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Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe

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Bolívar Echeverría<br />

Profundamente escéptico respecto de las posibilidades de que un<br />

texto pueda ser verdadero por sí mismo, como conjunto de proposiciones<br />

adecuadas al objeto que pretenden describir; persuadido de que, sin una<br />

intervención sobrehumana reticente y misteriosa, sea de Dios o del azar,<br />

esa adecuación del intelecto a la cosa sería imposible, el discurso barroco<br />

no descarta sin embargo la idea misma de “verdad”, no se resigna a la<br />

inexistencia de la misma. El discurso reflexivo barroco pretende sorprenderla<br />

dentro de su ocultamiento insalvable, al que respeta sin reservas.<br />

Por ello, su método no es el camino directo, agresivo y en el fondo ingenuo<br />

de la lógica sino la vía sutil y rebuscada de ese doble de la lógica que es la<br />

retórica; el camino que elige es el del arte, que sorprende a la verdad en<br />

su metamorfosis como belleza.<br />

Si, como decía Sarduy, es posible que “el eco preceda a la voz”, que lo<br />

dado sea un “efecto retroactivo de lo por venir”, no lo es menos que la certeza,<br />

que debería ser el efecto de la verdad en el recinto de la mente, sea<br />

la causa, si no de la verdad, sí de lo único humanamente posible, que es<br />

la puesta en escena de la verdad. Se alcanza primero, a través del simulacro,<br />

por la vía de la belleza, lo que debería ser el corolario del discurso,<br />

esto es, la certeza, el convencimiento, la persuasión en el ánimo del lector.<br />

Y la verdad, que debería ser lo esencial del discurso reflexivo, y de la<br />

que la certeza sólo debería ser su acompañante, viene, paradójicamente,<br />

más tarde. Una verdad sugerida como causa probable de la certeza: más<br />

probable mientras más bello, más logrado, más “ingenioso” diría Gracián,<br />

es el efecto retórico que la provocó.<br />

Puede decirse que, de esta manera, la meta central del discurso cognoscitivo,<br />

la verdad, la adecuación del intelecto con el objeto, es relativi-<br />

zada de manera irónica. Lo que aquí está en juego no es la pragmática<br />

del discurso sino su dramática, no es en la apropiación del objeto sino su<br />

teatralización; es allí en donde, como simple destello, la verdad se deja<br />

a veces sorprender. El texto está presente, antes que nada, como objeto<br />

dirigido a la experiencia estética, como conjunto de imágenes que se perciben<br />

inmediatamente; sólo dentro de esta presencia, confundido con ella,<br />

el texto puede volverse el vehículo de una “visión mental”, suprasensorial;<br />

la entrada a una comprensión teórica o reflexiva.<br />

Muchos y muy variados son los recursos barrocos que están a la obra<br />

en el texto en que OP construye su imagen del mexicano como una imagen<br />

para persuadir y convencer. Otros los podrán examinar mejor y con más<br />

tiempo. Yo quisiera mencionar uno de ellos, aunque sólo sea de pasada.<br />

Se trata del recurso que consiste en el cambio alternado de frases en<br />

tercera persona del singular y frases en primera persona del plural; frases<br />

en “él” y frases en “nosotros”.<br />

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