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Discurso crítico y Modernidad. Ensayos escogidos - gesamtausgabe

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<strong>Discurso</strong> <strong>crítico</strong> y m odernidad<br />

estado de producto y a tomar su estado de bien, neutralizándola primero en<br />

calidad de mercancía-dinero— pasó de manera lenta pero firme e irreversible<br />

a ser él la verdadera entidad re-socializadora. El mercado sustituyó al<br />

mito; redujo al cristianismo, de eclessia, a un sistema de imperativos morales<br />

que idealizaba, como un mero eco apologético, la sujeción de la vida<br />

humana a su propia acción “mágica” de fetiche socializador.<br />

Pero lo que lo mercantil hizo con lo religioso, lo capitalista, a su vez,<br />

habría de hacer con lo mercantil. En su lucha contra la prepotencia del monopolio<br />

público y privado — contra la violencia del dominio sobre la tierra<br />

y sobre la tecnología— , la campaña de afirmación (expansión y consolidación)<br />

de lo mercantil debió avanzar hasta una zona en la que lo mercantil,<br />

para entrar, tenía que cambiar de signo, que convertirse en la negación de<br />

lo que pretendía afirmar. Debió mercantificar el ámbito de lo no mercan-<br />

tificable por esencia; tratar como a un puro objeto (Bestand) a aquello que<br />

debería ser puro sujeto; como simple valor mercantil a lo que debería ser<br />

fuente de valor mercantil: la fuerza de trabajo del individuo humano. Debió<br />

dejar de ser instrumento de la universalización de la propiedad privada y<br />

pasar a ser el instrumento de una restricción renovada, de nuevo tipo, de<br />

la misma; debió traicionar a lo mercantil y ponerlo a funcionar como me-<br />

' ra apariencia de la apropiación capitalista de la riqueza. Lo mercantil sólo<br />

pudo vencer la resistencia del monopolio desatando las fuerzas del Golem<br />

capitalista. Pretendió servirse de él, y terminó por ser su siervo.<br />

A fines de siglo, la distinción entre lo mercantil y lo capitalista parece<br />

ya irrelevante y abstrusa o simplemente cosa del pasado. La mercancía<br />

parece haber acomodado ya su esencia a esa configuración monstruosa de<br />

sí misma que es la mercancía capitalista. Y sin embargo no es así.<br />

Hay una diferencia radical entre la ganancia capitalista que se puede<br />

dar en la esfera de la circulación mercantil simple y la que se da en<br />

la mercantil-capitalista. La primera sería el fruto del aprovechamiento de<br />

una voluntad de intercambio entre orbes productivos/consuntivos de valores<br />

de uso que están desconectados entre sí, voluntad que se impone por<br />

sobre la inconmensurabilidad fáctica de sus respectivos valores mercantiles.<br />

La segunda resulta del aprovechamiento de una constricción imperiosa<br />

al intercambio que aparece, pese a la inconmensurabilidad esencial de<br />

sus respectivos productos, entre las dos dimensiones de la reproducción de<br />

la riqueza social: la de la fuerza de trabajo, por un lado, y la del resto de<br />

las mercancías, por otro. Lo que en el primer caso sería el resultado de la<br />

“desigualdad” espontáneamente ventajosa en un “comercio exterior”, en el<br />

segundo es la consecuencia de una instalación artificial de esa “desigualdad”<br />

en el “comercio interior”. Contingente y efímera en el primer caso, la<br />

ganancia capitalista es imperiosa y permanente en el segundo.

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