />

de su vida y de sus costumbres.<br />

Nicolás V quiso tener en su intimidad el espectáculo continuo de las virtudes monásticas. Para ello, llamó ante<br />

él a Nicolás de Cortona y a Lorenzo de Mantua, dos camaldulences con los cuales gustaba hablar de las cosas<br />

del cielo en medio de las torturas de su última enfermedad.<br />

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