Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe
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Bolívar Echeverría<br />
traslación del conflicto entre ellos a un plano diferente, aun escenario<br />
de teatralización, en el que el mismo — sin ser eliminado— quede<br />
trascendido137. Inherente al ethos barroco es así una toma de decisión<br />
por el tercero excluido, por un salto capaz de rebasar el empate de la<br />
contradicción así como la ambivalencia que resulta de él; una elección<br />
que implica sin duda, juzgada desde la actitud “realista”, un “escapismo”,<br />
una “huida fuera de la realidad”. Elegir la “tercera posibilidad”,<br />
la que no tiene cabida en el mundo establecido, trae consigo un “vivir<br />
otro mundo dentro de ese mundo”, es decir, visto a la inversa, un “poner<br />
el mundo, tal como existe de hecho, entre paréntesis”. Se trata, sin<br />
embargo, de un “paréntesis” que es toda una puesta en escena; una<br />
“desrealización” teatral de la contradicción y la ambivalencia que, sin<br />
pretender resolverlas, intenta de todas maneras neutralizarlas, adjudicándoles<br />
para ello el status de lo alegórico138. El ser humano barroco<br />
pretende vivir su vida en una realidad de segundo nivel, que tendría a<br />
la realidad primaria — la contradictoria y ambivalente— en calidad de<br />
sustrato reelaborado por ella; se inventa una “necesidad contingente<br />
en medio de la contingencia de ambas necesidades contrapuestas”, “un<br />
sentido dentro de la ambivalencia o en medio del vacío de sentido”139.<br />
137 Klaus Heinrich, Tertium datur, eine religionsphilosophische Einführung in die<br />
Logik, Stroemfeld/Koter Stern, Basilea-Frankfurt am Mein, 1981, pp. 45-46.<br />
138 Desrealización”, en el sentido que tiene en la teoría de lo imaginario desarrollada<br />
por Sartre (L’imaginaire, 1939, pp. 232ss.) S. Sarduy (Barroco, Sudamericana,<br />
Buenos Aires, 1974, p. 74.) se refiere a este comportamiento cuando, apoyándose<br />
en J. Lacan, habla de la metaforización barroca como de un modo radical de “supresión”,<br />
de una “represión” (verdrangung).<br />
139 La stimmung básica, el estado de ánimo elemental que acompaña al ethos barroco<br />
es por ello múltiple, inestable y cíclico. Parte de la melancolía en la experiencia<br />
del mundo como invivible, sumido en una ambivalencia sin salida, en el que “todo,<br />
por más diferente que parezca, va a dar a lo mismo”. Se hunde ahí hasta topar, en<br />
medio del desasosiego que trae la decisión imposible, del vaivén vertiginoso y paralizador<br />
de la voluntad, con la contradicción que suscita y al mismo tiempo anula<br />
el sentido del mundo, y se levanta, finalmente, en el entusiasmo de la invención<br />
de una “vida breve” que, teatralizando a la otra, la mayor, suspende el conflicto<br />
que hay en ella. Monteverdi, que fue el iniciador del drama musical moderno en<br />
la medida en que fue también el primero en explorar libremente la dramaticidad<br />
de la música, decía que el temperato, en sus obras, no sólo aprende del molle y el<br />
concitato, “los dos caracteres sonoros contrarios capaces de mover nuestra alma”,<br />
sino que, volviéndose retroactivamente sobre ellos, los “alecciona”. En su Lord<br />
Rockester’s Monkey, Graham Greene (1974) retrata con agudeza la cohabitación<br />
tormentosa de la melancolía y el entusiasmo en un witty del siglo XVII inglés.<br />
Barthes habla, a propósito de la presencia de Dios a través de los Ejercicios de<br />
san Ignacio, de un “retournement de la carence de signe en signe”. (Sade, Fourier;<br />
Loyola, Seuil, París, 1971, p. 80.) Es tal vez Benjamín (op. cit, pp. 131ss.) quien ex-<br />
í 214 ]<br />
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