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Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe

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<strong>Discurso</strong> <strong>crítico</strong> y m odernidad<br />

de facultades y apetencias); y otro, en el que, sobre la base del anterior,<br />

la oposición natural complementaria del cuerpo íntimo del individuo al<br />

cuerpo colectivo de la comunidad en la vida cotidiana, es sustituida y representada<br />

por la contradicción entre lo privado y lo público — entre la<br />

necesidad de ahorrar energía de trabajo y la necesidad de realizar el valor<br />

mercantil— como dos dimensiones incompatibles entre sí, que se sacrifican<br />

alternadamente, la una en beneficio de la otra.<br />

Originado en la muerte de “la otra mitad de Dios” — la de su divinidad<br />

como dimensión cohesionadora de la comunidad— , es decir, en el<br />

fracaso de la metamorfosis arcaica de lo político como religioso, el individualismo<br />

pretende conduce a que la necesidad social moderna de colmar<br />

esa ausencia divina y a la vez reparar esa desviación teocrática de lo político<br />

sea satisfecha mediante una re-sintetización puramente funcional<br />

de la substancia social, es decir, de la singularidad cualitativa del mundo<br />

de la vida. A que la exigencia de la comunidad de afirmarse y reconocerse<br />

en una figura real y concreta sea acallada mediante la construcción de<br />

un sustituto de concreción puramente operativa, la figura artificial de la<br />

Nación. Entidad de consistencia derivada, que responde a la necesidad de<br />

la empresa estatal de marcar ante el mercado mundial la especificidad de<br />

las condiciones físicas y humanas que ha monopolizado para la acumulación<br />

de un cierto conglomerado de capitales, la Nación de la modernidad<br />

capitalista descansa en la confianza, entre ingenua y autoritaria, de que<br />

dicha identidad concreta se generará espontáneamente, a partir de los<br />

restos de la “nación natural” que ella misma niega y desconoce, en virtud<br />

de la mera aglomeración o re-nominación de los individuos abstractos,<br />

perfectamente libres (=desligados), en calidad de socios de la empresa estatal,<br />

de compatriotas o connacionales (Volksgenosse).<br />

El relativismo cultural — que afirma la reductibilidad de las diferentes<br />

versiones de lo humano, y para el que “todo en definitiva es lo<br />

mismo”— y el nihilismo ético — que denuncia el carácter arbitrario de<br />

toda norma de comportamiento, y para el que “todo está permitido”—<br />

caracterizan a la plataforma de partida de la construcción moderna del<br />

mundo social. El uno resulta del desvanecimiento de la garantía divina<br />

para la asimilación de la esencia humana a una de sus figuras particulares;<br />

el otro, de la consecuente emancipación de la vida cotidiana respecto<br />

de las normaciones arcaicas del código de comportamiento social.<br />

Comprometido con ambos, el individualismo capitalista los defiende con<br />

tal intensidad, que llega a invertir el sentido de su defensa: absoluti-<br />

za el relativismo — reprime la reivindicación de las diferencias— como<br />

condición de la cultura nacional y naturaliza el nihilismo — reprime el<br />

juicio moral— como condición de la vida civilizada.

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