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Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe

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<strong>Discurso</strong> <strong>crítico</strong> y m odernidad<br />

y ceremonial, de la repetición imaginaria del sacrificio fundante de la comunidad<br />

y su singularidad.<br />

Se trata sin duda de una explicación acertada; pero es incompleta.<br />

Olvida hacer mención de lo más evidente: el hecho de la extrañeza de tales<br />

obras para nosotros. Extrañeza que no consiste solamente en su antigüedad;<br />

que está sobre todo en la ajenidad del tipo de vida o de mundo al<br />

que pertenecen, y desde el cual y para el cual están hechas.<br />

Tal vez esta ajenidad pueda percibirse de mejor manera cuando prestamos<br />

atención a la idea que parece regir en ellas de lo que es en sí misma<br />

la acción de dar forma a un objeto o de conformar un material, acción<br />

que está en el origen de toda obra y muy en especial de toda obra de arte.<br />

Cuando Miguel Angel, el prototipo de creador moderno — ex nihi-<br />

lo— , decía con humildad autocrítica que su trabajo de escultor consistía<br />

en liberar del bloque de mármol la figura que ya estaba en él, quitando<br />

sólo lo sobrante, exponía sin querer no su programa de acción sino, curiosamente,<br />

el de un tipo de “creadores” completamente diferentes de él:<br />

los escultores de la América antigua. Descubrir, enfatizar; ayudarle al<br />

propio “material” a dibujar una silueta y definir una textura, a resaltar<br />

un relieve, a redondear un cuerpo y precisar unos rasgos que estaban ya<br />

esbozados o sugeridos, realizados a medias en el mismo: ésta parece haber<br />

sido toda la intervención que el escultor prehispánico se creía llamado<br />

a tener en la “creación de una obra”. Seguramente “el milagro espantoso”<br />

de la Coatlicue se había manifestado y había sido sentido ya por<br />

muchos en la piedra original cuando el “artista” inició su obra; éste sólo<br />

debió ayudarle a vencer ciertas indecisiones formales que le impedían<br />

destacarse con la debida fuerza. La idea de lo que es “dar forma” que<br />

prevalece aquí no es sólo diferente de la idea europea, o contraria a ella;<br />

es sobre todo ajena a ella. Lo es porque implica una elección de sentido<br />

completamente divergente de la suya, que subraya la continuidad entre<br />

lo humano y lo Otro. Para la idea prehispánica, la elección de sentido<br />

europea es tan “absurda” que es capaz de plantear al sujeto como completamente<br />

separado del objeto, es decir, a la naturaleza como material<br />

pasivo e inerte, dócil y vacío, al que la actividad y la inventiva humanas,<br />

moldeándolo a su voluntad, dotan de realidad y llenan de significación.<br />

Un abismo parece separar la inteligibilidad del mundo a la que pertenece<br />

la noción de “dar forma” que rige en la composición de una obra<br />

de la antigüedad americana de la inteligibilidad del mundo propia de<br />

la modernidad europea. El abismo que hay sin duda entre dos mundos<br />

vitales construidos por sociedades o por “humanidades” que se hicieron<br />

a sí mismas a partir de dos opciones históricas fundamentales no sólo<br />

diferentes sino incluso contrapuestas entre sí: la opción “oriental” o de<br />

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