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Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe

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Bolívar Echeverría<br />

2. Asegurar el empleo monopólico o exclusivo de la violencia para la<br />

entidad estatal es lo mismo que abolir el uso \que se hacia de ella anteriormente<br />

en calidad de recurso comunicativo ]a disposición de cualquiera,<br />

equivale a instituir al discurso como el único lugar válido para dirimir<br />

las diferencias de intereses en el seno de la comunidad. Es por ello<br />

el paso primero e indispensable de toda cultura política civilizada, sea<br />

ésta moderna o no. Es una realización histórica que implica que han sido<br />

aseguradas las condiciones de una paz social, si se quiere precaria e inestable,<br />

pero vigente en términos normales; es decir, que se ha logrado que<br />

la vitalidad comunitaria esté dispuesta a que los efectos disgregantes o<br />

centrífugos de su actividad se sometan a la acción mediadora — ordenadora<br />

y punitiva— de algún tipo de entidad estatal.<br />

Si hay algo que enorgullezca a la modernidad realmente existente es<br />

el carácter “civilizado” de su política; tiene la certeza de haber dado un<br />

salto por encima del nivel “salvaje”, primitivo o bárbaro de la humanidad,<br />

en el que el hombre habría sido “lobo del hombre”, y de haber inaugurado<br />

uno completamente nuevo. Está convencida de haber superado al fin, justamente<br />

en virtud de un “pacifismo” inherente a la forma de socialidad<br />

que ella trae consigo, las limitaciones de todas las formas políticas conocidas,<br />

sean éstas las del pasado pre-moderno o las contemporáneas, extra-<br />

europeas o no-occidentales; gracias a ella, los asuntos públicos podrían<br />

ahora resolverse sin tener que llegar a la ultima ratio de las armas. Mientras<br />

las formas políticas no-modernas aceptan e interiorizan de una manera<br />

u otra la violencia destructiva en las relaciones inter-individuales,<br />

lo mismo singulares que colectivas, exaltando así la importancia interna<br />

de una entidad estatal mediadora, ella se afirma como la realización de<br />

un proyecto económico y social encaminado a cancelarla y anularla definitivamente;<br />

se pretende en vías de alcanzar una “paz perpetua”, al menos<br />

dentro de los límites de la comunidad, y de eliminar así la necesidad<br />

intra-comunitaria del estado. Sólo en esta modernidad ha aparecido la<br />

convicción de que la violencia destructiva es un mal erradicable; sólo ella<br />

ha echado por tierra las instituciones que la historia inventó para vivir<br />

con esa violencia, sea conjurándola o engañándola, desviándola, posponiéndola,<br />

arrinconándola.<br />

En efecto, la modernidad capitalista organiza la vida civilizada bajo<br />

la premisa de que una sociedad propiamente capitalista no genera un<br />

otro-enemigo dentro de sí misma; que una otredad enemiga no puede tener<br />

origen en ella porque la forma de socialidad que le es propia y distin­<br />

otro, de existencia cotidiana, en los que la cultura, el cultivo de esa forma identi-<br />

taria puede asumir sin peligro el momento auto<strong>crítico</strong> que le es esencial.<br />

t 316 ]

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